Revista Música
Si no me falla la memoria fue un dos de agosto de dos mil cuatro en una carpa construida a propósito para conciertos en un conocido residencial de Oropesa del mar.
En horario bastante nocturno. Parece que la música clásica tiene una barrera en cuanto a qué hora máxima puede escucharse, como si de un público más familiar se tratase y como si la música moderna hubiera de desarrollarse en ambientes más íntimos, más "a deshora" :) la noche, lo taciturno, la hora "bohemia", simplemente da que reflexionar.
En la música clásica suele haber programas, es decir, folletos donde queda prefijado lo que se va a tocar. En la música moderna casi nunca lo hay, se suele dejar al gusto del intérprete y si de música con un alto contenido improvisatorio se trata aún más.
En este caso recuerdo haber escuchado temas de composición propia, como el tema de amor, el lento, de la película a la sazón de moda, Two Much, la protagonizada por Antonio Banderas y la que sería su mujer Melanie Griffith, y no sé si dejó de serlo posteriormente... Esa maravilla tan interesante en su acompañamiento por su arpegiado con notas añadidas, como la sexta menor inicial...
Recuerdo que en los temas rápidos era una auténtica descarga de adrenalina, es muy típico de su toque el sforzando continuo, típico de su manera de "frasear", que podría denominarse "remarcar", hablar acentuando mucho, un poco a la manera de cierto Beethoven, no dejar ni un segundo a la contemplación, como buen latino... Sus músicos (trío con contrabajo y batería) le seguían en esto perfectamente, estaban muy compenetrados. Recuerdo que Horacio "el negro", que no lo era, parecía tener tres manos, tal era la riqueza "polirrítmica" de su magnífico hacer!
Disfruté mucho de ese concierto... Buen rubato contramétrico, octaveo agilísimo, acompañamientos bravos, un contrabajista en estado de gracia... Salvo de un aspecto, ajeno a los músicos, que recuerdo a la perfección: lo que no me gustó nada, la acústica.
Un buen concierto en un recinto no idóneo puede deslucir el resultado, un mal concierto en un buen recinto no mejora nada, sólo puede empeorar por las condiciones sonoras del lugar. Llamo la atención para que no se vuelvan a repetir experiencias que pueden ser de diez y que finalmente resulten en un seis por causas ajenas a los músicos, ya que las carpas de plástico de cualquier tamaño sin un conveniente estudio de proporciones y materiales pueden producir disminuciones del disfrute de los conciertos por las reverberaciones desagradables...
En horario bastante nocturno. Parece que la música clásica tiene una barrera en cuanto a qué hora máxima puede escucharse, como si de un público más familiar se tratase y como si la música moderna hubiera de desarrollarse en ambientes más íntimos, más "a deshora" :) la noche, lo taciturno, la hora "bohemia", simplemente da que reflexionar.
En la música clásica suele haber programas, es decir, folletos donde queda prefijado lo que se va a tocar. En la música moderna casi nunca lo hay, se suele dejar al gusto del intérprete y si de música con un alto contenido improvisatorio se trata aún más.
En este caso recuerdo haber escuchado temas de composición propia, como el tema de amor, el lento, de la película a la sazón de moda, Two Much, la protagonizada por Antonio Banderas y la que sería su mujer Melanie Griffith, y no sé si dejó de serlo posteriormente... Esa maravilla tan interesante en su acompañamiento por su arpegiado con notas añadidas, como la sexta menor inicial...
Recuerdo que en los temas rápidos era una auténtica descarga de adrenalina, es muy típico de su toque el sforzando continuo, típico de su manera de "frasear", que podría denominarse "remarcar", hablar acentuando mucho, un poco a la manera de cierto Beethoven, no dejar ni un segundo a la contemplación, como buen latino... Sus músicos (trío con contrabajo y batería) le seguían en esto perfectamente, estaban muy compenetrados. Recuerdo que Horacio "el negro", que no lo era, parecía tener tres manos, tal era la riqueza "polirrítmica" de su magnífico hacer!
Disfruté mucho de ese concierto... Buen rubato contramétrico, octaveo agilísimo, acompañamientos bravos, un contrabajista en estado de gracia... Salvo de un aspecto, ajeno a los músicos, que recuerdo a la perfección: lo que no me gustó nada, la acústica.
Un buen concierto en un recinto no idóneo puede deslucir el resultado, un mal concierto en un buen recinto no mejora nada, sólo puede empeorar por las condiciones sonoras del lugar. Llamo la atención para que no se vuelvan a repetir experiencias que pueden ser de diez y que finalmente resulten en un seis por causas ajenas a los músicos, ya que las carpas de plástico de cualquier tamaño sin un conveniente estudio de proporciones y materiales pueden producir disminuciones del disfrute de los conciertos por las reverberaciones desagradables...
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