Las dos veces que hemos viajado a la Provenza ha sido en invierno y, casualmente, los mismos días pero con 18 años de diferencia. Esto significa que seguramente me he perdido uno de sus grandes atractivos: los colores de sus campos en primavera o las infinitas laderas teñidas de azul con el intenso aroma de los campos de lavanda en flor, durante los meses de julio y agosto Como ventaja, hemos podido movernos prácticamente solos por lugares muy turísticos que en verano deben ser un auténtico hervidero. Eso sí, muchos establecimientos cerrados, tanto restaurantes y bares – a veces incluso se hace complicado encontrar un lugar para comer-, como galerías de arte, algún museo o diferentes ofertas de actividades de aventura. Época solo apta para quienes, como nosotros, no somos nada amigos de las multitudes.Si tuviera que escoger un pueblo para definir la esencia de la Provenza, lo tendría complicado pero creo que éste sería Saint Rémy.
En nuestro anterior viaje (1992), tomamos Saint Rémy como base de operaciones y dormimos 9 ó 10 noches en el pueblo, que entonces aparecía a menudo en las páginas del papel rosa ya que la Princesa Carolina de Mónaco se había retirado allí con sus tres hijos, al morir su marido en accidente. Creo que nos llegamos a conocer todos los rincones de sus laberínticas callejuelas adoquinadas de la ciudad vieja y ahora al volverlas a recorrer, se iban sucediendo los recuerdos como si no hubiera pasado el tiempo.
Las pequeñas placitas, la iglesia, la plaza del mercado, sus tiendas de hierbas provenzales, la casa natal de Nostradamus -nacido aquí un 14 de diciembre de 1503-, incluso el supermercado donde “descubrimos” las sabrosas compotas de manzana. En algunos locales, los negocios han cambiado y otros han cerrado y en la plaza del mercado ya no está el remolque donde comprábamos pizza a porciones. El pueblo ha crecido y parece, quizás sólo parece, que ha perdido un poco de encanto. Una sensación que se irá repitiendo a lo largo de todo el viaje.
Saint Rémy es un buen lugar para quedarse, pues está en el mismo centro de la región de Bocas del Ródano, con muchos atractivos a pocos kilómetros.A la salida de la ciudad se puede visitar Glanum y Les Antiques, dos grandes centros de comercio que los focenses levantaron al lado de un manantial sagrado. El complejo de Les Antiques consta de un arco del triunfo y un mausoleo en muy buen estado de conservación. Este último es un monumento funerario dedicado a dos nietos de Augusto, Acayo y Lucio César, que murieron prematuramente y el arco del triunfo, también construido durante el mandato de Augusto, cruza la vía que unía España con Italia con objeto de señalar la entrada a la ciudad de Glanum.
Las excavaciones de Glanum se encuentran justo enfrente, al otro lado de la carretera, pero tiene un acceso más complicado. De origen celto-ligur, fue una ciudad santuario que floreció como punto comercial durante los años de influencia greco-gala y posteriormente con los romanos, hasta su destrucción en el siglo III a manos de tropas invasoras.A escasos metros se encuentra el hospital psiquiátrico de Saint Paul de Mausole. Aquí es donde Van Gogh estuvo internado durante un año -de mayo de 1889 a mayo de 1890- uno de los períodos más creativos del artista.
Se puede visitar el coqueto claustro y la recreación de la habitación donde vivió y desde la que pintó algunas de sus obras.
Por los alrededores, hay la posibilidad de hacer un bonito paseo a lo largo del cual se van encontrando reproducciones de muchas de las obras que pintó en ese lugar, ambientadas in situ: los lirios, los olivos con sus sinuosos troncos, los campos de trigo, los cipreses, la noche estrellada… todas ellas reflejan el ambiente de tranquilidad que allí se respiraba y que tanta paz le aportó. La misma paz que encontramos nosotros … somos los únicos visitantes y el sepulcral silencio, el día gris y el los recuerdos del psiquiátrico hacen que la visita adquiera un aire muy especial.
Van Gogh se enamoró de la Provenza, de su luz y de sus colores y aquí se instaló tras su etapa parisina. En febrero de 1888 se traslada a Arlés animado por Lautrec y en un principio se instaló en una pequeña habitación del hotel Carrel. Pintaba todo lo que veía: los campos de los alrededores, las cosechas, los girasoles, retratos y varios rincones de la ciudad que quedaron plasmados una y otra vez en sus lienzos y que ahora se exhiben en mil y una postales que encontramos en todas las tiendas de recuerdos como uno de los mejores reclamos turísticos. Durante ese período empezó a utilizar las pinceladas ondulantes y los tonos amarillos, naranjas, verdes, púrpura y azules intensos, que tan bien expresan sus sentimientos y su propio estado mental.En algunos lugares donde el pintor plantó su caballete, se han colocado paneles que reproducen los cuadros originales, como en la plaza del antiguo foro romano donde tan sólo queda de éste una mínima expresión: dos columnas y un pequeño trozo de frontal del templo construido en el año 46 aC por Julio César.
Esta pequeña plaza está rodeada de restaurantes con mesas al aire libre, ahora prácticamente vacías y uno de los edificios llama la atención sobre el resto por su fachada pintada de color amarillo. Se trata del “Café La Nuit”, actualmente “Café Van Gogh” que inmortalizó el autor en uno de sus cuadros más famosos pintados en la ciudad de Arlés.
Le Café La Nuit. Vicent Van Gogh
A finales de aquel mismo año, Gauguin viajó a Arlés invitado por su amigo, el cual previamente había realizado una serie de pinturas para decorar la casa, como la conocida habitación que le había sido destinada durante su corta estancia. Fue Gauguin quien animó a Van Gogh para que pintara lugares históricos de Arlés y trabajaron juntos durante un breve período. Es bien sabido que por su temperamental carácter, la convivencia entre ambos artistas fue de mal en peor y que en una de las muchas discusiones, Van Gogh acabó con parte del lóbulo de su oreja izquierda mutilado. Existen diferentes versiones de los hechos (agresión de Gauguin con su daga o automutilación) pero el caso es que Gauguin cambió Arlés por París y no volvió a tener contacto con Vincent el cual decidió internarse voluntariamente en el hospital psiquiátrico de Saint Paul.En mayo de 1890 viajó a París para visitar a su hermano Theo pero su depresión empeoró y pasó sus últimos días en Auvers-sur-Oise, donde el 27 de julio de 1890 a sus tan sólo 37 años, se disparó un tiro en el pecho que le produciría la muerte dos días más tarde.Otro de los pueblos que recomiendo visitar es Les Baux de Provence que se encuentra a tan sólo a 10 km de Saint Rémy, una auténtica ciudadela sacada de un cuento de hadas. Enclavado sobre una roca a 280 metros, es uno de los pueblos clasificado entre los más bonitos de Francia.
En este caso, desconozco si Van Gogh se dejó caer por aquí, pero sí que lo hicieron los trovadores y juglares. Aunque actualmente viven muy pocos habitantes, entre los años 1000 y 1400 tuvo un período de gran esplendor, cuando los señores feudales de Baux eran temidos en toda la zona. Entre esas piedras nacieron en la Edad Media las primeras cortes de amor y los juglares regalaban arte en medio de la ira de sus amos. Presidido por las ruinas del castillo, el pueblo es de lo más pintoresco. Es obligado aparcar el coche fuera del pueblo y pagar una tarifa única de 4€. Merece la pena, aunque sólo sea para admirar las magníficas vistas de la cadena de los Alpilles sobre el valle cruzando el horizonte.
A pesar de que hay unos cuantos museos y galerías de arte, lo más atractivo es recorrer sus empinadas y bien arregladas calles hasta la parte alta donde encontramos la iglesia de San Vicente, del siglo XII.Como curiosidades, apuntar que de 1642 a 1791, el pueblo perteneció a la familia Grimaldi de Mónaco y que el nombre de bauxita, mineral de donde se extrae el aluminio, proviene de esta localidad por ser donde se explotó por primera vez.A razón del gran número de tiendas de recuerdos y de restaurantes - todos cerrados en esa época del año - me imagino como debe estar el pueblo durante los meses de verano. Mi recomendación: aunque te quedes sin comer, evita julio y agosto.