Scrubs no me hizo mucha gracia en sus primeros capítulos. Parecía demasiado estúpida, infantiloide y absurda, y no terminaba de arrancar. Pero con el paso de los capítulos, parece que se fueron centrando y consiguieron crear una de las series de médicos más realistas de la televisión, donde los trabajadores del hospital no son superhéroes ni hacen elaboradas pruebas clínicas para salvar vidas. Scrubs te los muestra como personas, en una comedia light que, sin embargo, es capaz de ir hasta lo más profundo y rodar escenas bastante estremecedoras. La que traigo hoy es una de las más recordadas de la serie, cuando el doctor Cox, obsesionado por conseguir un día perfecto (un día en el que ningún paciente muere), ve cómo varios ingresados que acaban de recibir un trasplante empieza a caer uno tras otro, convirtiendo aquel día en un infierno. Cuando el doctor Cox se rinde y empieza a tirar las cosas, no te lo tomas como uno de los pulcros y bien maquillados y peinados actores de House con trajes a medida, sino que ves a un tipo normal y corriente que ha tenido muy mala suerte.
Es una lástima que sólo tenga el vídeo en inglés, de modo que a lo mejor os perdéis gran parte del diálogo que hay. Y es importante porque al final, cuando todo ha acabado, el joven JD le recuerda a su mentor lo que dijo una vez: que no debía culparse por las muertes de los pacientes, porque si lo hacía, ya no había vuelta atrás. Entonces el doctor Cox se gira y vemos que tiene los ojos llenos de lágrimas. Por algo se lo dijo, lo sabe muy bien.
Scrubs – My Lunch