Revista Opinión

Rectificar es de sabios (pero cuesta tanto...)

Publicado el 15 abril 2010 por Héctor
"Se nos repite desde pequeños que tendríamos que aprender de nuestros propios errores, pero ¿cómo vamos a aprender de nuestras equivocaciones si no admitimos nunca, o rara vez, que nos hemos equivocado? Ahora resulta que el cerebro enfrentado a un discurso disonante puede bloquear hasta inhibirlos a determinados circuitos cerebrales "para que no molesten" [...] De lo que antecede se deducen unas sugerencias comprobadas recientemente por la ciencia. Decidimos en función de lo que creemos y no de lo que vemos. Al contrario que los primates sociales más evolucionados, no queremos cambiar de opinión ni que nos maten."

Punset, Eduardo. El viaje al poder de la mente. Destino, 2010, p.10
Con estas palabras, uno de los pensadores y científicos más preclaros de nuestro tiempo deja claro algo que siempre hemos oído pero que no tenía hasta ahora una base científica contundente. En nuestro lenguaje, es común escuchar la frase "aprende de tus errores" o "rectificar es de sabios", en un intento de buscar la superación personal en base a asumir las propias equivocaciones. 
Pero no es menos cierta la segunda parte de la cita de Punset, cuando dice que decidimos en función de lo que creemos y no de lo que vemos. Casi siempre, las creencias inamovibles se convierten en un obstáculo para el progreso, e invalidan la posibilidad de la asunción de los propios errores, la rectificación y, por supuesto, la disculpa. Estos días, leyendo las noticias, me han venido a la memoria estas palabras de Punset, al hilo de lo que sucede con dos instituciones tan arraigadas en nuestro país (una desde hace mucho más tiempo que la otra, pero igual de importantes visto lo visto en los últimos años) como son el Partido Popular y la Iglesia Católica.
A principios de la semana pasada, se levantaba el secreto del sumario sobre el Caso Gürtel, una trama de corrupción que salpicaba al PP al estar relacionados los jefes de dicha trama con distintos miembros del partido que preside Mariano Rajoy. Pues bien, a las pocas horas de conocerse el sumario se produjo un milagro que ni el de la virgen de Fátima. Numerosos cargos del PP leyeron en menos de un día las decenas de miles de folios de la instrucción para afirmar -sacando pecho por ello- que no había financiación irregular del partido por parte de las empresas implicadas en Gürtel. Ni el robot Cortocircuito, oiga.
Es cierto, no hay indicios de financiación irregular del PP por parte de la trama Gürtel, y ese es el principal argumento que esgrimen los populares en su defensa, y también de paso para atacar al Gobierno, que supuestamente "esperaba más" del sumario en cuestión. Pero no se debe olvidar que, aunque no hay financiación ilegal, sí han salido a la luz otros hechos que van de lo delictivo a lo, digamos, poco ético. Rupturas de contrato con empresas ya contratadas para dárselos a las empresas de Gürtel, designaciones a dedo de contratas para estas mismas empresas, o cobro ilegal de comisiones por parte del ex-tesorero del PP Luis Bárcenas, a quien Rajoy "invitó" a abandonar el partido pero que aún mantiene su escaño como senador en la Cámara Alta.
Y eso sólo en Madrid, porque en Valencia encontramos cosas como el tema de los regalos a altos cargos populares. Se defienden diciendo que los regalos son cosa habitual en nuestra sociedad (¿quién va a rechazar un regalo hecho de buena fe?), pero el tema empieza a resultar sospechoso cuando los regalos -que van desde trajes, bolsos o relojes hasta juegos de la Play Station- son otorgados al Presidente de la Generalitat Franciso Camps, a su esposa, sus hijos, la Presidenta de les Corts Milagrosa Martínez, numerosos diputados, Consellers y hasta a jefes de prensa de medios afines al gobierno popular. Vamos, que sólo faltaba la señora de la limpieza. Y cuando esos regalos vienen además de parte de personas (como el ínclito Álvaro Pérez, el Bigotes) procesados por el caso Gürtel y como compensación a la adjudicación de proyectos (ferias, actos electorales) casi en monopolio, la cosa no debe quedar impune.
Pero lejos de asumir sus propios deslices, el PP no se considera culpable de nada en absoluto. Es más, en un giro copernicano tan imposible como bochornoso, se consideran víctimas de unos "chorizos" que quisieron aprovecharse del partido. Que pena que nadie se viera venir a Francisco Correa y compañía...Y por si fuera poco, acusan a la policía de introducir pruebas y documentos falsos para implicar al PP en la trama. Una acusación que, lanzada así sin pruebas, atenta frontalmente contra las Fuerzas de Seguridad del Estado y contra nuestro propio Sistema de Derecho. Y todo por intentar salir de rositas.
Voy ahora con la Iglesia. La Iglesia Católica es una institución gigantesca, que se mueve a una velocidad imperceptible, muchos años por detrás de la sociedad que la alberga. La Iglesia se considera a sí misma como una "sociedad perfecta", una denominación que hace pensar que la autocrítica no será precisamente una de sus mayores virtudes. Por eso, muy pocas veces ha pedido perdón por algo, y si lo ha hecho ha sido mucho tiempo después del agravio. A finales del siglo XX, Juan Pablo II "se disculpaba" por la actuación de la Iglesia ante las tesis heliocéntricas de Galileo Galilei casi 400 años antes. Y por eso mismo da la impresión de que habrá que esperar algunos siglos para que la Iglesia reconozca su mala gestión en los temas tan graves que les atañen hoy en día.
Es de suponer que ha habido casos de pederastia en el seno de la Iglesia desde hace siglos, pero muy rara vez han salido a la luz pública. Sin embargo, parece que ahora la sociedad civil ha perdido el miedo a denunciar -la amenaza de la condenación eterna no es moco de pavo-, y en los últimos meses se han sucedido las denuncias de aquellos y aquellas que en su infancia sufrieron abusos por parte de sacerdotes católicos, en algunos casos con pruebas en forma de vídeo.
Ante tan horrorosa circunstancia, la jerarquía eclesiástica ha reaccionado tarde y mal. Tarde porque se sabe que algunos de estos casos eran conocidos por ellos, y que no habían actuado en consecuencia. Y mal porque no han hecho lo que se tendría que hacer en estos casos: coger al supuesto pederasta y sentarlo en un banquillo civil y ser juzgado por su actos. En lugar de eso, la jerarquía de la Iglesia ha intentado primero desviar la atención y decir que estos casos de pederastia no son más importantes que otros temas, y después actuando con tibieza contra los criminales. Un sacerdote pederasta no puede ser "juzgado" por la Iglesia, y apartado de sus funciones pastorales. De nada vale el Perdón, que te exime de los pecados de la noche a la mañana. Además de sacerdotes, son también ciudadanos, y como tales deberían estar sentados en un banquillo.
En los dos casos (y hay muchos más, y en el otro bando político también) se comprueban las palabras de Punset con las que quise abrir este texto. Es imposible rectificar, y mucho menos disculparse, si no nos reconocemos ni siquiera a nosotros mismos que nos hemos equivocado. En lugar de eso, se tiende a utilizar argumentos como el "y tú más" o el "los de enfrente también lo hacen". Por mucho que la especie humana (el culmen, de momento, de la evolución) esté dotada de la capacidad única de cambiar de opinión, no parece probable que estemos por la labor de llevarlo a cabo.

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