Revista Música
Había viajes en colectivo que se disfrutaban. Muchos en realidad.
Vivíamos en el barrio Piedrabuena, y el colectivo de la línea 50 era nuestro nexo con otros mundos. Ir al centro de Lugano era ir a otro planeta, era alejarnos levemente de la dimensión piedrabuenense.
De "ese centro", con iglesia, plaza y cine (ahora cerrado tengo entendido), ya hablaré en otro post. Pero también estaba el viaje al centro, al centro en serio; ¡al obelisco! a la Avenida Corrientes . Eso era ir a otra galaxia para nosotros. Una hora y monedas de viaje interestelar. Pero al mismo tiempo uno lo sentía como que por un instante se extendían los límites de nuestro lugar de juegos. Como si nuestra infancia siguiera vigente pero en otro envase; no sé es difícil de explicar; eran los primeros pasos afuera del barrio mientras nos íbamos convirtiendo en jóvenes.
Luego sería otra historia, como para la mayoría supongo; el afuera termina invadiendo todo, hasta convertirnos en "grandes" que dejan atrás las corridas al fondo, el fútbol en la tierra, las escondidas, el potrero, y la libertad de ser chicos, a cambio de otras libertades, que en realidad son la puerta de entrada a lo que somos ahora, y la salida de todo eso. Y esto también lo hablo con mis amigos de entonces, que por suerte conservo y mencionaré en un rato. Porque esto tiene que ver con ellos, y los viajes en el 50.
También estaba la posibilidad de ir a Flores (que era "lo más" para nosotros, y los códigos no cambiaban mucho), pero era otra línea de bondi, y este recuerdo tiene que ver con, ¿lo digo otra vez? viajar en el 50, con mi amigo Diego o con Kike, o ambos, agarrados del pasamano y haciendo popurrí de canciones de moda, y otras no tanto, o de moda solo para nosotros.
Era mirar al otro de forma cómplice mientras se cantaba algo medio bajito, y ahí arrancábamos hasta donde supiéramos; siempre teniendo en cuenta y cuidando de contar sólo con una persona de público, o dos, que eran los que se sentaban justo delante nuestro, es decir, que nosotros parados ahí casi que eramos un número de tipos despreocupados y cantantes.
Había que estar atento a lo que proponía el otro, y mientras ir pensando con qué sorprendía uno.
El repertorio tenía de todo, en pseudoinglés y en castellano. The Police, Queen, Soda Stereo, Virus, Los Violadores, Génesis, The Cure, qué mezcla ¿no?. Es que todo era y es así, un gran mezcolanza, que nos va empujando y dando ganas de ir para adelante; en ese caso, de seguir agarrados de ese caño agarrado al techo del bondi que nos da la pauta que ya somos altos, que ya llegamos, que podemos ir así una hora riéndonos, hablando, y mirando chicas. Y cantando.
Ayer escuché "Sobredosis de TV" de Soda en la radio, y me traspolé directamente a este recuerdo que les cuento. Y pensé que cuando uno cree que todo cambió se esta olvidando de que hay cosas que no, que siguen ahí, ¡incluso nosotros!, y la música sigue ahí, los libros que leíamos, y con ellos todas las cosas que imaginábamos persisten en nuestro cerebro de alguna forma. Ellas conviven con nuestra actualidad, pero estan ahí, listas para acariciarnos de vez en cuando y decirnos que no es todo una salida, no es todo dejar atrás y seguir. Que podemos reírnos de aquello y guiñarnos el ojo a la distancia, en el tiempo. Toda va a estar bien. Vas a llegar al centro, y después vas a volver.