Revista Ciencia

Recuerdos falsos para manipular y…¿ser feliz?

Publicado el 07 febrero 2015 por Rafael García Del Valle @erraticario
<img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/plugins/send-to-kindle/media/white-15.png" alt="" title="" width="" height="" data-recalc-dims="1">Send to Kindle<img src="data:image/gif;base64,R0lGODlhAQABAIAAAAAAAAAAACH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAICRAEAOw==" data-lazy-original="http://i1.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2012/09/Recuerdos.jpg?resize=475%2C316" alt="Recuerdos" title="" data-recalc-dims="1"><noscript><img src="//i1.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2012/09/Recuerdos.jpg?resize=475%2C316" alt="Recuerdos" title="" data-recalc-dims="1">En un art&#237;culo de&#160;The Guardian de hace algunos a&#241;os, se contaba la historia del actor Alan Alda y unos huevos cocidos. En una grabaci&#243;n para una serie de documentales de la que Alda era el presentador, &#233;ste se sumerg&#237;a, confiado cual narrador que nada tiene que ver con la historia que cuenta, en los oscuros campos de la memoria humana sin saber que iba a ser parte activa del viaje.Pero h&#233;te aqu&#237; que, en alguno de los descansos, los investigadores con los que se hizo el programa invitaron al actor-presentador a una merienda en el parque, donde se hizo evidente que Alda odiaba los huevos cocidos, debido a una traum&#225;tica experiencia infantil.Aquella experiencia infantil nunca ocurri&#243;: Alan Alda hab&#237;a sido el conejillo de indias de su propia serie y sometido a un implante de recuerdos falsos sin que la v&#237;ctima tuviera la m&#225;s m&#237;nima sospecha. Los detalles del experimento los recoge la directora del mismo, la psic&#243;loga Elizabeth Loftus, en un art&#237;culo publicado en 2003 en la revista American Psychologist &#8211;del que se extraer&#225;n, sirva de aviso, los dem&#225;s ejemplos de este art&#237;culo&#8212;.Loftus explica que Alda hab&#237;a sido sometido previamente a un cuestionario sobre su vida, se le hab&#237;a preguntado sobre sus h&#225;bitos personales y se hab&#237;an establecido conexiones entre su comportamiento y sus gustos culinarios. Finalmente, los investigadores se las apa&#241;aron para explicarle que, seg&#250;n los resultados, quedaba claro que &#233;l odiaba los huevos cocidos porque un mal d&#237;a, de peque&#241;o, tuvo tal empacho de tanto comerlos que los acab&#243; odiando para siempre.Alda dio por hecho que la conclusi&#243;n era suya, que realmente odiaba los huevos cocidos y que hab&#237;a tenido una traum&#225;tica experiencia durante su infancia que le hab&#237;a marcado de por vida.Desde hace d&#233;cadas, la investigaci&#243;n psiqui&#225;trica ha perfeccionado m&#233;todos para que las personas asuman informaci&#243;n falsa y recuerden hechos propios que nunca tuvieron lugar.Primero, el individuo se convence a s&#237; mismo de que es posible que un suceso haya ocurrido. Luego, se convence de que &#233;l mismo experiment&#243; ese suceso. En este punto, &#8220;sabe&#8221; que el hecho implantado ocurri&#243; pero que no tiene una memoria muy clara sobre los detalles. Entonces, es cuesti&#243;n de que se le &#8220;gu&#237;e&#8221; para que su imaginaci&#243;n rellene los huecos y ofrezca la visualizaci&#243;n deseada.Elizabeth Loftus llev&#243; en su d&#237;a los experimentos fuera de los laboratorios para comprobar si ser&#237;a posible implantar recuerdos falsos en el entorno cotidiano, donde las reacciones emocionales ante la realidad habitual son m&#225;s intensas y tienden a complicar los resultados obtenidos en el entorno artificial de una sala de experimentaci&#243;n.As&#237;, cuenta c&#243;mo ella y sus colegas, tras esparcir unas gotas de desinformaci&#243;n entre los testigos de un ataque terrorista en Mosc&#250; en 1999, lograron testimonios sobre el atentado en que los declarantes hablaban de animales muertos y heridos, como gatos que yac&#237;an sangrando entre los escombros, descritos con gran detalle y realismo.Pero nunca hubo tales animales en el escenario del ataque terrorista. &#8220;Podemos distorsionar f&#225;cilmente el recuerdo de los detalles de un acontecimiento que experimentamos&#8221;, dice Loftus, &#8220;y tambi&#233;n podemos llegar hasta el punto de implantar recuerdos totalmente falsos; los llamamos &#8216;recuerdos falsos enriquecidos&#8217; porque son muy detallados y extensos&#8221;.Los investigadores han llegado al punto de poder implantar recuerdos imposibles que se escapar&#237;an a toda l&#243;gica, como afirmar sin ninguna duda que se tuvo un encuentro con Bugs Bunny en Disneylandia.Bugs Bunny habita en el pa&#237;s de Warner Bros&#8230;Un detalle de este tipo no es ninguna tonter&#237;a si se transplanta la analog&#237;a y se consideran las consecuencias que tiene, por ejemplo, la declaraci&#243;n de un testigo ocular en un juicio por asesinato.Nada impide, as&#237;, que la realidad se complique de manera kafkiana y sean varios los testigos que hayan visto a Bugs Bunny en Disneylandia, porque entonces no habr&#225; dios que libre al inocente conejo de una condena por espionaje industrial.Una emoci&#243;n fuerte puede tanto reforzar como debilitar los recuerdos reales.&#160;Por un lado, los recuerdos falsos, una vez aceptados, pueden evocar fuertes emociones e imitar&#160;sentimientos reales sin ninguna diferencia. Por otro lado, en el caso de traumas, por ejemplo,&#160;se reduce la importancia de recuerdos dolorosos hasta el punto del olvido. Esto es otra&#160;forma de recuerdo falso: algo que nunca ha ocurrido.Un grupo de la Universidad de Sussex, dirigido por el psic&#243;logo Daniel Wright, encontr&#243; que las personas propensas a la falta de atenci&#243;n y fallos de memoria son las&#160;m&#225;s vulnerables a los recuerdos falsos. En una necesidad del cerebro por rellenar los espacios en blanco, los&#160;olvidos pueden dejar a estas personas indefensas ante la distorsi&#243;n de recuerdos, por lo que verdadero y falso se tornan m&#225;s dif&#237;ciles de distinguir.Michael Anderson, de la Universidad de Oreg&#243;n, ha estudiado la capacidad de ciertas sustancias qu&#237;micas para anular los recuerdos de experiencias traum&#225;ticas.&#160;As&#237;, el propranolol se ha convertido, gracias a los experimentos de diferentes universidades, en un bloqueador com&#250;nmente prescrito para los casos de desorden de estr&#233;s postraum&#225;tico, interfiere con la ruta neuroqu&#237;mica que se cree es responsable de hacer que acontecimientos que suscitan emociones intensas sean m&#225;s memorables e interrumpiendo el proceso de recuerdo.Pero la inducci&#243;n qu&#237;mica del olvido tiene su efecto sobre recuerdos reales, no sobre fantas&#237;as. Es decir, se pueden eliminar los traumas experimentados mientras permanecen los recuerdos falsos implantados.&#160;Esta inducci&#243;n del olvido de experiencias reales es algo que, complementado con la implementaci&#243;n de recuerdos falsos, abre las puertas a infinidad de posibilidades y retorcimientos: &#191;Qu&#233; pasar&#237;a si, por ejemplo, en lugar de gatos heridos, los testigos recordaran individuos con turbante en la cabeza corriendo entre el humo de los atentados de Mosc&#250;?Los&#160;experimentos de Loftus&#160;sobre la interacci&#243;n entre recuerdo y emoci&#243;n concluyen con que el asunto es m&#225;s complejo de lo que se pensaba hace una d&#233;cada, hasta el punto de que las aparentemente sencillas preguntas de quien trata de averiguar los detalles de un suceso condicionan en tiempo real los recuerdos del testigo. En caso de que las preguntas se hagan con una intenci&#243;n determinada y un prop&#243;sito consciente, el testigo se convierte en v&#237;ctima de una manipulaci&#243;n.La diferencia entre los experimentos y la manipulaci&#243;n es tan simple como que la v&#237;ctima sepa o no de la manipulaci&#243;n a que ha sido sometido. Si a Alan Alda no le dicen lo que hab&#237;a sucedido, el actor pasar&#237;a el resto de su vida seguro de su trauma infantil.Se puede, por ejemplo, lograr que alguien recuerde un encuentro desagradable con cierta persona, que hubiera insultos o cualquier tipo de desprecio. De esta forma, el control sobre el comportamiento de la persona afecta a su vida m&#225;s personal. Y todo sin que la v&#237;ctima sea consciente de manipulaci&#243;n alguna.Pero hay una vertiente m&#225;s &#8220;positiva&#8221; en esto de la manipulaci&#243;n: la inducci&#243;n de olvidos y recuerdos falsos es defendida como una soluci&#243;n terap&#233;utica para los casos de estr&#233;s postraum&#225;tico. El caso es que, puesto que cada d&#237;a somos m&#225;s vulnerables y &#8220;sensibles&#8221; al sufrimiento, es de esperar que los requisitos para tomarse un par de&#160;propanololes sean cada vez menos.Dice Loftus que, al final, es una cuesti&#243;n de elecci&#243;n personal: o ser m&#225;s sabios pero tristes y deprimidos con los recuerdos de todos los horrores pasados, o no tener tanta memor&#237;a pero vivir felices:In the end, says Loftus, it will come down to personal choice. &#8220;What would you rather be in the world, sadder but wiser, all too well remembering the horrors of your past and feeling depressed, or perhaps not remembering them very much and being a little happier?&#8221;.Una reflexi&#243;n que hace irresistible citar un pasaje de esa profec&#237;a autocumpli&#233;ndose que es Un mundo feliz, de Aldous Huxley:&#8230;la gente ya estaba dispuesta hasta a que pusieran coto y regularan sus apetitos.&#160;Cualquier cosa con tal de tener paz. Y desde entonces no ha cesado el control. La&#160;verdad ha salido perjudicada, desde luego. Pero no la felicidad. Las cosas hay que&#160;pagarlas. La felicidad ten&#237;a su precio.</span>

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