Tranquilos, que no he sufrido ningún percance cardíaco ni espero padecerlo. Este título se debe a que desde el viernes he estado, como os adelantaba en la última entrada, acabando un relato para el XI Concurso de Relatos del Ka-Tet, y cuando tengo algo así entre manos soy un auténtico desastre, incapaz de centrarme en otras labores (como actualizar el pobre blog...). Además, la semana empezaba ayer con un catarro de esos de aúpa que ya empezó a dar señales de vida el domingo por la tarde-noche, y a mi los catarros me dejan realmente para el arrastre. Estoy seguro que si me pegan una paliza no quedaría peor que con el dichoso catarro.
En fin, que ya he terminado el relato, el catarro remite (al menos ese dolor de cuerpo generalizado que me deja chafado), y ahora sí que sí, es hora de que este blog recupere el pulso habitual, que hay viajes que contar, películas que poner a parir y cositas que contar y con las que poneros al día.
Os dejo con una buena canción para empezar este martes que aquí, en el norte, ha amanecido como nos dejó el lunes: diluvio universal y vientos huracanados. ¡Sálvese quien pueda!