[7/10] La tristeza y la desesperación son dos estados del alma que solo pueden curarse rezando, con una sonrisa o ahogando las penas en alcohol. Son enfermedades que dejan al paciente postrado en la apatía o que le empujan a una violencia desatada que pronto se volverá en contra bajo la forma de culpa y dolor. Así viven Joseph y Hannah, los protagonistas de “Redención (Tyrannosaur)”, hundidos en la dureza de la vida y en la soledad del desamor. Él es un hombre viudo, alcohólico y violento, sumido en la amargura desde la muerte de su esposa; ella es una mujer de condición acomodada, madre frustrada que vuelca su afecto en obras de caridad cristiana y a quien su marido humilla y maltrata. Aparentemente son caracteres opuestos e incompatibles, pero la compasión en la desgracia tiene el poder de unir y cicatrizar heridas, y al hombre siempre le queda una segunda oportunidad.
En esta trágica historia de liberación, Paddy Considine nos obliga a descender a los infiernos interiores de dos personas que sufren el dolor de la pérdida, en un caso por muerte y en otro por el no nacimiento del hijo deseado. Su soledad sólo es mitigada con golpes y algo de cerveza o con plegarias y paseos por el parque, y mientras uno busca quien le regale una sonrisa o un poco de amabilidad, el otro dedica sus días a dispensársela a quien se le acerca pidiendo ayuda. De alguna manera, rivalizan en su fracaso existencial y arden en los mismos deseos de cambiar de vida, pero el entorno no es fácil… porque los perros no paran de ladrar y los tiranosaurios no cesan de perturbar la paz del espíritu. Aquí la historia se repite y parece que se hace real el refrán de “muerto el perro, se acabó la rabia”… a tenor de lo sucedido a los dos chuchos y a sus amos. En esta historia bien narrada y con buen uso de la elipsis, Considine respeta el misterio del pasado de Joseph, aunque un comentario de soslayo permite vislumbrar resonancias en la situación de Hannah.
El camino de redención ha sido muy transitado por el cine, y ahora lo recorremos por un sendero que mantiene las constantes habituales del subgénero, necesarias para que el espectador crea realmente en los personajes y en su infortunio. Situaciones de rabia y violencia extremas, un lenguaje poco refinado y reacciones destempladas, ambientes poco hogareños y acogedores, solitarios personajes de rostro taciturno que deambulan por la ciudad como almas en pena, y una fotografía de luces frías y apagadas que crea atmósferas desasosegantes y opresivas. Pero nada de ello nos adentraría en el infierno de la desesperación sin las físicas e intensas interpretaciones de Peter Mullan y Olivia Colman, el primero con una profunda y penetrante mirada que le muestra como animal herido en sus entrañas, y la segunda con un gesto que refleja abnegación y agotamiento en su agónica lucha por sobrevivir.
Película dura y triste con individuos que salen a buscar una sonrisa y antes deben purificarse en el dolor, con perros que sufren la violencia de sus amos y tiranosaurios que transmiten la inquietud de la culpa, con animales heridos por errores del pasado que tratan de abrirse paso en el futuro. La factura y el tema harán las delicias de quienes gusten del cine británico social más tremendista, oscuro e intensamente emocional, con personajes bien trabajados en el guión y magníficamente encarnados en la interpretación, con un humanismo latente pero muy pegado al terreno y donde la religiosidad de Hannah se queda en el pietismo simplón… sin solidez antropológica ni efectos balsámicos. No es agradable de ver porque hay mucho dolor y angustia, mucha brutalidad y crueldad, pero entre tanto derrotismo y desazón se atisba una tenue luz… y parece que el tiranosaurio puede llegar a desaparecer.
Calificación: 7/10
En las imágenes: Fotogramas de “Redención (Tyrannosaur)”, película distribuida en España por Festival Films © 2011 Warp e Inflamable Films. Todos los derechos reservados.