Revista Cultura y Ocio

Reescrituras

Por Alexpeig

Reescrituras



Que no se acabe la magia
que mis ojos nunca dejen de mirarte
y que la vida siga siendo un cuento para locos
Que el pasado permanezca presente en el crepúsculo
y sea el futuro la semilla que se nutre en la mañana
Que no se acabe la magia
la magia del día y la noche
de los segundos que pasan con violenta indiferencia
mientras nosotros jugamos

como niños atrapando hadas
deteniendo el tiempo

y buscando a la eternidad,
entre la brisa y el paisaje urbano,
y las voces que envuelven tu soledad y la mía
Que no nos roben las estrellas
ni al oscuro cielo que vela por nuestros sueños
ni al bosque que guarda los instantes de locura
ni los paseos entre senderos de polvo y rabia
Y la vida contemplada desde un corazón colgando en una estrella,
un bosque amigo de tantas palabras pronunciadas al calor de la libertad
una senda tan larga y ancha como tu mirada en la mía
Que el polvo nunca deje de alzarse desde la tierra bajo mis pies
y que mi lento caminar pueda trazar el destino sobre un papel nuevo
buscando nuevos senderos de salida al mundo real
de la muchedumbre y los gestos compartidos,
la euforia de un sentir múltiple
la embriaguez de la soledad sentida
y la del gozo carnal entre ríos de sudor
Y poder volver a casa, al final del camino
encontrarte en un soleado rincón del hogar
contemplar el dulce hogar tras el áspero viaje
Que nunca dejemos de cabalgar sobre las mareas
rompiendo las olas del tiempo

y las falsas leyes de nadie y para nadie
viajar siempre en pos del Sol
montados en una vieja y pequeña caja de ruedas
perderse en la encrucijada hasta encontrar
la ley perdida en una ráfaga de viento y euforia
a ritmo de Rock and roll y poesía
¿cómo cabalgar sobre estas olas del tiempo?
Que la ciudad nunca deje de ser
que sus calles sigan conteniendo nuestros pasos
para poder respirar la vulgaridad de las masas andantes
y la nostalgia por aquel violinista borracho
y la rabia encendida por los ruidos de cacharros motorizados
la embriaguez de humos podridos a medias con las risas
a la hora de una merienda sobre un viejo banco de madera
Que la mar siga siendo un paraíso azul donde encontrarnos
allá el secreto del amor es revelado por el grito de un ave marina
(¿recuerdas aquella que nos gritaba: el amor es un orgasmo infinito?)
donde siempre hay un bohemio solitario junto a la orilla
donde el sexo es libre y espontáneo

tendidos sobre la arena
con la embriaguez de lo sensual y desconocido
reconocer el olor marino en cada bocado de piel
Que nunca dejen de existir los montes solitarios
y ver el mundo desde las alturas
seguir las carreteras de polvo y piedras hasta la cima
hallar el jardín secreto que guarda espacios de triunfo
y la descarriada conversación de dos hermanos
comiendo bajo las sombras de un algarrobo
Que no se acabe la magia
permanezcamos siempre jóvenes
permaneced siempre jóvenes
en el amor y en la amistad
en las ciudades, en los montes solitarios

y junto al mar
en la vereda de un bosque
y en los rincones sucios de la ciudad
Que no se acabe la magia
que la rebeldía sea el poder que nos abre los caminos

(fuego de la Conciencia)
que el amor pueda tocarse con los dedos
y que la amistad sea mucho más que un acto de fe
Que no se acabe la magia...
que yo jamás deje de contemplarte



Agosto, año 2005, apartamentos junto al mar, una quedada para ir al campo, recoger frutos silvestres, descansar de los trabajos. Ahora ya queda poco de aquella existencia. Serán circunstancias efímeras, o cuestión de tiempo, pero sé que no debo aferrarme al pasado. Escribí este poema para regalar magia a los que la pedían, no sé si lo hice bien, pero logré condensar en él la vida que amé y, parcialmente, y a pesar de los cambios que se avecinan, seguiré amando. Nunca desarrollé dotes para la música y el canto pero este en concreto lo concebí también como melodía, para ser cantado en mi imaginación. Sabemos que son malos tiempos para los cursis, pero esa melodía puede ser releída, repensada, alguien en alguna parte puede hacerla suya, transmutarla y establecer un horizonte hacia el que mirar. A mí me corresponde atender un capricho, de ahora. Rememorar, entender por qué estoy aquí. El poema y la pintura del encabezado remiten al sueño de la época dorada. En algún momento de la infancia remota vi una imagen ( probablemente en cualquiera de las pinturas que decoraban el hogar, paisajes en alguna película, palabras en algún libro, nunca lo sabré ) la imagen selló mi vida y toda la lucha posterior fue el acto de perseguir esa imagen. Ella contenía la suavidad, el idilio, el amor, la tranquilidad que siempre he necesitado. La pintura de Pietro Da Cortona es una aproximación a aquellas sensaciones. El objetivo de la lucha, pues, tiene mucho que ver con la necesidad de construir un ambiente muy concreto a lo largo de un proceso en el que el entorno social se empeña en ofrecer ambientes contrarios a las necesidades más íntimas. El colegio era una cárcel, la hora del patio un paraíso donde poder estar junto a alguien especial que pronto desaparecería de mi vida. El hogar era una cárcel disimulada, pero el amor de los padres y los juegos en el barrio proporcionaban aliento. La adolescencia, los estudios, aquella generación de jóvenes que ofrecían un ambiente estándar radicalmente opuesto al objetivo. Me protegí de ello con una cerrazón hermética, hasta llegado el momento, a partir de los 20 años, en que pude caminar hacia Ella con la compañía adecuada. Hicimos un pacto de rebeldía, fue útil para precisar la ruta sin ceder ni un milímetro, pero se nos fue de las manos, y esto es algo que sólo desde mi perspectiva actual puedo apercibirme y que sólo tendrá validez a partir de hoy, cuando la época dorada comience a declinar. De sus restos, queremos construir el futuro. Liberados de aquella imagen ofensiva, de sexo, drogas, ruido y diversiones, ahora se abre un tiempo para ceder y comunicar lo aprendido, influir directamente en la sociedad, remendar aquello que se nos fue de las manos. Nunca hay que construirse una torre de marfil y permanecer encerrado en ella. Aquella edad juvenil, al fin y al cabo, seguía estando regida por la eclosión hormonal, buscábamos el placer sensual, en la Naturaleza, en la belleza del efebo desnudo, en los juegos cromáticos de la puesta de sol. Nos divertíamos - siempre situados en ese ámbito férreamente controlado - leyendo a poetas, escritores excéntricos, falseadores, dejándonos llevar por la ingenuidad, como corresponde a la época. Desde ahora, sabiendo que sólo existe una imagen y un único Señor verdadero, hacia una vida cada vez más ascética, urge hallar el modo de construir puentes. Es una necesidad egoísta, es necesidad para con el prójimo, también, como lo es la fe en que esto no es algo que el mundo de ahí afuera rechaza. Una parte de mí, pues, al igual que David al final de la película Vanilla Sky - quien quiso crear su vida a partir de las experiencias estéticas, de las películas, los libros y las pinturas que sellan el destino - quiere dejar de soñar y vivir una vida más prosaica. Otra parte sabe que esa experiencia de lo sensual forma parte de la escalera hacia el cielo, y que todo, en última instancia, ha de estar regido desde allí arriba. Ese punto donde los opuestos se reconcilian y forman la Unidad.

 


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