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Recuerdo que la primera vez que vi ‘Cube’, fue en V.O. en el antiguo Alphaville de Madrid, un año después de su estreno, en una época en la que el cine, aún conseguía impactarme sobremanera y todavía quedaban muchos títulos por descubrir. Ir a la caza y captura de películas sorprendentes era un juego no sólo entretenido sino capaz de reportar grandes momentos frente a una pantalla de cine. Eso hoy en día, cada vez es más difícil. No es que vaya a argumentar que el cine de antes era mejor, porque ni soy el yayo cebolleta, ni he creído nunca que Robert Mitchum fuese mejor actor que Daniel Day-Lewis, simplemente por pertenecer a etapas más doradas. Es simplemente, que hoy en día es más difícil cogerme en un renuncio.
Decía que descubrí esta película a finales de los 90, antes de que fuera un título de culto y de que la mercadotecnia incurriese en falta grave (como acostumbra) alargando de más una saga innecesaria con tan buen primer desarrollo y tan espectacularmente bien planteado final al respecto. O debería decir final no planteado, por la falta de definición clara del mismo? Pero volviendo al principio, no pude evitar salir de la sala sobrecogido, mudo. Luego ya si pude hablar, la tensión desaparece un rato después del visionado y queda el brusco encontronazo con el mundo real. Mejor. En el Cubo, se vive mal. Las pasan putas. En el Mundo Real no hay habitaciones de colores, ni trampas invisibles, ni los jodidos números (piiiiiiiii, spoiler) son tan importantes. Pero… y si el Cubo fuese real?
En cualquier caso, fuera de tribulaciones metafísicas, lo que se queda en la garganta cuando te vuelve la voz, es el regusto de haber visto una gran película. Y eso vale su peso en oro. El de su creador Vincenzo Natali (complexión media, pero aún así son muchos kilates), que engendró un prodigio del cine de suspense y terror, sin explotar al máximo el susto fácil ni sacar a relucir asesino en serie de cera. Con lo justo. Menos es más. Dicen que en la sencillez reside el éxito de los mejores planes.
‘Cube’ lo es. Un plan cinematográfico perfecto. ¿Cómo puede una trama tan aparentemente simple, resultar tan rotundamente bien filmada? Para empezar con una puesta en escena aún sorprendente en el momento. Antes de los puzzles de ‘Saw’ y de los malos espíritus que se encierran a cal y canto en ascensores de dos por dos, la concepción de un universo reducido, claustrofóbico, inquietante y cruel no exigía más que una cárcel cúbica, interconectadas las celdas, un grupo de ratas de laboratorio humanas, con unos cuantos pecados que redimir y mucha mala uva encima, como para enfrentarse unos a otros, conspirar y matar, en cuanto las cartas pintan malas. Lo que viene siendo el genoma clásico del ser humano de a pie. Un cabrón sin escrúpulos, tanto a un lado como a otro de los barrotes.
Este cubo es una alegoría, un eufemismo de nuestro propio descalabro moral como animales sociales evolucionados. Pero también es mucho más. Sin tanta profundidad trascendental, también es un buen producto de cine de miedo, con una fría y calculada fórmula de dosificar información y de transformar un escenario minúsculo en una gran zoológico humano, como si de un gran microscopio se tratase. Espectadores, prepárense. Durante un rato serán testigos de este experimento sociológico (nada que ver con Gran Hermano ni Mercedes Milá) que repugna e intriga a partes iguales. Tanto como realistas se vuelven las aristas de su desarrollo de personajes y la resolución de escenas de tensión. Siempre al límite. Siempre buscando la salida correcta. Y si no la hay?
El uso de la cámara a corta distancia, para oprimir más al espectador. El agudo clima de incertidumbre constante, de sospecha no resuelta. Nadie conoce a nadie. Todos son malos. Tonto el que más se retrase y el último que apague la luz. Si le dejan.
Curiosa la escasa capacidad de su director, para acudir de nuevo a las mieles de tan buenas musas, pues sus títulos posteriores naufragan lo indecible en diatribas con moralina fácil (cosa que aquí evitó) y prescribe lo que podría llamarse un alumbramiento casual. Pero que grande el resultado. Siéntese y descanse, usted ha cumplido señor Natali. Otros lo hicieron peor y tuvieron siete días.
Imagino que aunque hoy en día, hasta el del fondo sabe latín, habrá generaciones enteras que ni siquiera hayan oído hablar de esta película. Para ellos va esta entrada. Corred bellacos, corred a verla.
Dirección: Vincenzo Natali
Guión: Vincenzo Natali, Andre Bijelic, Graeme Manson
País: Canadá Duración: 92 min Género: Fantástico, terror, thriller
Interpretación: Maurice Dean Wint, Nicole deBoer, Nicky Guadagni, David Hewlett, Andrew Miller, Wayne Robson, Julian Richings
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9/10