Revista Cultura y Ocio

Reflexiones blogueras de un personaje literario

Publicado el 03 mayo 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

 

Escribiendo

Un parque a mediodía es un lugar ideal para escribir.

Hace unos cuantos posts escribí sobre la salida del bloqueo creativo en el que andaba inmerso. Afortunadamente, ahora me encuentro en la fase opuesta. Los personajes han cobrado vida en mi mente y avanzan a su ritmo mostrándome tramas diversas para que escoja. Escribo en el ordenador, pero también a boli en una libreta preciosa, que ya es la libreta de mi segunda novela (aún sin título), que me regaló mi amada esposa, y que llevo conmigo allá donde me siento inspirado, sobre todo lugares donde pueda ver árboles y el cielo y donde la banda sonora la pongan el canto de los pájaros. 

Lorena fue el primer personaje que os presenté de la novela. Tiene un blog que podríamos calificar de “autoayuda”, donde explica sus experiencias vitales e intenta arropar a personas que no encuentran su rumbo. El siguiente texto es un post de su blog ‘Un paseo por la vida’, algo alejado del tono con el que suele escribir. Podría ser un post de ‘la recacha’, uno de los “sin pelos en la lengua”. Se lo podría dedicar a la pobre Sorayita y a su “puta vida” de miseria (moral), o a los candidatos popular y socialista a las próximas elecciones europeas (habrá post al respecto pronto), que han puesto ya el modo campaña on y vuelven a tratarnos como a idiotas desmemoriados… Ya, sí… Es verdad, efectivamente hay mucho idiota desmemoriado.

Se lo podría dedicar al presidente ausente y a todo su equipo ministerial, que celebra como un gran triunfo que en España “sólo” haya seis millones de parados; o al pedazo de hez, miembra de la élite empresarial, que el otro día poco menos que reclamaba que los jóvenes sin formación deberían pagar por trabajar. En fin, se lo podría dedicar a tanto desgraciado… Pero no, os lo dedico a vosotr@s con mis mejores deseos. Un granito de arena más para completar la montaña.

“La vida es una mierda. Sí, sé que no descubro nada nuevo. Lo escribo para reafirmarme en ello. Es una mierda de la que los miserables no podemos escapar. Lo tienen todo muy bien montado para que vivamos con la falsa ilusión de que es posible, pero la puta verdad es que no. Cuando una cree que existe una pequeña opción de sacar el cuello de la ciénaga la realidad se manifiesta con toda su crudeza para recordarnos cuál es el lugar que nos corresponde. Y aquí estoy, quejándome amargamente de que por culpa de un maldito pastoso, de ésos para los que una mujer de la limpieza del aeropuerto no es más que eso, una vulgar mujer de la limpieza, un ser inferior sin permiso para pensar que debe limitarse a limpiar la mierda que los pastosos como él dejan caer convencidos de que están realizando una obra de caridad, pues su mierda hace posible que seres inferiores como las mujeres de la limpieza cobren un sueldo que les permite malvivir… por culpa de ese pastoso he perdido mi trabajo de mierda. Porque he tenido la osadía de mirarle a la cara, y ya se sabe que los esclavos no deben mirar a la cara de sus amos.

No he podido contenerme. Es algo que me supera. Hace unos años me habría callado. Habría asumido que la realidad es así. De hecho, ni siquiera me habría planteado la indignidad que supone que un tipo hable de millones como quien habla de caramelos. Pero ahí estaba él, despidiendo a un subordinado por teléfono porque había fracasado una operación millonaria en la Bolsa. Sin inmutarse, entre sorbo y sorbo de cava del que cobran a cien euros la botella. Él, por supuesto, lo tenía gratis, como merecen los buenos viajeros VIP. Es una cuestión de clases, de categoría humana: los ricos son buenos y requieren de los servicios más exclusivos; los pobres somos escoria que debemos satisfacer sus necesidades. Y si la escoria se rebela, a la puta calle.

¿Pero sabéis qué? Esta vez no voy a volver a caer hasta el fondo de la ciénaga. Me voy a mantener a flote y voy a seguir braceando con la idea tozuda de salir de ella. Me he rebajado demasiadas veces, he permitido que me ninguneen demasiado tiempo, he recibido demasiadas bofetadas, y me ha costado demasiadas lágrimas darme cuenta de que merezco vivir dignamente. Limpiando la mierda de los demás sentía que, más allá de lo desagradable del trabajo, me estaban pisoteando. Me sentía como una cucaracha, con la diferencia de que la cucaracha genera alguna reacción. En el aeropuerto a las limpiadoras nos obligan a ser invisibles, a no interactuar con la gente, mucho menos mirarla a los ojos y dirigirle la palabra. Somos un mal necesario y como tal nos tratan.

Estoy harta de que me traten como a una mierda. Y lo que tengo que deciros hoy aquí es que no debéis permitir que nadie lo haga. No sois mierdas. Sois personas con inquietudes y deseos, y lo mínimo que deberíamos esperar del mundo en el que vivimos es que se nos permita soñar con llevarlos a cabo. Yo voy a hacerlo. Y, para empezar, voy a buscar a ese tipo indecente para presentároslo, para que pongáis cara a la indignidad que dirige el mundo. Seguro que conocéis montones de ejemplos, no sólo los que nos vienen a todos a la cabeza, sino de experiencias personales. Os invito a que los compartáis.

Por cierto, si los pastosos son despreciables, mucho peores son los gusanos complacientes que se arrastran a sus pies. Os presento a uno, mi ex jefe, un gilipollas integral.”

 


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