Son muchas las cosas que me preocupan en torno a los cambios que vienen produciéndose en nuestros hábitos de vida así como en la dirección a la que se dirige nuestra sociedad.
No tolero la manipulación a la que estamos sometidos, la dictadura de los medios, las garras del capitalismo, la conciencia individual, el fracaso de la política, la desconsideración hacia el medio ambiente, el fracaso cultural (que no escolar) y tantos otros desmanes que vienen produciéndose durante los últimos años, por los cuales nos hemos convertido en meras MARIONETAS del tejido productivo y del sistema
No pretendo que nadie modifique sus hábitos de vida, no soy quien, pero si alguien, ya sea por azar o por voluntad propia, lee esta reflexión y posteriormente realiza una mirada introspectiva con el fin último de la autocrítica, entonces habrá valido la pena.
Debemos comenzar a ver el mundo de manera global, pensando que los problemas que amenazan a nuestra sociedad, son también nuestros problemas. Acostumbramos a tener la visión inversa, preocupándonos única y exclusivamente de nosotros, de nuestra economía, nuestra salud, nuestro bienestar, nuestra higiene, etc… solemos ser muy críticos con lo que está ocurriendo en la casa del vecino, en nuestro pueblo o en nuestro país, pero no hacemos nada para cambiarlo o mejorarlo.
Las soluciones no están en manos de los políticos, están en las nuestras. Debemos mejorar nuestra conducta individual, no incurrir en fraude, no fomentarlo e incluso denunciarlo.
Hemos de ser conscientes que en una sociedad maltrecha, si no se pone coto a las malas acciones individuales o de conjunto, es imposible prosperar. Para solucionar los grandes problemas de una sociedad, hemos de empezar por nosotros mismos. Analizar nuestras acciones con sinceridad y eliminar las conductas o hábitos que sean negativos para el porvenir del conjunto. Solo de esa manera, con objetividad, con entrega personal y tiempo, podremos llegar a sanear muchos de los problemas que se nos plantean en la actualidad.
Hemos de ser críticos con las fuentes de información externas, elegir con coherencia los contenidos que nos aportan positividad, cultura, educación, en definitiva salud mental.
Una vez hayamos conseguido el primer objetivo, desaprender lo aprendido, podremos iniciar nuestra propia reeducación. Será entonces, cuando podamos abordar con garantías la educación de las nuevas generaciones. Una educación basada en valores éticos y sociales mucho más sólidos que los actuales.
En la Abadía de Westminster se encontró una lápida de un obispo anglicano que decía:
"Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y -quien sabe- tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo."
Por: Mario Ortega Pascual