Tras dos semanas desde el final de Liga todavía no me acostumbro al amargo sabor de la derrota, algo que tenía medio olvidado desde hacía unos cuantos años. Y es que aunque la temporada no ha sido completamente en blanco, al culé una Supercopa le sabe a muy, muy poco.
Si bien es cierto que ser subcampeón de Copa, quedarse a 41 minutos y un gol de ser campeón de Liga y ser eliminado en cuartos por el subcampeón de Europa no debería ser del todo una mala temporada, la sensación que queda es de desastre total, agravada aún más por los líos de directivos y presidente y la incompetencia que desde hace años emana la dirección técnica.
El juego del equipo no ha ayudado en nada a paliar estas sensaciones. El Tata se marcha tal y como vino tras ser sepultado por avalanchas de críticas semigratuitas por parte de los medios y por lo poco que creyeron los jugadores en su ideario futbolístico. Cada vez me hago más la idea de que lo engañaron para venir como al bueno de Robson en el 96.
Una lectura positiva que el culé puede sacar de todo esto es que no se puede ir a peor y sólo cabe la opción de mejorar. La vuelta a los orígenes con un entrenador de la casa como Luis Enrique puede ser aún mejor recibida tras este fallido experimento de traer a un foráneo a años luz del estilo blaugrana, borrando cualquier pequeña duda que pueda aparecer por la poca experiencia del nuevo técnico. Porque a pesar de hacer un gran papel en el Celta y en el Barça B (no tanto en la Roma) su falta de experiencia en un grande puede ser el único contrapunto que se le puede achacar al asturiano.
Una vez solucionado lo del nuevo entrenador, queda lo más difícil, que no es otra que el tema de los jugadores. Si bien es cierto que son los mismos que alzaron a los altares futbolísticos a este equipo, también es cierto que hay engranajes que llevan un par de años chirriando. Se ha hablado mucho de revolución, reestructuración y cambio de plantilla, pero conforme pasan los días esto tiene más pinta de ser un lavado de cara y un poco de maquillaje que no de una limpieza seria de vestuario.
Porque echar a Pinto, Song, Afellay o Cuenca no creo que sea tan significativo como para hablar de cambios profundos. De acuerdo que aún es un poco pronto, pero el Mundial hará el verano muy corto para preparar la nueva temporada, aparte de encarecer según qué refuerzos. Otros en cambio ya han hecho los deberes, véanse los casos de Lewandowski o David Luiz. Eso sí, tenemos portero, algo que era de esperar teniendo en cuenta que Valdés anuncio hace año y medio que no continuaría en el club.
La afición culé resignada ante la derrota en Liga.
Pero lo que más duele, más que la falta de títulos, el ridículo institucional y el mal juego, es la actitud de ciertos jugadores. Porque puedes perder, puedes estar mal dirigido y puede que no te salgan las cosas, pero la entrega en el campo no se negocia. No debe existir la más mínima sospecha de que un jugador del Barça no lo está dando todo por el escudo y el equipo. Es lo único que puedo envidiar del Real Madrid, junto con el fichaje en su momento de Zidane, esa ansia por la victoria que hace que la derrota no sea una opción fácil. Que se lo pregunten a Ramos. En cambio en el Camp Nou, tras el empate contra el Getafe y sin haber jugado ni Atlético ni Real Madrid, a Xavi le faltó tiempo para anunciar la pérdida de la Liga y el final de temporada. Algunos dirán que en una situación así hay que ser realista y asumir la derrota cuanto antes, pero el culé no debe dejar la esperanza de lado hasta que no haya más remedio.
Ligado a esto, la otra cosa que no entiendo es la imagen que están dando los capitanes de este equipo. En el empate en la última jornada ante el Atlético que corroboraba la pérdida de la Liga, nadie salió a la zona mixta a hablar con los medios. Tan solo Iniesta a pie de campo y Mascherano, quien parece que es de los pocos que entiende lo que es representar y liderar a un equipo, dieron la cara ante la derrota. En cambio otros, que se llenan la boca de catalanidad, amor al club y sentimiento culé, han olvidado bien rápido el ridículo de una temporada nefasta.
A Piqué se le vio dos días después en Las Vegas amorrado a Shakira y ha vuelto para renovar su contrato, Xavi se ha puesto una peluca para rodar un anuncio, Cesc nos ha enseñado su yate y Messi ha dado rienda suelta a sus ganas de Mundial tras haber firmado una millonaria renovación y colgar un polémico anuncio en una red social china. Son pequeños detalles que en cualquier otro momento pasan desapercibidos y rápidamente se olvidan, pero que ahora mismo son muy inoportunos y que pueden hacer pensar que el Barça no ocupa tanto espacio en sus vidas como lo ocupa en la vida de otros más humildes.
El fin de semana pasado en el Palau Blaugrana la afición culé colgó una pancarta, que si bien iba dedicada a la derrota del equipo de básquet en la Final Four de Milan, también se podría aplicar perfectamente a la sección de fútbol: “No os pedimos que ganéis siempre, pero sí que luchéis hasta el final”. Así de sencillo es.
Y por si todo esto fuera poco, el Madrid ha ganado la Décima…