Revista Solidaridad

Reflexiones de un hambriento

Por Pcelimendiz

Ha vuelto a pasarme. Al igual que hace un par de años, he vuelto a ser señalado como un ser insolidario al negarme a coger la bolsa que, a voz en grito, me acercaba uno de los voluntarios de la gran recogida que los Bancos de Alimentos han organizado este fin de semana pasado.

Reflexiones de un hambriento

"Reflexiones de un hambriento" 1894 E. Longoni

No os aburriré con los detalles. Fue un episodio parecido al que en aquella ocasión os relataba en esta entrada. Y como en ella también os contaba mi postura al respecto, tampoco seré más pesado con el tema.
Sí os recomiendo la estupenda entrada al respecto de los compañeros/as de Ágora de Treball Social de Lleida  ("Atún y galletas, Menú de los pobres de hoy, sábado"), un estupendo trabajo de análisis, reflexión y alternativas al respecto de estas iniciativas.
También le podéis echar un ojo a este artículo "Es hora de cerrar los Bancos de Alimentos", en la web Renta Básica Universal
En todo caso, a pesar de que muchos de nosotros mantenemos una postura crítica al respecto de estas iniciativas y de que son cuestionadas desde muchos ámbitos en la intervención social, la verdad es que éstas gozan de una salud envidiable, pues las cifras en voluntarios y alimentos recogidos no dejan de incrementarse año tras año.
La extremada legitimidad social de estos Bancos y sus repartos de alimentos tienen diversas razones, ancladas en nuestro átavico subdesarrollo en materia de política social y sustentadas en una ideología benéfico-asistencial que estamos lejos de superar, pues entronca directamente con las corrientes neoliberales que arrasan nuestra sociedad.
Pero a mi juicio hay otras razones, seguramente contaminadas de esa ideología de la que hablo, que son igualmente importantes.
Una atañe a los profesionales y técnicos variados en esto de la acción social. Incapaces de consensuar unas alternativas eficaces a estos bancos, perdidos en palabrería en torno a la justicia social y los derechos sociales mientras por acción, omisión y/o obligación, diseñamos y gestionamos prestaciones y servicios tan asistenciales como aquello que denunciamos.
La otra tiene que ver con un factor psicológico de enorme fuerza rectora: nos hace sentir bien, esto de dar alimentos a los pobres. Nos reconcilia con el sentimiento de culpa que nace de nuestra desigualdad y nos genera una ilusión de reducirla que, aún siendo paradójica, no es menos tranquilizadora.
En cualquier caso, Wang y yo lo tenemos claro. El año que viene evitaremos ir al supermercado un fin de semana como éste. Nos ahorraremos algún disgusto.
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Entrada dedicada a mis colegas, amigos y amigas andaluzas. Que este fin de semana sí que han tenido un disgusto de los de verdad.

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