Revista Cultura y Ocio

Reflexiones de una lectora #5: Personitas que crecen leyendo

Publicado el 13 octubre 2017 por Alaluzdelasvelas
Reflexiones de una lectora5¡Hola, hola, hola! Hoy me he levantado medio filosófica. Eso y que estoy cansadísima. Sí, ya sé, ya sé, he tenido un puente maravilloso de la muerte, pero ya sabemos todas y todos que, cuántas más fiestas hay, menos ganas tenemos de hacer cosas productivas. Prueba de ello es que en lo que llevamos de octubre no he acabado un solo libro – lo cual, en realidad, es comprensible, porque El temor de un hombre sabio es un Señor de los Tochos. (Chistaco. Ya paro) –. A lo que iba. Tenía ganas de hablar de algo que, a mi juicio, le pasa a cualquier personita que lee. ¿Vamos a ello?
Personitas que crecen leyendo

Reflexiones de una lectora #5: Personitas que crecen leyendo
No sé cómo he llegado a la conclusión de que tenía que escribir esto. Supongo que la verdad es que se me han juntado circunstancias personales, unas ganas locas de ponerme en plan profunda y esa morriña que nos entra a todas cuando pensamos en tiempos pasados. El caso es que, mirando mi estantería, me he dado cuenta de que ya no leo novela juvenil. No porque no me guste, sino porque… bueno, porque supongo que, en cierto modo, ya no me llena. No como antes. Quiero explicarme. Hace cuatro o cinco años era más feliz que una perdiz cuando entraba en la librería e iba directa a la zona juvenil – una que, al menos a mi juicio, muchas veces ni siquiera está bien distribuida, pero eso es otro tema –. Los ojos me hacían chiribitas cuando acariciaba con pericia los lomos, las portadas; cuando leía cada título y me paraba a leer las sinopsis. Qué irónico, porque ahora me niego a leer las sinopsis y si las incluyo en las reseñas es sólo porque no soy quién para privar a nadie de pasarse mi opinión por el culo y contentarse con el resumen de la editorial. Decía que ya no me llena. Y es que es verdad. Autores que antes me maravillaban ahora me dejan con esa sonrisa en los labios y ese pensamiento de: “yo antes adoraba sus libros”. Antes, porque en cierto modo, leyendo… crecemos. Dejamos atrás la niña que pensaba en príncipes y princesas, porque sí, amigas y amigos, aunque a día de hoy lo mío es de diagnóstico para con las relaciones sentimentales, cuando era pequeña adoraba las historias que acaban con cuentos de hadas. Juzgadme si queréis, pero el tema está en ser sincera y yo hago una oda a dar una patada en los mismísimoskiwis a la puta hipocresía. Crecer como lectoras. Crecer como lectores. La de cosas que he aprendido con la literatura, en estos años. Cosas como que guardarse la opinión, a lo sumo, nos provoca úlceras emocionales – y reales en algunos casos, fijo –, cosas como que a veces vale la pena poner toda la carne en el asador… cosas como que hay momentos en los que hay que decir “basta”. Hacerse mayores. Cambiar de registro. Leer, llorar, sonreír y cabrearse. Pasar de la novela de instituto a la de universidad y saltar a cosas más escabrosas. Relaciones reales, de las que te petan en la cara cuando menos te lo esperas porque, oídme (leedme), no somos perfectas, no somos perfectos. Cambiar las fantasías. De las suaves a las más crudas. Cambiar de distopías. De las opresivas a las subversivas. Y disfrutar cada lectura en su momento porque, por mucho que pueda jodernos, hay libros para todas las mentalidades, ya no sólo las edades.Antes disfrutaba leyendo y escuchando música al mismo tiempo. A cada libro le elegía un álbum de música. Ahora, sencillamente, no. Disfrutar de los momentos de break, ya sean en ese autobús de locos en el que todo el mundo habla al mismo tiempo; en ese rincón de la biblioteca con una sonrisa ladeada en los labios, sabiendo que, pese a que tendrías que estar estudiando, diez páginas más no van a suponer la diferencia… ese momento antes de salir con tus amigas a quemar la noche, ese momento de lucidez previo a la embriaguez de saber que, al menos por un día, puedes comerte el mundo. Ese momento. Ese jodido momento. Ese bendito momento.Supongo que hay personas que leen para vivir y personas que leemos como ritual. Para mí la lectura, a día de hoy, supone un punto de desconexión. Llamadlo terapia, llamadlo momento de relajación. Llamadlo como demonios queráis llamarlo. La lectura, decía, como momento en el que sólo existes tú y la historia. Da igual si el mundo del que se habla existe o no mientras lees. Da igual, porque es un mundo en el que tus problemas, sencillamente, mueren. Mueren como morimos todos. Mueren porque es lo natural. Y qué bonito es ver cómo los problemas se alejan, ni que sean unas horas, ¿verdad?Crecer leyendo. Cambiar de registros. Volver a los viejos y sonreír por los viejos tiempos. Como cuando tu madre te mira y te cuenta tus grandes cagadas de cuando eras poco más que una cría. Como cuando ves a tu abuela y te dice que de pequeña dormías abrazada a una vaca de peluche. Como cuando ves esos condenados recuerdos y, muy a tu pesar, piensas que no estaría tan mal volver a ser peque. Crecer leyendo. Aceptar que se crece leyendo. Y evolucionar. Ante todo, evolucionar.

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