Por July Borrero
Voy a intentarlo.
Escribo este artículo, que pretende ser un artículo de opinión política, desde el más profundo de los respetos. Respeto a la democracia, o lo que quede de ella, pero, sobre todo, respeto a todas y cada una de las personas que tienen una ideología totalmente opuesta a la mía.
Escribo con dos objetivos principales;
1º- Sin imponer nada a nadie. Sin pretender ir más allá de expresar una opinión. Que es solo opinión y que es solo mía. Mía sin ningún sentido posesivo, de lo contrario no la compartiría. En algún sentido, poseer es lo contrario a compartir.
2º- Y fundamental. Con el objetivo y el deseo de no faltar el respeto a nadie. De no pretender anteponer mis ideales a los de otro. Creo mucho en lo de tener ideales, aunque ya no esté de moda, yo sí creo. Y como creo en ellos, detesto la idea de imponerlos sobre otros. Por lo tanto, pretendo que cualquiera, que piense totalmente opuesto a mí y que se detenga a leer este artículo, al final del mismo sienta que no se ha faltado el respeto en ningún momento.
Dicho esto, vamos a ello.
Escribo esto como perdedora. Desde el lado de la derrota.
Hace un año que empezó a materializarse la posibilidad de hacer realidad un sueño. Un sueño cuyo inicio algunos lo sitúan allá por mayo de 2011. Soy incapaz de situar temporal o geográficamente el inicio de ese sueño. A lo mejor, algunos ya nacimos soñando.
Un sueño que podría resumirse en una frase: “Otra España es posible”. Porque, en este punto, quiero aclarar que también queremos a España. Por eso, queremos una España diferente, aunque no alcemos la bandera ni celebremos el día de la Hispanidad, pero soy de las que creo que el “amor patrio” no se demuestra así.
No voy a detenerme a detallar en profundidad el año político español.
Un año lleno de movimientos y giros para que, al final, nada cambie. Para volver a aquel noviembre de 2011, donde todo empezó a doler aún más.
Durante este año se ha puesto de moda la frase: “solo les importa un sillón”. Una frase, aparentemente, débil como argumento, pero cargada de verdad. Un sillón que conlleva unos privilegios indescriptibles, que le dan la victoria frente al ciudadano.
Un año, en el que de forma reiterada, se ha puesto de manifiesto la falta de respeto al ciudadano y a su voto intentando que interiorizásemos el sentimiento de culpa, de habernos equivocado a la hora de votar. ¡Mentira! Es una mentira vomitiva. Nosotros no nos hemos equivocado a la hora de votar. Que quede bien claro. No nos hemos equivocado. No tenemos culpa, los culpables son ellos que no han sabido gestionar nuestra decisión. No hay más culpables que ellos.
Han pasado este año jugando con nosotros. Pero no en el sentido de compartir juegos, no, sino en el sentido de situarnos como perdedores antes de empezar el juego. En el sentido de jugar sin rival. Han jugado con el “ahora me abstengo”, el sí pero no, el no pero sí, el quizás, el “nos vamos a terceras elecciones”. Han jugado utilizando las palabras de tal forma que solo transmitiesen incertidumbre e intranquilidad al ciudadano. Y para mí, la incertidumbre es una forma de violencia política.
Un año donde lo único que ha quedado claro es que carecemos de representantes políticos con la suficiente madurez para gobernar. Ha quedado claro la carencia de capacidad política de los que nos representan. Porque sí, nos guste o no, nos representan.
Cuando comencé a hacer este artículo, decidí no señalar culpables. Pero a lo largo de la escritura del mismo, he cambiado de opinión. Y sí, voy a señalar culpables. Los culpables, en mi opinión, de que yo hoy escriba desde la derrota. Y no quiero yo aquí simular el “Yo acuso” de Zola. Pero tampoco quiero decir “he perdido” y quedarme tan tranquila.
- Culpo a “Ciudadanos”. Por querer estar en todo. Por pretender ser la guinda de todos los pasteles, el novio en cada boda, el agua de cada resaca. Los culpo por hacernos creer que son la nueva política, cuando en realidad son más de lo mismo, pero en guapos. Y me alegro, infinitamente, de que allá por junio os dieran tan tremendo castigo en las urnas. Culpo a Albert Rivera por desvergonzado, por agitador sin causa, por irse a montar espectáculos a miles de kilómetros. Me gustan los rebeldes, pero jamás entenderé a los rebeldes sin causa, y Albert es uno de ellos.
- Culpo a “Podemos”. Por no saber dejar el circo y el populismo en la calle y meterlos hasta el fondo del Congreso. Los culpo por exigir antes de escuchar. Por regar un sueño que no han sabido materializar. Culpo a Pablo Iglesias, por mil cosas, pero en resumen, por creerse imprescindible. Y a día de hoy, absolutamente nadie es imprescindible. Por prepotente, por infravalorar, por menospreciar. Por cambiarse de adjetivo calificativo según viniera el viento.
- Culpo al “Partido Popular”. Por masacrarnos, por exprimirnos, por dejarnos sin oxígeno, por vomitar sobre nuestros derechos. Hoy los culpo yo, con el profundo deseo de que algún día los declare culpables un juez. Culpo a Mariano Rajoy por el plasma, por el “Luis, se fuerte”, por el “yo no sé nada”. Lo culpo por la falta de respeto día tras día al ciudadano. Sin freno, día tras día. Sin anestesia.
- Culpo a “Izquierda Unida”. Por darse por vencida antes de luchar, por aceptar sin exigir, por sus circos internos, por su no saber dónde situarse, por llegar tarde, por rendirse. Sobre todo, por rendirse. Culpo a Alberto Garzón. Por no saberse valorar, por darse por perdido antes de luchar, por asumir una posición que no le corresponde, por no saber imponer su valía. Culpo a Izquierda Unida y a Alberto Garzón con una mezcla de rabia y dolor. Los culpo con el profundo deseo de que algún día despierten.
- Culpo al “PSOE”. Por tener la poca vergüenza de seguir llevando las palabras “socialista” y “obrero” en su nombre. Los culpo por indecentes, por sinvergüenzas, por ser la rabia, el dolor, la humillación, la indefinición, la incertidumbre. Los culpo por escupir sobre la democracia. Los culpo con el deseo de que algún día desaparezcan, con el deseo de que algún día también os culpe un juez, con el deseo de que jamás nunca nadie vuelva a depositar vuestra papeleta en el fondo de una urna. Jamás. Nunca. Nadie. Os culpo por no saber tratar a la militancia. En mi opinión, os parecéis en algo al Atlético de Madrid, tenéis quizás la mejor militancia de este país, sin embargo, a diferencia del Atlético, no sabéis quererla, no sabéis tratarla, no sabéis cuidarla. Ojalá esto os pase una factura con un precio impagable. Culpo a Susana Díaz y a sus marionetas. Os culpo por ser lo que no tiene ni calificativo. Y si lo tiene, no lo puedo expresar aquí. Y felicito a la militancia socialista. Por luchar, por saber estar, por perder llenos de dignidad. Gracias por demostrar lo que es el verdadero socialismo. Gracias y ánimo.
Yo no quería que pasara lo que ha pasado. No lo quiero porque es involución, porque es no salir de lo inhumano, porque es indecencia.
Escribo como perdedora, pero también escribo desde alguna otra posición. Desde algún otro lugar:
- Escribo desde el fondo de cada una de las grietas que habitan las manos del verdadero obrero socialista. El de verdad. El que hoy grita de rabia o dolor o se seca sus lágrimas ante tan tremendo circo. El socialista verdadero que ha visto la sede de su partido rodeada de policías. Algo indecente en democracia. Algo insoportable para el militante.
- Escribo desde el fondo de la urna en la que cayó el primer voto de la democracia. Urna que hoy arde de rabia viendo lo que ocurre en algunos Comités Federales, por ejemplo.
- Escribo desde el respeto a cada una de las ideas que habitan en la persona que vota la Partido Popular. Desde el más profundo respeto, sin entenderlo ni compartirlo. Y con la creencia de que a ellos y a ellas también les duele lo que ocurre en ese partido. Con la esperanza de que a, a veces, también les entran ganas de llorar.
- Escribo desde la última lágrima del desahuciado, del desempleado, del parado. Vosotros que habéis tenido que soportar tanto, a vosotros que os queda tanto por soportar. Porque, si a mí me ha dolido, soy incapaz de imaginar lo que vosotros sentís. Por eso solo puedo escribir desde vuestra lágrima. Por eso soy incapaz de situarme en vuestro dolor para escribir esto. Perdón, pero no soy capaz.
- Escribo desde el recuerdo y la admiración a todos aquellos que en su día lucharon por construir lo que hoy están destrozando. Mi admiración más absoluta y mi respeto más profundo. Quizás sea mejor que hoy no estéis soportando esto. Si alguien no lo merece, sois vosotros, vuestra lucha y vuestra historia.
Soy perdedora, por supuesto. Pero una cosa es perder y otra desaparecer. Y sé que hemos perdido pero no hemos desaparecido.
También sé que, algún día, le contaré la derrota a mis sobrinos con pena, pero ese día quiero sentir la alegría del vencedor, quiero decirles que un día perdimos pero que, afortunadamente, tanta derrota nos llevó a una victoria de la que ellos puedan disfrutar.
Dicho todo esto, gracias por dedicar tiempo a leer mi opinión y, sobre todo, perdón si fuese necesario.
Ahora, me voy a seguir rabiando a otro lugar.