Después de circular por una serie de festivales de cine (el de Mar del Plata fue el más reciente), La noche desembarcará el próximo diciembre en un circuito reducido de salas porteñas: el viernes 2, en el Malba y en el BAMA y el jueves 15, en el cine Gaumont. Una buena porción de críticos tildó de ‘polémica’ la opera prima de Edgardo Castro, por el tipo de noche que el también actor retrata casi sin artificios: aquélla que algunas almas solitarias de las grandes urbes transitan en busca de sexo, placer, compañía, evasión, acaso refugio.
Castro encarna a un cuarentón porteño que vive solo, y que dedica sus noches a la rutina de frecuentar telos, discos, bares con miras a concretar encuentros sexuales con amantes ocasionales o conocidos. Las escenas de sexo explícito habrán inspirado más de una advertencia periodística sobre la naturaleza polémica de una película que, sin embargo, no pretende épater les bourgeois.
La noche es más bien un ensayo sobre la necesidad humana de encuentro con el prójimo. Una necesidad primaria que admite la forma más básica de satisfacción, es decir, aquélla desprovista de los accesorios impuestos por las culturas del sexo reproductor y del amor romántico.
El Martín que encarna Castro parece desconocerse -o reconocerse apenas- cuando se mira al espejo antes de salir. A partir de la aventura diaria que emprende fuera de su casa, y en espacios que la opinión pública suele calificar de sórdidos, el protagonista también se busca a sí mismo.