Revista Opinión

¿Regresó la decencia?

Publicado el 08 junio 2015 por Jcromero

Alguien me reprocha la sobredosis de crítica en los textos que publico. Seguro que tiene razón. No conozco la objetividad, además entre reproches y adjetivos siempre quedo retratado. En todo caso, «contra» siempre fue un desahogo y una preposición democrática. Por ello y por inercia, escribo una vez más contra esos que siembran ocurrencias como si plantaran geranios; contra ese individuo que aparenta dignidad mientras tritura derechos y contra quienes, siendo los más perjudicados, continúan apoyando políticas que les son lesivas.

Escribir sobre política cansa porque siempre hay una frase para el patán de turno o para nuestra falta de compromiso y porque, pese al esfuerzo, entre líneas o sin tapujos florece la parcialidad y los deseos. En todo caso, si sale una sexagenaria atemorizando con los “soviets” o anunciando el apocalipsis democrático, ¡ni caso! Si a continuación sus secuaces esconden razones y argumentos para enarbolar el miedo y la matraca de la inestabilidad, ¡ni caso!, mejor aún, ¡ni puto caso! Ensalzar la estabilidad de la actual mayoría absoluta es un delirio y recurrir al miedo es la constante de todo gobierno que desea una mayoría silenciosa de obediencia sumisa. Cuando el hombre que lee el Marca declara: «El martilleo continuado de todos los casos de corrupción sobre todo en las televisiones nos ha hecho mucho daño», tenemos la certeza incontestable de la imbecilidad dominante. ¿Cómo entender la acusación de izquierdista radical a Pedro Sánchez? Pues eso, otra memez similar al «España es un gran país y tiene muchos españoles».

El concepto de democracia que tiene el actual presidente es muy peculiar. Del «Ahorrémonos 4 años de líos con los pactos» al «no me gustan nada los pactos municipales que estoy viendo» hay toda una declaración de principios dudosamente democráticos. Para el presidente la democracia sea un lío y el pacto, debilidad o contratiempo. Quien ha interpretado la mayoría absoluta otorgada como una dictadura democrática, como un vulgar ordeno y mando, es comprensible que abomine de la capacidad de entendimiento entre distintas fuerzas. ¿Aún no ha entendido el señor presidente que la democracia es un sistema para convivir en la discrepancia, el acuerdo y el desacuerdo?

Después de la gestión del gobierno en esta legislatura, después de incumplir cada punto de su programa electoral, después de tantos escándalos de corrupción y de una política al servicio de la banca y el desamparo de los ciudadanos, ¿quién se atreve a defender la necesidad de una mayoría absoluta? Cuando hablan de estabilidad, ¿se refieren a la que está permitiendo que uno de cada diez niños españoles vivan por debajo del umbral de la pobreza de forma crónica? ¿se refieren acaso a que los desahucios por impagos de hipotecas sigan creciendo? ¿Estabilidad para que los dineros públicos continúen utilizándose estilo Gürtel, Púnica, los Ere, Imelsa y tantos otros? ¿Acaso se refieren a la estabilidad que permitió el aumento de la desigualdad social y salarial?

La posibilidad de que ciudades como Cádiz, Barcelona, Madrid, Valencia o Zaragoza pasen estar gobernadas por una izquierda «radical e incontrolada» parece que preocupa tanto al señor presidente como a sus columnistas y tertulianos de 13tve y similares. Tila, por favor. La participación electoral expresa la integración, la aceptación de las reglas básicas por parte de las distintas formaciones que concurren y la integración de los electores en el sistema. Los grupos radicales y antisistema no se acercan a las urnas. En teoría, las elecciones son la liturgia para comunicar a electores con elegidos; el momento en el que los ciudadanos optan entre las distintas formaciones que disputan parcelas de poder. Cansa repetir lo evidente y apelar al sentido común, pero hay que hacerlo cuando el histrionismo y la arenga sustituyen a la racionalidad y a la decencia intelectual. Votar es un acto plebiscitario de ratificación o rechazo; sus resultados, la voluntad de quienes aceptan el sistema o de quienes aspiran a transformarlo.

En cualquier caso, uno tiene la sensación que éste es un país de ciudadanos que se engañan así mismos. Pese al progresivo protagonismo ciudadano, el partido más votado continúa siendo el de los recortes en las políticas públicas y el de los latrocinios. Lo siento D. Emilio, ente entre tanto indecente, ¿regresó la decencia?

Es lunes, escucho a Brian Molley Quartet:

La ética en la regeneración política y mediática Vientos del pueblo El ciclo de vida de los partidos políticos y de sus integrantes  El PP y el ruido de sables Elecciones: Primer Round. Notas desde un año político Después del 24M Carta a Espe Paisaje después de la batalla electoral Nueva vieja política Pollos descabezados El PP sigue a lo suyo No callar Pactad, pactad, maltidos Sentimientos políticos Juego de cromos: los Pactos para gobernar en España

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