No había destino, o sí. Se limitó a seguir el reguero de luz que la luna vertía sobre el sombrío y nocturno mar fiándose de su traicionera magia.Se dice que un marinero vio aquel bote refulgente aventurarse mar adentro rumbo a ninguna parte. Se dice que aquella Dama Blanca le arrulló hasta que el sendero luminoso por el que navegaba lo hizo desaparecer tan sigilosa y rítmicamente como se pierden los recuerdos en la memoria; y en esa noche, ya arrancada la flor de su garganta, el sueño negro sacudió su argénteo cuerpo encontrando en aquel tranquilo e incesante arrullo su tumba acuática.