Se trata de una dimensión que frecuentemente se encuentra relacionada con el orden temporal de los acontecimientos.
El inferir relaciones causales entre los episodios que forman una historia es un criterio que puede intervenir para organizar la recuperación de la misma.
El conjunto de episodios que conforman una historia forman parte de esta en la medida que le aportan significado, es decir, la hacen coherente.
Cualquier clave de recuperación puede hacer aparecer en nuestra mente un contenido determinado y nosotros lo evaluamos en relación a su grado de coherencia con la historia y de la cantidad de información que le aporta.
Cuando recuperamos una historia no nos conformamos con una sucesión de contenidos mentales inconexos y arbitrarios, sino que buscamos cierta asociación entre ellos.
En este caso ni siquiera la coincidencia temporal y/o espacial de dos episodios justifica su inclusión como partes válidas de la historia.
Al contrario, nos esforzamos por mantener un nivel de coherencia satisfactorio y desechamos los contenidos que nos vienen a la mente de forma caprichosa.
Cuando leemos un texto con intención de comprenderlo utilizamos el principio de búsqueda de significado que se basa en tres supuestos: a) el lector tiene metas respecto al texto, b) el lector espera que el texto tenga coherencia y c) al menos los sucesos más importantes que en el texto se mencionan figuran en él por algún motivo.
Pues bien, estos tres supuestos son trasladables a la estrategia de recuperación aunque con algunas matizaciones: El objetivo del lector de un texto narrativo o del espectador al ver una película es la comprensión de la historia entendida como la armonía entre la historia que desea contar el narrador y la historia concebida por el receptor de la narración.
En cambio, en la recuperación el objetivo no es encontrar esa armonía sino construir una historia del pasado que satisfaga los requisitos del presente.