La joven regresó a la habitación sin encender las luces. El hombre la observó sentarse a su lado, de cara a la ventana, de modo que sus contornos quedaban perfilados por la luz de la luna. Era una de las imágenes más hermosas que jamás podría ver.Se sentó para abrazarla por la espalda, apoyando los labios en su hombro y besando su piel con delicadeza. Ella sonrió, cerrando los ojos, dejando que su prometido la acariciara dulcemente.—Mañana es el día —comentó él en voz baja.La joven asintió con la cabeza. Al día siguiente… iban a contraer matrimonio. Llevaban varias semanas preparándolo todo, y ya casi había llegado el momento.—¿Recuerdas cómo nos conocimos? —preguntó el hombre de pronto, divertido.Ella rió al recordarlo.—¿Cómo podría olvidarlo? —respondió.
Caminaba por la calle sin poner demasiada atención a su alrededor…al menos hasta que, de pronto, un hombre la cogió del brazo con cierta brusquedad.—Disculpa, señorita —dijo con voz cascada.Se asustó instantáneamente, pero de inmediato el hombre dejó de prestarle atención y se volvió hacia un muchacho que se tocaba la frente con una mano, suspirando.—¿Y bien? —inquirió, frunciendo el ceño—.¿Qué te parece?—Papá, en serio…—¡Claro que en serio! ¿Es guapa o no es guapa?—¡Papá…!La chica se ruborizó intensamente, sin comprender nada. El hombre volvió a mirarla.—Probemos de otra manera —espetó—. ¿Qué te parece mi hijo?Ella no creyó que pudiera sonrojarse más, pero lo hizo. Pudo mirar al joven detenidamente, dándose cuenta de que, en efecto…—B-bueno, es-es guapo —tartamudeó.—¡Bien! Ahora devuélvele el piropo, hijo.—¡Papá, la cosa no va así…!—¡Sí que va así, maldita sea, si ves una chica bonita por la calle le silbas, carajo! ¿O es que te enseñé a silbar para nada?—Pero papá… —P-perdón… —musitó ella—. ¿Pero puedo saber qué…?—¿Qué pasa? —El hombre hizo una mueca—. ¡Que mi hijo tiene veinte años y nunca ha tenido novia, eso es lo que pasa, maldita sea! ¡Ni siquiera se ha interesado por ninguna mujer! ¿¡Tú crees que es normal?!—Papá, estoy esperando a la adecuada.—¡Romántico empedernido! ¡Eres incorregible!El muchacho suspiró pacientemente, pero la chica ya lo miraba con otros ojos.
—Aquel fue el principio —dijo la joven.—Sí.—Tendré que darle las gracias a tu padre otra vez por elegirme a mí de entre todas las mujeres de la calle.
El hombre rió con suavidad y besó a su prometida en la mejilla. Juntos se tendieron en el lecho, esperando la llegada del amanecer, y con él el momento en que se unirían para siempre.