Y ahora vamos a ver a Graham Greene cuesta abajo.
The last word and other stories, publicado en 1991, es casi su último libro, y debería empezar con una advertencia: lector, no te adentres.
¿Puede el autor de "Mortmain" escribir un relato como "The last word"? Parece que sí, pero vamos a ver dónde, cómo y por qué nace nuestra estupefacción.
1.a) Un ejemplo de buena prosa.
El relato "Beauty", de 1967, arranca con fuerza, incluso con genio: The woman wore an orange scarf which she had so twisted around her forehead that it looked like a toque of the twenties, and her voice bulldozed through all opposition -the speech of her two companions, the young motor-cyclist revving outside, even the clatter of soup plates in the kitchen of the small Antibes restaurant which was almost empty now that autumn had truly set in. Her face was familiar to me...
En este párrafo hay misterio (¿qué carácter tiene una mujer que se ha enrollado de esa manera el pañuelo?) y hay caracterización tanto de la protagonista (her voice bulldozed through all opposition) como del narrador (la referencia a los años veinte y el adverbio truly, gracias al que sabemos que lleva allí tiempo y que, por alguna razón u otra, se ha resistido a reconocer que el otoño ya había llegado).
Esto está vivo.
1.b) Un ejemplo de prosa muerta.
"An appointment with the general", 1990, capítulo segundo. She accepted his invitation because the morning it arrived she had had one more "final" quarrel with her husband -the fourth in four years. The first two had been the least damaging -jealousy after all is a form of love; the third was a furious quarrel with all the pain of broken promises, but the fourth was the worst, without love or anger, with just the irritated tiredness that comes from a repeated grievance, from the conviction that the man one lives with is unchangeable, and the sad knowledge that she didn't care much anyway any more. This one was the final quarrel, she thought. All that was left for her now was the packing of suitcases. Thank God there were no children to consider.
Da pereza, ¿verdad? Es un párrafo que parece revelar el funcionamiento de una voz sin ganas de narrar, un recuento de la vida de la protagonista escrito con la desgana de quien está haciendo los deberes, una lista de clichés (jealousy is a form of love...broken promises...the irritated tiredness...the man is unchangeable...sad knowledge...the packing of suitcases).
(Merece la pena traer al estrado un ejemplo de caracterización del Greene al que echamos de menos. Es de "Chagrin in three parts": "After such a betrayal I could never look at another man", Madame Violet replied. At that moment she looked right through me. I felt invisible. I put my hand between the light and the wall to prove that I had a shadow, and the shadow looked like a beast with horns").2.a) Una idea fresca.
"A shocking accident", 1967: A un señor que va por la calle le cae encima un cerdo. El señor muere, y su hijo y hermana tienen que enfrentarse al problema narrativo que presenta la historia cada vez que la quieren contar. ¿Es trágica, es cómica? ¿Cómo dosificar la información para que la sorpresa no provoque carcajadas? Tenemos aquí una idea directa que adopta forma de trama sencilla, pero cuyo sentido es profundo: la fractura que existe entre la vida y su representación en literatura.
2.b) Una idea...indescriptible.
"The last word", 1990. Un viejecito sin memoria vive solo en una sociedad futura. Su vida monótona está controlada por lo que imaginamos son policías de un estado totalitario. Pero el viejecito ha conservado en su habitación, como souvenir del pasado, un Cristo manco con el que habla de vez en cuando y al que considera su único amigo. Un día (el 25 de diciembre, para más inri), unos hombres anónimos llevan al viejecito frente al General, que le explica que el comunismo, las religiones, el capitalismo y las guerras han desaparecido del mundo (algo que, en principio, no tendría por qué sonar mal). Y el viejecito, que empieza a recordar algunas palabras del pasado, como Love y Pax, se huele la tostada.
Sí, le dice el General, usted no es otro que...¡Juan XXIX, el último Papa!...pero no sólo eso....¡usted es el último cristiano!....y aún hay más...¡voy a matarle ahora mismo!
Y así, el General saca una pistola para matar al Papa, pero antes decide brindar con él.
Ay, ay, ay, pensamos, ahora va a venir lo del vino. Y, efectivamente, viene lo del vino. El Papa, por lo bajinis, bendice el tinto y ¡se obra el milagro de la Transustanciación! Y el General, después de disparar, se mosquea mucho porque se da cuenta de que el Papa tenía razón.
Fuerte, ¿eh?
Pues es más fuerte cuando nos damos cuenta de que, en narrativa, una idea se convierte en trama para transmitir un sentido, que aquí no es otro que: lo que diga la Iglesia va a misa.
Yo no digo más acerca del futuro del catolicismo. Que lo diga esta foto: