Revista Cultura y Ocio
Aunque hoy es domingo os pongo la siguiente entrada pensé que la había programado, pero parece que se me olvido jejeje, saludos y que tengáis un buen domingo.
Abrió la puerta de la enorme sala bruscamente, parecía inquieto y sobretodo preocupado, algo malo había sucedido en el Consejo de Sabios.
— ¡Una profecía oscura Señor!— gritó el joven con la voz entrecortada, exhausto por haberse recorrido la institución de un lado al otro, pues era de gran envergadura y cruzarla corriendo de punta a punta era una tarea no apta para alguien que no tuviera jóvenes pulmones.
El Gran Sabio se encontraba en su trono esperando tranquilamente la cena que como cada noche a la misma hora cuatro doncellas le facilitaban. Aquella noticia parecía no sorprenderle mucho, como si ya la supiera antes de que el joven irrumpiera en la sala.
Se atusó la barba un poco, observando atentamente al chico que jadeaba ante él y luego se puso en pie lentamente, lo años hacían estragos sobre el Sabio, un hombre de unos ochenta y siete años que pronto debería elegir su sucesor como Gran Sabio de Merún, una elección difícil, costosa y peligrosa, pues es un título que otorga muchos poderes a quien lo posee y sería un completo peligro para la institución y para Kartia si esos poderes se les otorgaran a alguien de espíritu oscuro.
— ¿Una profecía...? —preguntó el anciano quitándole a una de las doncellas una copa de vino de Fortan, el más famoso y caro de toda Kartia.
El joven observó al Gran Sabio intentando decirle unas palabras, pero los nervios le jugaron una mala pasada haciendo que no pudiese articular ninguna. El anciano dio un tragó a la copa de vino.
—No te preocupes, es sólo una profecía y nosotros estamos para intentar evitar que ocurra... así que, no temas, no pasará nada malo. —dijo el hombre intentando tranquilizar al chico.
Sabía que eran sus primeros días como Sabio después de graduarse en la Escuela Superior y haberse topado con una profecía oscura podía ser una situación difícil para él, además por su nerviosismo, aquella profecía debía ser bastante mala, lo que empeoraba la situación para el principiante.
El chico permaneció unos instantes en silencio intentando calmarse, tragó saliva y algo más sosegado comenzó a hablar.
—El Consejo estaba reunido cuando el Mago Azul tuvo una visión, una frase escrita por uno de los escribas de esta institución…—el chico respiró hondo y volvió a tragar saliva para continuar. —”Alguien de mente, espíritu y corazón negros proveniente del origen de la vida conseguirá reunir las ocho llaves y así hacerse con el poder absoluto.” —dijo el chico de carrerilla como si se lo supiera desde hacía años, para después observar al Gran Sabio esperando una reacción.
Los dos intercambiaron miradas durante unos instantes, mientras el anciano continuaba bebiendo de su copa. El muchacho comenzaba a inquietarse esperando la reacción de su superior que se dedicaba a dar pequeños gemidos mientras saboreaba aquel carísimo vino.
—Sabía que esto ocurriría—dijo por fin el Gran Sabio, haciendo que el chico levantara la cabeza expectante. —Avisa a todos los guardianes que se encuentren en el castillo y ordénales que se dirijan a Netherar. —el anciano tomó otro trago y después prosiguió, mientras el chico esperaba las
ordenes ansioso. —Allí deberán hablar con Nothan, el rey de los teriántropos y contarle lo sucedido, él sabrá que hacer. — dijo el Gran Sabio haciéndole un gesto al chico para que saliera de la sala y le dejara cenar tranquilamente.
El joven asintió con la cabeza e hizo un gesto de disculpa mientras rápidamente se dirigía hacia la salida.
—Korme, tú y Nerim partiréis con ellos mañana por la mañana. —dijo el anciano con una voz seca y brusca antes de que el chico saliese por la gran puerta.
El joven asintió y rápidamente se dirigió al piso subterráneo de la institución donde se encontraban los guardianes. Los guardianes eran Guerreros Blancos, guerreros capaces de usar magia, que servían a los Sabios y se encargaban de protegerlos y luchar por todo lo que ellos les ordenaban. No todos se
encontraban en el castillo en ese momento, ya que solían formar grupos para vigilar los alrededores de la isla durante todo el día por lo que solo unos quince guerreros debían estar en el subterráneo, lugar donde se encontraban sus aposentos y donde vivían.
El joven entró a paso decidido a la sala donde los defensores solían reunirse. Los pocos que estaban en el castillo, se encontraban allí, unos cenando, otros jugando a juegos de cartas que el Sabio no recordaba, pues eran juegos que se enseñaban de niños y se olvidaban al llegar a la pubertad, y otros
simplemente descansando.
—Escuchadme todos. —Gritó el Sabio sin llamar la atención de ninguno de los presentes. —Tengo nuevas órdenes del Gran Sabio—volvió a gritar esta vez con algo más de fuerza pero sin efecto nuevamente.
El chico al ver que su dulce voz no conseguía llamar la atención de los guerreros, sacó una de sus ferts y dibujó un par de circulitos en el aire que rápidamente se convirtieron en luces que rebotaron por toda la sala, alertando finalmente de su presencia a los ahí reunidos.
—Tengo nuevas órdenes del Gran Sabio—repitió el chico ahora que le prestaban atención.
Después de anunciarles las instrucciones los guardianes fueron rápidamente a prepararse mientras Korme iba en busca de Nerim.
Nerim era una joven elfa verde que ingresó en la institución de Merún unos seis años atrás, Korme no había cruzado palabra con ella y por lo que había escuchado por los pasillos pocos lo habían hecho. Era una chica del norte, aunque nadie sabía de dónde exactamente, no hablaba mucho, sólo un Sabio
conseguía intercambiar con ella más de un par de palabras sobre su vida personal, ése era el Mago Azul, un chico con un talento impresionante que siendo Sabio desde hacía sólo cuatro años y obteniendo la mejor recomendación para su ingreso, había conseguido en su primer consejo tener una visión profética que marcaría para siempre su carrera como Sabio, eso sí, para bien.
Korme llegó a los aposentos de Nerim, la elfa era una Sabio Mayor de astronomía, así que sus aposentos se ubicaban en el último piso de la gran institución. No sabía muy bien cómo tratar a aquella extraña chica, no solía hablar mucho y él no tenía experiencia tratando con mujeres. El muchacho tocó un par de veces a la puerta esperando que la astónoma se encontrara allí.
Durante unos largos minutos permaneció esperando a que le abriese la puerta, pero no sucedió nada. Korme dio media vuelta, debían marchar mañana por la mañana y antes de que el sol se pusiera debía encontrar a Nerim y comunicarle la decisión del Gran Sabio.
Se dirigió al observatorio astral situado en una de las torres de la institución, si Nerim no se encontraba allí no sabría dónde buscarla. Subió los más de cien peldaños que tenía la torre y llegó al observatorio. Allí, Nerim como él esperaba se encontraba sola mirando a través de un enorme telescopio.
— ¡Nerim!—espetó el chico intentando llamar la atención de la elfa. La muchacha se giró lentamente, clavando sus ojos verde esmeralda sobre aquel Sabio Principiante que osaba
molestar su estudio diario de los astros.
— ¿Qué quieres? —le preguntó algo molesta la chica de largo cabello verdoso.
El chico miró a la elfa algo asustado, la belleza de la chica no era lo único que imponía, aquel carácter árido hacía que el chico temiese ser expulsado a golpes de aquel lugar en el momento que le comentara las órdenes del supremo.
—El Gran Sabio... —balbuceó el joven, mientras la chica le miraba con una ceja arqueada esperando que continuara la frase. —El Gran Sabio ha ordenado que acompañemos tú y yo…— el chico comenzaba a ponerse nervioso mientras la elfa se acercaba a él para escuchar aquello tan importante que debía comentarle que requería la interrupción de su estudio.
Esperó unos instantes mientras observaba al muchacho que andaba frotándose las manos intentando evitar que le sudaran.
—Que tú y yo acompañemos... —
— ¿A quién y a dónde? —preguntó la chica bruscamente. Su paciencia se había agotado y quería saber porque aquel chico de grandes ojos negros, con el que jamás había hablado, requería su ayuda.
El joven la miró, sus ojos verdes se le clavaban como puñales intentando presionarle. La muchacha sacó de un pequeño zurrón un pasador y con delicadeza se recogió la larga melena de color verdoso mientras observaba expectante al chico.
—El Gran Sabio ha ordenado que acompañemos a los Guerreros Blancos a Netherar—dijo Korme tan deprisa que hizo que a la joven elfa le costara un poco entender lo que había dicho.
Nerim pensó unos instantes mientras terminaba de recogerse la melena con el pasador y luego comenzó a recoger todos los artilugios de astrología que tenía encima de una mesa de madera de roble, junto al telescopio.
— ¿Y por qué nos mandaría el Gran Sabio a hacer semejante idiotez? —preguntó la chica con un tono sarcástico mientras metía unos pergaminos dentro de un saco verde, hecho probablemente de dujia, una planta medicinal que cura muchas enfermedades humanas y que también se utiliza para
crear sacos debido a su gran resistencia. Mientras lo cerraba con una pequeña cuerda que había sacado de uno de sus bolsillos,
Korme pudo distinguir el escudo de la Institución de Merún, de forma rectangular con el borde azul marino, con un fondo degradado que formaba una equis blanca y en cuyo centro se encontraban superpuestas las iniciales de la institución en relieve del mismo color que el bordeado.
—El Mago Azul ha tenido una visión, y al parecer es una profecía oscura. —espetó el chico mientras observaba la cabellera verdosa de la joven. Parecía seda y no podía evitar tener unas ganas enormes de tocarla cada vez que la veía, aquella elfa siempre le había parecido preciosa, y ahora que la
tenía lo suficientemente cerca como para sentir su respiración y su olor, un olor a hierba mojada que le parecía irresistible, estaba aún más convencido de ello.
—Debemos hacer que no se cumpla, esa es la misión de nuestro viaje a Netherar—prosiguió el chico dejando de observar a la elfa lante para observar la estancia. Parecía que la chica se había dado cuenta de que el muchacho no dejaba de mirarla puesto que había comenzado a tocarse con nerviosismo
la cabellera, por lo que Korme debía disimular.
Aquel lugar le parecía maravilloso. Era la primera vez que estaba allí, lo recorrió tan minuciosamente con la mirada que si cerraba los ojos alcanzaba a ver la estancia y recordar cada objeto que en ella había. Era una sala circular, como la torre en la que estaba situada, justo en frente de la puerta se encontraba el gran telescopio, donde la elfa estaba haciendo su estudio cuando el joven la interrumpió. Cerca de aquel artilugio, se encontraba la mesa de donde la chica había recogido los
pergaminos y un par de maquetas de lo que le pareció a Korme que eran astros junto a unas plumas con sus respectivos tinteros. A la izquierda de la puerta había otro telescopio más pequeño y una estantería cargada de libros y maquetas como las que había en la otra mesa. Una pequeña lámpara colgaba del techo con tres velas bastante gastadas que prácticamente no alumbraban, dando un tono lúgubre al lugar. Korme había oído alguna vez decir a algunos Sabios astrólogos que aquel ambiente
era el más propicio para el estudio de los planetas.
Tras observar la habitación minuciosamente volvió a posar la mirada en la elfa de piel del color de la canela.
—Una profecía... —murmuró la chica que se encontraba bastante pensativa observando como las velas de la lámpara se consumían lentamente. —El Mago Azul... es el mejor Sabio que Merún tendrá nunca. —dijo esbozando una gran sonrisa. A Korme le pareció que aquel mago conseguía algo más que intercambiar un par de palabras con la chica a cerca de su vida.
—Bueno... ¿Cuándo debemos marchar? —preguntó Nerim en un tono dulce. Korme sonrió, definitivamente el Mago Azul conseguía muchas más cosas en esa chica que jamás otro lograría hacer. Afloraban sentimientos en ella hacia el mago, y era algo que Korme había notado enseguida con aquellas palabras.
—Mañana al amanecer partiremos—le contestó el muchacho con una sonrisa mientras observaba la de la chica que parecía que no iba a desaparecer.
La elfa cogió el saco y se lo colgó al hombro. Sin dejar de sonreír hizo un gesto al muchacho y comenzó a andar sobre las puntas de sus pies, con unos movimientos de caderas propios de los elfos que hacían que parecía hacerla flotar ligeramente sobre el aire contoneándose al ritmo de alguna dulce canción élfica.
Korme observó los andares de la chica embobado, una vez había escuchado a su padre decir que las mujeres elfas eran capaz de encantar con sus andares y gestos a cualquier habitante de Kartia, en aquel instante, observando a Nerim, supo que las palabras de su padre estaban tan llenas de verdad y sabiduría como los libros que en aquella institución se podían encontrar.
Leer mas… Algunas de las imagenes son cogidos de la red, si ves tu foto y quieres que la quite avisame y yo enseguida lo hare.