Revista Cine

Relatos salvajes: el chispazo

Publicado el 03 noviembre 2014 por Juancarrasco @JuanCdlH

Circulas tranquilamente camino a casa tras un día duro y por el espejo retrovisor notas las cegadoras ráfagas que te señalan que un tipo que luce cochazo y cincuenta kilómetros por hora por encima del límite legal te está recordando con vehemencia que le molestas, que te apartes de su camino, su vida y su mundo. A qué conductor no le ha pasado alguna vez verse envuelto en una situación violenta en la que no te reconoces por estar harto de aguantar a gente que da asco… Y ya que va de coches la cosa, sales de hacer un pequeño trámite y ¡zas!, alguien que estaba agazapado esperando a que salieras de tu vehículo y te alejaras te ha cascado una multa en vez de advertirte que en ese lugar donde no se ve ninguna prohibición, en realidad hay una línea amarilla implícita que se borró hace mucho. O, más divertido aún, directamente te topas con que la grúa ha hecho de las suyas. Porque la gente puede llegar a ser muy indeseable: imagina que te estás casando con un indeseable o una desequilibrada y lo descubres el mismo día de la boda. Estas y algunas más son las premisas que llevan a Damián Szifron con la complicidad de los hermanos Almodóvar a alcanzar una mezcla de estilo argentino, único en el mundo fílmico, y delirium tremens marca de la casa del célebre director manchego.

Relatos salvajes: el chispazo
Muchas son las voces que califican de necesario o incluso de oportunista este trabajo a camino entre la comedia negrísima (un pelín demasiado) y el cine de denuncia (que ya está bien de aguantar tonterías, hombre ya). Un espectáculo bastante más que entretenido que juega con el placer de perder el control ante la saturación que provocan la injusticia y la estupidez humanas. Se trata de un ejercicio de libertad mental e imaginación, que es lo único que le resta a las personas decentes con un mínimo de moral o educación viviendo en un mundo en el que los caraduras mandan bajo el lema “qué listo soy”; colocando sin rubor, claro está, la palabra “listo” donde se situaba la palabra “golfo” en algunos casos extremos y “egoísta” en el resto de ellos.

Como en toda cinta que se componga de varios cortometrajes, en este caso para definir un todo en el que se retrata una sociedad vacua y enfadada en demasía, siempre hay alguno mejor que otro, los altibajos son inevitables. No obstante, la cinta mantiene el interés y la sonrisa constante de un espectador al que no le queda otra que empatizar con los arranques furibundos y ese chispazo mental de los protagonistas en momentos en los que sus estresantes situaciones dieron las riendas a ese cable pelado que todos tenemos, unos más profundo que otros.

Queda resaltar un reparto de calibre tal como Darío Grandinetti (y los problemas aéreos de su personaje), Leonardo Sbaraglia (en el mejor papel que le he visto), Rita Cortese (cocinera que no se corta un pelo), Érica Rivas (novia con problemillas de ansiedad) o, sobre todas las cosas, un como siempre magnífico Ricardo Darín en un papel, “El Bombitas”, para la memoria protagonizando la que se antoja la mejor de las seis historias.

Ejercicio pues de ver, oír y disfrutar pero, chicos y chicas, ya lo advierte literalmente el título de la cinta, ¡nunca repetir la ficción en casa por gracia que haga!

Dirección: Damián Szifron. Países: Argentina y España. Duración: 122 min. Género: Comedia negra. Intérpretes: Ricardo Darín (Simón), Óscar Martínez (Mauricio), Darío Grandinetti (Salgado), Rita Cortese (cocinera), Julieta Zylberberg (moza), Érica Rivas (Romina), Leonardo Sbaraglia (Diego). Guión: Damián Szifron. Producción: Hugo Sigman, Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Matias Mosteirin y Esther García. Música: Gustavo Santaolalla. Fotografía: Javier Juliá. Montaje: Damián Szifron y Pablo Barbieri. Diseño de producción: Clara Notari. Vestuario: Ruth Fischerman.


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