Es entendible el fastidio de algunas personas por haberle otorgado el Oscar de ‘Mejor Película Extranjera’ al filme polaco ‘Ida'; después de todo, tienes a ‘Relatos Salvajes’ con un lenguaje cinematográfico más accesible, sin detalles complicados o en blanco y negro. En comparación, se vuelve obvio que la audiencia tenga preferencia por una obra que le ofrece una experiencia más completa y sin necesidad de rebuscar el arte.
No cabe duda que la propuesta del director Damián Szifron es refrescante, más en estos tiempos donde el factor adrenalina vende boletos. En vez de esperar 1 hora o hasta más esperando un clímax que en varias ocasiones ni llega, en esta ocasión recibes 6 finales en una película. ¡Una ganga!
Sin pretender imitar o profundizar en el funcionamiento del destino, las historias de los personajes solo tienen en común la temática de la venganza. No existen vínculos, jamás se llegan a encontrar o tan siquiera mencionar. Cada quien en su mundo, con su propio desarrollo, es como llegamos a conocer los motivos que los llevaron al adjetivo que presume el nombre de la obra: salvajismo’.
Es el gran trabajo actoral del elenco lo que hace lucir el libreto de Szifron. Ellos son quienes se encargan de establecer el conflicto en el menor tiempo posible, con el riesgo de caer en la exageración. Más nunca llegas a percatarte de lo artificial que a ratos resultan las historias, me atrevo a decir, hasta demasiado fantasiosas. Si acaso, la única narración que está más dentro de lo probable es la del adolescente borracho, porque el resto bordan en un extremo del cual estamos dispuestos a aceptar porque nos impactan y emocionan. Es tan bueno lo realizado por el elenco, que llenarían ternas de actuación en varios certámenes.
Si uno quisiera entender el éxito taquillero de la película en su país natal, es porque ofrece un escape a la audiencia de los problemas socio-políticos que le aquejan. Los personajes que vemos llegan a un punto en donde se ven obligados a tomar justicia por su propia mano, hallar soluciones extremas o de plano volverse los héroes de su historia. Por supuesto que no se olvida de las consecuencias (algunas veces fatales), es solo que lo minimiza de una forma irónica y con tintes de comedia.
Mientras otras propuestas esconden sus secretos, ideas o con formas tan excéntricas, Szifron nunca lo hace, siempre busca la mayor satisfacción de su audiencia y se dedica a ofrecer todo lo que su capacidad le permite. Es por eso que tenemos escenas con ángulos desconocidos, una iluminación impecable y una variedad de locaciones que claudican libertad absoluta. Jamás se siente una producción de Hollywood, o imitación alguna, al contrario, perpetua su identidad con un toque argentino a las circunstancias de los personajes.
El planteamiento de antología pudo haber sido contraproducente, si no fuera porque la historias fueron calibradas con un adecuado tiempo de duración y ubicación dentro de la cinta, todo con el fin de mantener el ritmo. Jamás te llegas sentir cansado o aburrido, a pesar de volver a tener que prestar atención a una buena cantidad de información para establecer las circunstancias de los personajes, son los seis clímax lo que hacen que valga la pena la aventura.
Si existiera queja alguna, es en la falta de meritos para llegar a la condición de salvaje en tiempo record, en especial los relatos ‘El más fuerte’ y ‘Hasta que la muerte nos separe. Ambos casos se aceleran demasiado a tal grado que cuestionas la salud mental de los individuos que la protagonizan. Será emocionante de ver, pero en el análisis terminas por darte cuenta que es anti-natural. Quizás con un poco más de tiempo, planteamiento o de plano el comprender a los individuos que se están matando a golpes, esto hubiera funcionado mejor, pero son detalles menores.
Al final ‘Relatos Salvajes’ es una película comercial que goza de una gran calidad. Los reconocimientos que han recibido no son casualidad, en verdad está bien dirigida, goza de excelentes actuaciones, un libreto interesante y lo más importante es que logra satisfacer la mayoría del público. Aunque como siempre, hay excepciones.