Cuando llega el fin de año muchos se preparan para la fiesta, el baile y la celebración. Otros se recubren de pies a cabezas con una manta y se acuestan a dormir para no darse cuenta de que el año se va. Muchos otros hacen los preparativos para hacer los mil ritos cuando suenen las doce campanadas.
Muchas tradiciones, unas para la buena suerte, otras para el amor, el dinero, para tener viajes o éxito laboral. Las más escuchadas o practicadas son comer doce uvas, brindar con vino espumoso o champagne, tirar un cubo de agua por la ventana, hacer una oración, anotar en un papel y quemar las cosas no tan buenas del año que está por terminar.
Otros practicamos nuestros propios rituales dependiendo de las necesidades que tengamos o cómo nos estemos sintiendo. No pensando en que con el año las cosas llegan o se van por arte de magia, sino poniendo fe a través de los ritos, para que se conviertan en acción, en realidad.
Prender una vela, colocar en un papel las cosas que deseamos alcanzar en el próximo año, hacer una limpieza general de la casa, sacar, regalar o botar todo aquello que no usamos, que nos entorpece, darnos un baño con tiempo, dedicándonos atención, disfrutando del momento. Ir a una iglesia, un culto, orar, meditar. Brindar por lo obtenido y por lo que ha de llegar y sobretodo compartir la noche con la persona amada.
El asunto es que en cada rito que hacemos conectamos nuestro Yo, nuestro espíritu y enviamos un mensaje al Universo de que tenemos fe, que confiamos y que trabajaremos por el bienestar que deseamos. Cada rito es una menera de concentrar nuestra mente, de centralizarnos y equilibrarnos.
No importa cual sea el rito, cual sea la creencia o cual la necesidad, lo importante es enfocar nuestra mente, es declarar, confiar y creer. No digamos que queremos, digamos que tenemos. Visualizarnos en plenitud, nos dará plenitud.
Feliz Año 2010. Les deseo a todos lo suficiente para alcanzar la plenitud física y espiritual.