Revista Cultura y Ocio

ReMemBer'11: Una felicidad que sólo he disfrutado en un sueño

Por Gaysenace
ReMemBer'11: Una felicidad que sólo he disfrutado en un sueñoAnónimo (La Palma, Canarias)

Resido en un pueblo de La Palma y, aunque he estudiado en la Universidad de La Laguna y he vivido cinco años alejado de la casa de mis padres, sigo sin tener ni las fuerzas ni los argumentos para dar el paso definitivo. Hasta hace unos pocos meses, mantuve una relación con una chica, pero no podía prolongar por más tiempo la agonía de una historia en la que ambos perdíamos. Yo no podía ofrecerle el amor que me pedía y ella se culpaba a sí misma por no hacerme feliz.

Dejar atrás la relación que me unía a ella ha sido un primer paso, pero ahora no sé cuál es el siguiente que debo dar. Estoy perdido y no sé el rumbo que debo seguir para salir de un armario que me asfixia en un pueblo que me ahoga.
Durante mi infancia y mi adolescencia me limité a cumplir con lo que se esperaba de mí. Era un excelente alumno y ayudaba a mis padres. Mi única relación sexual se redujo, con 13 ó 14 años, a una masturbación con varios compañeros mientras veíamos una película pornográfica. Un encuentro que, lamentablemente para mí, no se volvió a repetir. Mientras ellos estaban pendientes de la película, todos mis sentidos estaban puestos en el resto de los chicos que estaban en el salón de la casa de uno de los pocos amigos que tenían video. Cuando viajé a Tenerife para estudiar en la Universidad de La Laguna, me fui con la convicción de que allí todo sería diferente. Que sería valiente, pero no conté con que, a los pocos meses de aterrizar, comencé a flirtear con una chica de Tenerife. Comenzamos tonteando y la complicidad de otros amigos de La Palma que también iniciaban otras relaciones al mismo tiempo que yo frenó, de un plumazo, todos mis planes. Me sentía a gusto formando parte de una pandilla en la que todos estábamos en plena sintonía e integrábamos un grupo en el que intercambiábamos confidencias e historias de unos y otros. Todos, menos yo. Mi confidencia seguía siendo un secreto que tan sólo yo conocía. Mi relación con M. perduró, con incontables crisis, durante toda la carrera, y siguió hasta que, como comenté al principio, decidí hace unos meses poner punto y final a una historia que tenía sentido para ella, pero no para mí. No me perdonaré nunca los años que le hice perder y que pudo haber aprovechado con alguien que la quisiese de verdad. Sueño con que pronto sea así para evitar un dolor que ella me sigue expresando en llamadas en las que me ruega que retomemos lo que dejamos en el camino. Desde que se creó este blog, he intercambiado muchos mensajes con su autor, con Octavio, al que agradezco la paciencia que ha tenido conmigo y que me haya ayudado a escribir esta historia. Soy de ciencias y las letras no son mi fuerte. No sé expresar mis sentimientos verbalmente y mucho menos por escrito. He devorado las historias que otros y otras han contado. He llorado, he sentido envidia y me he reprochado muchas veces la cobardía que otros, en similares circunstancias, no han tenido. La valentía de Andrea, de una isla más pequeña que la mía, ha sido la que más me ha impresionado. No sé si seré capaz de dar el paso definitivo. Mis padres no tienen estudios, pero son buenas personas. Mis hermanos siempre han sido muy cariñosos conmigo y siempre me han apoyado cuando me han visto triste o cuando vivía una crisis con mi ex novia. No tengo motivos, por tanto, para tener miedo, pero sí me importa lo que opinen los otros. No quiero que señalen a las personas que más quiero y eso es lo que me impide darme una oportunidad. Anoche soñé que lo hacía. Que daba el paso. Que expresaba en alto la palabra que, al pronunciarla, ahoga mi voz. Y me sentí muy feliz. Una felicidad que, de momento, sólo he disfrutado en un sueño. 

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