Revista Cultura y Ocio

Repartir sus tripas entre muchos personajes, Amos Oz

Publicado el 16 enero 2014 por Kim Nguyen

Amos Oz

Otra historia a modo de digresión: me reclutaron como oficial subalterno en una división acorazada en el frente egipcio durante la guerra de los Seis Días de 1967. Yo era reservista, tenía unos treinta o veintimuchos años y todos nosotros, de profesiones variadas, no éramos solo jóvenes soldados. Pero estábamos en una división acorazada y la noche anterior al comienzo de la lucha nos sentamos en torno a un fuego de campamento intentando imaginar lo que iba a pasar. En algún momento, el general se unió a nosotros. El general Tal era el comandante en jefe del ejército israelí en la guerra del 67. Se hizo un silencio y él comenzó a compartir con nosotros algunas de sus ideas sobre la batalla inminente. Tras unas cuantas frases, un cabo anciano, rotundo y con anteojos, le interrumpió y preguntó: “Perdóneme, general, ¿ha leído alguna vez Guerra y Paz de Tolstói?”. El general dijo: “Claro que sí, vaya pregunta, la he leído muchas veces”. “Es consciente, general, de que está a punto de cometer el mismo error de concepto que, según Tolstói, cometieron los rusos en la batalla de Borodino?”. De inmediato el escuadrón por completo estaba inmerso en una feroz discusión a gritos sobre Tolstói, sobre estrategia, sobre literatura, sobre traducción, sobre todo, y todo el mundo gritaba a voz en cuello, llamándose perfecto idiota, incluidos el general y el cabo. Al final resultó que este último era profesor de literatura rusa en la Universidad de Tel Aviv. Pero el general tenía una titulación superior por la Universidad de Jerusalén. ¿Así que por qué no yo? Los israelíes discuten sin parar. Y además yo me levanto cada mañana, me doy un paseíto por el desierto, me hago una taza de café, me siento a mi mesa y comienzo a preguntarme: “¿Cómo me sentiría si fuera ella? ¿Cómo sería ponerme en la piel de él?”, algo que uno tiene que hacer si quiere escribir hasta los diálogos más sencillos: uno solo tiene que repartir, no ya su sentido de la lealtad, sino incluso sus tripas entre muchos personajes. Creo que fue D.H. Lawrence quien una vez dijo que, para escribir una novela, hay que ser capaz de refrendar docena y media de opiniones y sentimientos contradictorios y conflictivos con el mismo grado de convicción, vehemencia y fuerza interior. Así que tal vez esté algo mejor equipado que otros para entender, desde mi punto de vista judío israelí, cómo se siente un palestino desplazado, cómo se siente un árabe palestino a quien “alienígenas de otro planeta” le han arrebatado su patria, cómo se siente un colono israelí en Cisjordania. Sí, a veces me pongo en la piel de esa gente ulltraortodoxa. O al menos lo intento. Tal vez esto me cualifique para alzar la voz y criticar.

Amos Oz
Sobre el goce de escribir y el compromiso
17 de enero del 2001

Foto de Amos Oz


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