MARTIN BUBER
El día 15 de marzo del 2013 acudí a unas jornadas de Antropología y Psicología Clínica que tuvieron lugar en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid, en su sede de Montepríncipe (en Boadilla del Monte). En ella participaron varios ponentes y su objetivo fundamental era reflexionar sobre las relaciones entre antropología y psicología.
En aquella ocasión, tras escuchar la ponencia del Doctor Martín F. Echevarría titulada Personalidad y responsabilidad: la clínica de la personalidad desde una perspectiva antropológica, en la que introducía el término alma, tan denostado en la orientación cognitivo-conductual preponderante en la mayor parte de las universidades españolas, incluida la Universidad CEU-San Pablo, le felicité por su exposición. Después, y dado que no había mencionado en ningún momento a autores como C. G. Jung, Stanislav Grof, Ken Wilber o Roberto Assagioli, que han estudiado desde hace muchos años la "realidad del alma" y sus productos, le pregunté al Dr. Echevarría que explicara cuál era su parecer con respecto a estos autores y si, dentro del enfoque antropológico que él planteaba (en el que se tuviese en cuenta el alma y su apertura al espíritu), tendrían cabida los planteamientos de dichos autores. Para mi sorpresa, D. Martín desconocía los trabajos de S. Grof y de K. Wilber, así como tampoco conocía los estudios metafísicos de autores como Henry Corbin o René Guenón. Sin embargo, afirmó con rotundidad que conocía la obra de Jung y que sobre él sí iba a pronunciarse. Después de comenzar diciendo que Jung es un autor muy complejo, a lo que asentí sin problemas, su discurso se dirigió hacia los estudios de Jung sobre los gnósticos, lo tildó de gnóstico y, según D. Martín, desde ahí teníamos que partir. Con ciertas reservas, también asentí a esa afirmación. Pero, de pronto, comenzó todo un discurso ácido y crítico contra la obra y persona de Jung, apoyándose en la idea de que Jung es un gnóstico y que, por lo tanto, es contrario al espíritu cristiano de otros autores que, según él, sí podían aportar algo al diálogo que allí se estaba proponiendo.
Dr. Martín F. Echevarría
Desgraciadamente, no pude realizar una réplica a su discurso, bastante cargado de prejuicios y, sobre todo, plagado de malentendidos con respecto a las aportaciones de Jung a la psicología y a la psiquiatría. Pensé, para mis adentros, -con cierta rabia por no haber dispuesto de tiempo para aclarar algunos temas que quedaron para la audiencia bastante confusos y tergiversados- que este hombre sencillamente no conocía la obra de Jung. Y, desde ese desconocimiento, parecía desprestigiar su trabajo. Esto último me resultó aún más sorprendente.Pero la espina que se me quedó clavada al no haber tenido ocasión de realizar una réplica a su intervención, tomó forma poco después, cuando, durante la comida, una espina de pescado se me clavó entre los dientes y me resultó muy difícil de quitar. Solicité a los cocineros un palillo y me dijeron que no tenían. Así que tuve que levantarme de la mesa, ir a un edificio que se encontraba a unos 200 metros del comedor y encaminarme hacia el servicio con la esperanza de encontrar algún papel con el que poder quitarme la espina. Tardé cerca de 10 minutos en poder desprender la espina del diente. Aquella fue, desde luego, una muestra del estado anímico en el que me había quedado tras la intervención del Dr. Echevarría.
Hoy, trascurridos 10 meses desde aquel fausto suceso, me topo con una fuente que expresa, en términos algo diferentes, pero en esencia iguales, los mismos malentendidos del D. Martín. Se trata de la réplica a C. G. Jung publicada en el libro del filósofo Martin Buber (por cierto, se llaman igual). Dejo a continuación la réplica completa; justo después, unos textos de Jung a los que alude Buber y, al final, mis comentarios.
IX. Suplemento. Réplica a C. G. Jung. En el libro Eclipse de Dios de Martin Buber.
"Ante la réplica de C. G. Jung a la crítica que yo hiciera en mi trabajo La religión y el pensamiento moderno (nohemos podido conseguir la réplica de Jung a la crítica de Buber), será suficiente volver a poner en claro mi posición en lo que respecta a sus argumentos.
No he discutido, como él cree, ninguna parte esencial de su material psiquiátrico empírico. No estaría autorizado para hacerlo, por otra parte. Tampoco he criticado ninguna de sus tesis psicológicas. Este es asunto que tampoco me concierne. He señalado, simplemente, que Jung formula afirmaciones sobre temas religiosos que exceden el dominio de lo psiquiátrico y lo psicológico -contrariamente a su seguridad de permanecer estrictamente dentro de él. Si lo he demostrado o no, puede determinarlo el lector concienzudo controlando mis citas en sus respectivos contextos. Me he tomado el trabajo de facilitarle esta tarea mediante un cuidadoso enunciado de las fuentes. Jung discute mi demostración y el método que utiliza para hacerlo resulta claro en su réplica. He señalado que Jung define como un "hecho" el "que la acción divina surge del ser interior propio" y que opone este hecho a la "concepción ortodoxa" según la cual Dios "existe por Sí mismo". Jung explica que Dios no existe independientemente del sujeto humano. La cuestión a discutir aquí es, por lo tanto, la siguiente: ¿Es Dios un mero fenómeno psíquico o existe, también, independientemente de la psique humana? Jung responde que Dios no existe por Sí Mismo. También se puede enunciar la pregunta en esta forma: ¿aquello que el hombre de fe llama acción divina, surge simplemente de su propio ser interior o puede también incluirse en ella la acción de un Ser suprapsíquico? Jung responde que surge del propio interior. He observado a este respecto que éstas no son afirmaciones legítimas de un psicólogo quien, como tal, no tiene derecho a declarar qué existe más allá de lo psíquico y qué no existe, o en qué medida existen acciones provenientes de alguna otra parte. Mas Jung replica ahora: "Solo he emitido juicios acerca de lo inconsciente." Luego afirma: "Digo explícitamente que todo, simplemente todo, lo que se afirma sobre Dios, es afirmación humana, es decir, psíquica." Por extraño que parezca, vuelve a limitar esta idea: según su opinión, dice, "todas las afirmaciones sobre Dios proceden, en primer lugar, del alma".
Compárese, para comenzar, la primera de estas expresiones con las tesis de Jung que he citado más arriba. Explicar enfáticamente que la acción de uno de los poderes del inconsciente surge del propio ser interior, constituiría una desatinada tautología, una vez expuesta la terminología del "inconsciente". Significaría simplemente que el dominio psíquico definido como inconsciente, es psíquico. En un comienzo, la tesis adquiere un significado por el hecho de llegar, con su No, más allá de la esfera de los poderes del inconsciente y de la esfera psíquica en general. Ahora Jung niega que posea este significado. Y se refiere, en relación a esto, al hecho de que todas las afirmaciones sobre Dios son "afirmaciones humanas, es decir, psíquicas". Esta expresión merece un examen detenido.
No veo por cierto otra posibilidad de plantear una discusión sino sobre la base de esta presuposición. (Como regla general no introduzco mis propias creencias en la discusión, sino que las refreno por el bien de la conversación humana. Mas debe mencionarse aquí, en favor de una total claridad, que mi propia creencia en la revelación, sin mezcla con "ortodoxia" alguna, no significa que creo que afirmaciones perfectas sobre Dios fueron transmitidas del cielo a la tierra. Por el contrario, significa que la substancia humana se funde en contacto con el fuego que la visita y surge entonces de ella una palabra, una afirmación, humana en su significado y su forma, concepción humana y discurso humano, y sin embargo atestigua la existencia de Quien la estimuló y de Su voluntad. Somos revelados a nosotros mismos -y no podemos expresarlo de otra manera que como algo revelado.)
No solo los enunciados sobre Dios, sino todos los enunciados en general son "humanos". ¿Se determina por ello, sin embargo, algo positivo o negativo acerca de su verdad? La distinción que aquí se discuto no es, pues, la distinción entre enunciados psíquicos y no psíquicos, sino entre enunciados psíquicos a los cuales corresponde una realidad suprapsíquica. La ciencia de la psicología, sin embargo, no está autorizada para establecer tal distinción; presume demasiado, se perjudica a sí misma si así lo hace. A este respecto, la única actividad que pertenece apropiadamente a la ciencia de la psicología es una razonada sujeción. Jung no pone en juego tal sujeción cuando explica que Dios no puede existir independientemente de los hombres.
Pues, digámoslo una vez más, si se trata de un enunciado sobre un arquetipo llamado Dios, la seguridad enfática de que se trata de un factor psíquico es por cierto innecesaria (¿Qué otra cosa podría ser?) Pero si se trata de un enunciado sobre algún Ser extrafísico correspondiente a este factor psíquico -es decir, la afirmación de que tal Ser no existe- en lugar de la parsimonia indicada tenemos aquí una ilícita violación de fronteras. ¡Deberíamos desembarazarnos por fin de esta ingeniosa ambigüedad!
Pero Jung me llama la atención sobre el hecho de que los hombres poseen en realidad muchas y muy diferentes imágenes de Dios, que ellos mismos crean. Creo que ya lo sabía y muchas veces lo he expuesto y explicado. Mas lo esencial es aún el hecho de que son solo imágenes. Ningún hombre de fe cree poseer una fotografía de Dios, o un reflejo de Dios en algún espejo mágico. Cada uno de ellos sabe que él la ha pintado, él y los otros. Pero fue pintada simplemente como imagen, como una semejanza. Esto significa que fue pintada con la intención de la fe dirigida hacia el Irreproducible que la imagen retrata, es decir, significa. Esta intención de la fe dirigida hacia un Ser, existente, hacia Uno Que existe, es común a los hombres que creen en base a una variada experiencia. Es cierto que la "conciencia moderna", con la cual Jung se ha identificado en lugares inequívocos de sus escritos, "aborrece" la fe. Pero no podemos aceptar que se permita a este aborrecimiento influir en afirmaciones presentadas como estrictamente psicológicas. Ni la psicología ni ninguna otra ciencia tiene competencia para investigar la verdad de la creencia en Dios. El derecho de sus representantes es mantenerse a distancia; no están autorizados, dentro de sus propias disciplinas, a emitir juicios sobre la creencia en Dios como si fuese algo que conocen.
La doctrina psicológica que se ocupa de los misterios sin conocer la actitud de la fe hacia el misterio, es la manifestación moderna de la gnosis. No ha de entenderse la gnosis solo como una categoría histórica, sino como una categoría universal. Ella -y no el ateísmo, que aniquila a Dios porque debe rechazar las imágenes de Dios hasta ahora existentes- es el verdadero antagonista de la realidad de la fe. Su manifestación moderna me preocupa específicamente no solo debido a sus pretensiones de solidez, sino también, y en particular, debido a su reasunción del motivo de Carpócrates. Este motivo, que aquella enseña como psicoterapia, consiste en deificar místicamente los instintos en lugar de santificarlos en la fe. Que debemos apreciar a C. G. Jung en relación con esta moderna manifestación de la gnosis, lo he probado en base a sus propias afirmaciones y puedo hacerlo, además, con mucha mayor abundancia. He mencionado su pequeña obra Abraxas -que todo lector sin prejuicios apreciara no como un poema, según dice Jung, sino como una confesión- porque en ella se proclama ya con toda claridad al "Dios" ambivalente que equilibra el bien y el mal en sí mismo."
El texto al que se refiere Buber cuando sostiene que Jung reasume el motivo de Carpócrates se encuentra en el libro Psicología y Religión, concretamente en el párrafo 133 del volumen II de las Obras Completas de C. G. Jung. Para que se comprenda mejor a lo que Jung se refiere, y que en nuestra opinión Buber ha malinterpretado, dejo aquí parte del texto que ha sido objeto de la crítica (en cualquier caso, para una mejor comprensión, remito al lector a las obras citada):
CARL. G. JUNG
"Excluido el "criminal estadístico", subsiste todavía el amplio territorio de las cualidades subdesarrolladas y las tendencias arcaicas que forman parte de la estructura psíquica del ser humano, el cual es siempre mucho menos ideal y más primitivo de lo que desearíamos (aquí Jung se refiere a la función psíquica inferior. Véase su obra Tipos Psicológicos para un mayor abundamiento). Abrigamos ciertos juicios sobre la manera en que tendría que vivir una persona civilizada, educada o moral, y en ocasiones hacemos todo lo que está en nuestra mano por cumplir esas ambiciosas expectativas. Pero dado que la naturaleza no ha adornada a todos sus hijos con las mismas virtudes, algunos de ellos obran en propiedad de más talentos que otros. Así, hay personas que son capaces de vivir "recta" y respetablemente, es decir, sin que jamás pueda encontrárseles un pelo en la sopa. O solo comenten pecadillos -si los comenten- o no son conscientes de sus pecados. (...) Sin embargo, la naturaleza no es en modo alguno misericordiosa con los pecadores inconscientes, y los castiga con la misma severidad de que les haría víctimas si hubieran cometido una infracción a sabiendas. Por ello, observamos que (...) las personas más piadosas -inconscientes de su lado oscuro- son también las primeras en ser pasto de humores particularmente infernales, por los que se tornan insoportables para sus más allegados. La fama de la santidad puede llegar muy lejos, pero en individuos menos capacitados moralmente la convivencia con un santo puede desencadenar un complejo de inferioridad, o incluso una feroz erupción de inmoralidad. En apariencia, la moral, como la inteligencia, es un don. No es posible bombearla sin daño dentro de un sistema que no le es connatural.Por desgracia, es indudable que el hombre, considerado como un todo, es menos bueno de lo que se figura o desearía ser. Todo el mundo es seguido por una sombra, y cuanto menos se halle esta encarnada en la vida consciente del individuo, tanto más densa y oscura será. Si se es consciente de una debilidad, siempre se dispondrá de una oportunidad para corregirla. Además, dicha debilidad se mantendrá en contacto con otros intereses, por lo que se verá sometida a modificaciones constantes. Pero si la debilidad ha sido reprimida y desalojada de la consciencia, nunca será posible rectificar. A ello debe añadirse el peligro de que, en un momento de descuido, lo reprimido puede hacer de pronto acto de presencia con toda su crudeza. Y, en cualquier caso, siempre constituirá un obstáculo inconsciente que llevará a los mejores propósitos a fracasar.
(...) Limitarse a suprimir la sombra sería un remedio igual de acertado que cortarle la cabeza a quien padeciera cefalalgias. Destruir la moral de una persona tampoco supone ninguna ayuda, porque todo lo que de este modo se consigue es arruinar su mejor versión, sin la cual la sombra carece también de sentido. La reconciliación de estos opuestos arroja uno de los problemas más importantes, y mantuvo ya ocupados incluso a algunos espíritus antiguos. Uno de ellos fue el más bien legendario Carpócrates, un filósofo neoplatónico del siglo II, cuya escuela, en palabras de Ireneo, enseñaba que el bien y el mal son solamente una cuestión de opinión, y que, antes de morir, las almas han de pasar por todas las experiencias humanas concebibles apurándolas al máximo, so pena de volver a verse aprisionadas en la cárcel del cuerpo. Del encarcelamiento en el universo somático del demiurgo (o sea, en el cuerpo físico, en la materia) el alma no puede liberarse, por así decirlo, más que dando pleno cumplimiento a todos sus apetitos vitales.
(...) Este problema es un problema vital, pero también uno de los más peligrosos y delicados problemas éticos de la civilización moderna, la cual ya no conoce ni comprende los motivos por los que la vida humana debería constituir un sacrificio en su sentido más elevado (...)."
Bernardo Nante, en su obra El libro rojo de Jung. Claves para la comprensión de una obra inexplicable, afirma con muy buen criterio lo siguiente:
"Martin Buber creyó erróneamente que con ello Jung adhería a esta concepción (la de Carpócrates) y pretendía deificar los instintos en vez de santificarlos. Pero en realidad es evidente que para Jung tanto el "moralismo" que niega la sombra y no reconoce los movimientos compensatorios de la psique, como la anulación de toda referencia a la moral evitan una verdadera reconciliación de los opuestos. Más aún, sin moral no hay referencia a la sombra y se suprimen los límites entre virtudes y vicios. Tal es el peligro de una imitación equívoca de la espiritualidad oriental que supone que es posible ir más allá de los vicios y virtudes con el grave peligro de caer en la indiferencia moral y, por ende, en una identificación con la sombra."
Por desgracia no hemos conseguido la réplica original a Martin Buber escrita por C. G. Jung, por lo que tendremos que contentarnos con lo que Martin Buber sostiene que afirma Jung. No obstante, dado que conocemos la mayor parte de su obra, consideramos que disponemos de los elementos suficientes para realizar un comentario sobre las críticas de Buber a Jung.
No podemos detenernos aquí a desarrollar las ideas originales de la Psicología Analítica, algo que ya hicimos en El retorno al Paraíso Perdido y, posteriormente, en un libro de próxima publicación que llevará por título La imaginación creadora en el cine. Avatar y su simbolismo. Por eso, remitimos al lector interesado en profundizar en este debate acerca de los límites de la Psicología, entre el psiquiatra y psicólogo C. G. Jung, y el filósofo judío Martin Buber, a los siguientes libros: El eclipse de Dios, de Martin Buber; El hombre y sus símbolos, en donde Jung y sus discípulos más próximos exponen los aportes más importantes de la Psicología Analítica; El libro rojo de Jung. Claves para la comprensión de una obra inexplicable de Bernardo Nante, quizás una de las obras más actualizadas sobre los aportes de C. G. Jung a la psicología y a la cultura de nuestro tiempo.
Por nuestra parte, consideramos legítimo realizar una crítica a Jung, por supuesto, y nosotros lo hemos hecho en varias ocasiones. Así, por ejemplo, creemos que el término inconsciente colectivo, para referirse a la "realidad del alma" o al "mundo imaginal" (una auténtica matriz creadora de símbolos), no es el más feliz de los nombres. De igual modo, consideramos que Jung se limita a estudiar el ámbito psíquico y, salvo en sus últimas obras, ya de anciano, y en el libro rojo, apenas vemos incursiones en el terreno metafísico. Comprendemos que su ámbito de estudio, como psiquiatra y psicólogo, es el alma humana, y dado que su práctica profesional era la psicoterapia, es lógico que así fuese.
Sin embargo, según nos parece, para criticar a un autor antes hay que conocerlo. Y, en el caso de Jung, dado el área de estudio que él aborda, el alma humana abierta a la trascendencia, no es suficiente con leer solo algunos libros sueltos, como hace Buber (o el Dr. Echevarría) cuando lee los libros en los que Jung aborda las relaciones entre Psicología y Religión. Incluso los que llevamos muchos años estudiándole (y poniendo en práctica su "método" -una fenomenología de la experiencia interior-), nos hemos visto ante la obligación de hacer una relectura de sus obras a la luz de la publicación de su libro más íntimo, el libro rojo, verdadera materia prima de todo su desarrollo intelectual, profesional y vital.
Dicho esto, tan solo voy a señalar los malentendidos más importantes que Buber parece cometer en su réplica a C. G. Jung. Como he expresado antes, el lector interesado en comprender y profundizar en lo que aquí me limito a señalar, puede acudir a la bibliografía indicada más arriba.
En el texto de Buber, su autor afirma "Como regla general no introduzco mis propias creencias en la discusión, sino que las refreno por el bien de la conversación humana", para posteriormente introducir toda una serie de presupuestos (creencias) que, desde luego, muy poco tienen que ver con lo que Jung afirma en sus obras. Se acusa un desconocimiento en el filósofo acerca de la metodología junguiana, al decir que Jung se extralimita en sus argumentaciones y, según Buber, hace afirmaciones sobre temas religiosos que, como psicólogo, no le corresponden. Y, sin embargo, es precisamente la cosmología propuesta por Jung, es decir, su método fenomenológico de la experiencia anímica humana, lo que hacen de Jung un pionero en la recuperación de la "realidad del alma" como objeto de estudio de la Psicología. Tampoco parece comprender Buber lo que Jung entiende por arquetipo, ni aquello a lo que se refiere cuando habla de imágenes simbólicas de Dios (imago Dei). Pero acaso sea el malentendido más grave el que se refiere a la inexistencia de Dios fuera del hombre, es decir, a lo que podríamos denominar como "metafísica".
Cuando Jung habla de la realidad del alma o psíquica se está refiriendo a un ámbito que está abierto a la trascendencia; es decir, en el alma se manifiestan ciertas imágenes simbólicas que aluden a una realidad "metafísica" o trascendente. Sin embargo, como psicólogo, Jung trata de limitarse a estudiar los fenómenos que aparecen en esa realidad imaginal a la que denomina "lo inconsciente colectivo". Lo que no significa que, como ser humano, desde luego que tiene todo el derecho a pronunciarse con respecto a Dios (como cuando, a la edad de ochenta años, en una entrevista que le hicieron, dijo que cuando era joven creía en Dios; y, al preguntarle si ahora, o sea, con ochenta y tres años, creía en Dios, se quedó un momento reflexionando, mientras decía que era un cuestión difícil de responder, y, por fin, afirmó con rotundidad: "yo lo conozco", aludiendo con esta expresión a la experiencia de Dios.)
Otro malentendido en el texto de Buber es aquél en el que afirma que la gnosis, como fenómeno universal, es "un antagonista" de la realidad de la fe, llegando a sostener que es aún más contraria que la actitud atea. Este malentendido parece provenir de una distorsionada comprensión del término gnosis, que, por cierto, es común al esoterismo de todas las tradiciones religiosas. Francisco García Bazán, en su libro La gnosis eterna, explica lo que significa el término gnosis:
"La palabra "gnosis" significa conocimiento. Deriva de una antigua etimología indoeuropea, jñâ, también presente en el sustantivo sánscrito jñana, con un significado idéntico: el conocimiento en sí mismo. Es decir, el saber directo e inmediato, despojado tanto de los velos que lo obstaculizan (el error o el olvido), como de los intermediarios que lo fracturan y lo debilitan (el juicio y la razón)."
El conocimiento al que alude la palabra gnosis es, por lo tanto, un conocimiento de los principios universales que rigen el acontecer de todo lo creado. Las distintas tradiciones esotéricas se refieren a esos arcanos de diferentes maneras. Por ejemplo, la Cábala judía habla de las diez esferas o sefirotque constituyen los distintos aspectos de Dios, mediante los cuales este se manifiesta. Jung, en su obra, denomina a estos principios con el nombre de arquetipos, y, como psicólogo, se limita a estudiar sus manifestaciones en el alma humana. Tras una primera iniciación en el ámbito de los principios universales, ese conocimiento virtual ha de hacerse efectivo. Y ello tiene lugar a través de la manifestación de ese conocimiento revelado, mediante la enseñanza y la práctica correcta.
Por lo tanto, podríamos decir que la obra de Jung es un intento de recuperar ese conocimiento antiguo, tradicional, y adaptarlo a la terminología de la época moderna. Un conocimiento que, repitámoslo de nuevo, no surge del esfuerzo intelectual, es decir, del estudio erudito de miles de libros, sino del contacto directo con el espíritu de las profundidades en lo más íntimo del alma del hombre. Es cierto que Jung se limita a explorar la expresión de esos principios universales, metafísicos, en el ámbito psíquico y, por lo tanto, podría reprochársele una cierta tendencia a "psicologizarlos". Pero afirmar que es un representante de la "conciencia moderna" y, como tal, "aborrece" la fe, para cualquiera que conozca en profundidad la obra de Jung, dicha afirmación le resultará un auténtico disparate.
Por último, me referiré al comentario sobre el Abraxas de Jung, al que Buber -libre de prejuicios, según sus palabras- se refiere como a una confesión, y no como a un poema, que es como Jung lo entiende. Cuando Jung dice que el Abraxas es un poema, quiere decir que, como expresión de la imaginación creadora, es un producto autónomo del alma (por eso Jung afirma en varias ocasiones que los poetas le comprenderán. De ahí, también, su afinidad con la obra del poeta visionario inglés William Blake) . Buber, en cambio, cuando dice que es una confesión (una declaración o un credo religioso, entendemos), con ello parece afirmar que se trata de una obra creada desde la consciencia. De ahí el grave malentendido. No es que Jung, como parece interpretar Buber, tenga la intención consciente de escribir un libro llamado Abraxas (Abraxas aparece en un pequeño libro que escribió Jung, titulado Los siete sermones a los muertos), y con ello quiera instaurar una especie de secta gnóstica; muy al contrario, Abraxas surge en Jung como un producto creativo autónomo desde las profundidades de esa alma del mundo a la que Jung denomina inconsciente colectivo. Y, en este sentido, sería al revés de como lo entiende Buber: Abraxas NO es creado por el "yo" de Jung con el objetivo de instaurar una especie de gnosticismo contrario a la fe (judía o cristiana); antes al contrario, es el yo de Jung una creación de Abraxas y, por lo tanto, no hace sino dar expresión (recrear) a esa realidad que lo engloba, lo crea y lo trasciende.