Llegar a casa el viernes por la noche, después de una tarde muy agradable con tus hijos, abrir internet y encontrarte con la noticia de los atentados de París, hizo que mi buen día se viniera abajo. Esta mañana he desayunado delante de la televisión, comentando con Lucas los acontecimientos. Y no he podido evitar llorar.
Las muertes no tienen sentido. Nunca. Pero si además ocurren a manos de personas que matan en nombre de una religión, mucho menos.
Más de 120 personas perdieron la vida anoche, personas con nombre y apellidos, con una vida llena de gente, con familias, personas que pretendían pasar un buen rato y murieron asustados.
El dolor de imaginar el miedo que sintieron los fallecidos dentro de la sala de fiestas, cuando supieron lo que estaba pasando y que estaban a punto de perder la vida a mano de unos crueles asesinos es inmenso.
Pero mi dolor va con todas las familias. Madres y padres que han perdido a un hijo. Mujeres que en un solo instante se han quedado viudas. Hijos que crecerán sin un padre o una madre. Hermanos que han perdido una parte de su vida. Amigos…
Cuando has vivido la pérdida de un ser querido, parece que todas estas situaciones te duelen aún más. Porque ahora me pongo en el lugar de las familias de los fallecidos. Ahora sé el dolor que están pasando. Y todo el dolor que les queda por pasar.
Para ellos, para todas esas familias destrozadas por la crueldad de unos terroristas va mi apoyo y mi fuerza, mi ánimo y mi más sentido dolor.