¿Ha pasado ya, no? ¿Ha pasado el San Valentín, verdad? Uf, menos mal, pensé que lo de ayer no se acababa nunca. Menuda resaca tengo hoy. No es porque haya bebido demasiado alcohol ayer de noche, ni nada por el estilo, sino que acabé muy empachado de ver enlaces de internet a canciones románticas, corazoncitos de muy diversas formas, y mensajitos del tipo: ¡Cari (amor, cariño, o cualquier pastelada de ese tipo), te quiero! ¡Feliz día del amor! ¡Feliz día de la amistad! ¡Feliz San Valentín!, etc.
Por Dios, que pesadilla. Parecía aquello una epidemia. ¿Es que queréis que haya más diabéticos en el mundo de los que ya hay o qué? Madre mía, cuanto azúcar. Hubo más azúcar ayer que en 10.000 latas de refresco (sabiendo esto último mucho mejor que lo de ayer). Tanto azúcar había ayer, que había que tener precaución a la hora del postre o de tomar cualquier dulce.
Con todo esto, puedo parecer un poco el Grinch respecto a este señalado día, pero es que es indignante. No porque se celebre, ni porque las parejas se quieran, ni tampoco porque hagan algo especial ese día, cada uno es libre de hacer lo que quiera ese día.
Pero hay una cosa de este día que me rebota muchísimo. Parejas del mundo: los demás no tenemos porqué aguantar vuestras pasteladas. Haced lo que queráis, pero por favor, en privado. No tengo porqué abrir mis redes sociales y ver constantemente vuestros besos de tornillo mal dados, las cajas de bombones con forma de corazón o los ramos de flores que os han regalado. Disfrutad de todas esas cosas, si, pero los demás no tenemos porqué verlo.
Ya ni hablemos de toda la parte comercial de este día. Qué monotemáticas están las tiendas de todo tipo los días previos a San Valentín con este tema. Que si descuentos por San Valentín en viajes para dos, que si productos especiales para expresar amor,… Como si fuese estrictamente necesario tener esas cosas para poder expresar amor hacia tu pareja. Menos mal que, al estar este año San Valentín tan próximo a los carnavales, su efecto se notó menos que otros años, pero aún así, le llegó bien.
Y menos mal también que no he salido a la calle ayer, si no, estoy seguro que habría más cosas que seguro me hubiesen rebotado de ese día. Espero que eso lo contéis vosotros en vuestros comentarios. Por mi parte, este San Valentín lo he celebrado como creo que debería ser: entre filloas y licor-café (pero sin pasarse). Porque la buena comida y la buena bebida son dos de los mayores placeres que existen en esta vida. ¡Feliz San Valentín!
Simón de Eiré