Revista Cultura y Ocio

Reseña #104: el libro de los bardos

Publicado el 12 enero 2018 por Alaluzdelasvelas

Bueno, bueno, bueno, por fin viernes. Yo no sé vosotras y vosotros, pero mañana pienso dormir hasta las tantas, ¡qué ya hace falta! ¿Qué tal la semana? ¿Ha sido larga? Espero que hayáis tenido tiempo de disfrutar de libros maravillosos. Yo ahora mismo estoy que no cago con - de nuestra señora Cassandra Clare, esa que no tiene ni un ápice de misericordia con sus personajes, sí, sí -. Espero acabarlo a lo largo del fin de semana, a ver si así os traigo la reseña.

Pero hoy vamos a hablar de otra cosa. Hoy toca un libro de Lena Valenti, el último que he leído de esta saga tan genial. ¿Qué? ¿Vemos qué tal ha sido?

RESEÑA #104: EL LIBRO DE LOS BARDOS

Desde que su hermano Carrick desapareció por una grieta de Edimburo en llamas, siguiendo los pasos de la japonesa Aiko, Daimhin no quiere pensar en que lo ha perdido para siempre, y decide ir a por él. Steven, el berserker de Edimburgo, muy a su pesar, no es capaz de dejarla sola y la acompaña en su búsqueda. Pero ni uno ni otro saben que su aventura pueda ser tan determinante para los dioses, ni para el futuro de la humanidad. Por el camino hacia las entrañas del Midgard descubrirán quiénes son y qué les depara el destino; y tendrán que tomar decisiones que marcarán el futuro de los Reinos.

Reseñas de libros anteriores

Os hablé de ella - y creo recordar que también de Steven - en la reseña de El libro de la alquimista - si queréis consultar la reseña, echad un vistacito al apartado de "Reseñas de libros anteriores" -.

Nuestros bardos. Los preciosos y maravillosos bardos. La de disgustos que me han patrocinado, esos dos. Porque Aiko - la hermana de Miya, una vaniria kofun - y Steven se han ganado el cielo. ¡Vaya paciencia tienen, los pobres! Ojo, no digo que me molestara el comportamiento de nuestros bardos. Todo lo contrario. Entendía sus preocupaciones, era capaz de empatizar con ellos pero, pese a todo, no podía dejar de pensar que, en ocasiones, eran excesivamente tozudos.

Ni Daimhin ni Carrik son bardos normales. Ellos tienen un cometido. Y así lo dicen las runas. Tras lo que parece la muerte de Aiko, nuestra vaniria kofun nos deja blancos del susto al revivir. Acontecimiento que hará que nos empecemos a plantear seriamente quiénes son nuestros niños perdidos. Ojo, el libro no gira, ni mucho menos, en torno a cómo Carrik acepta a Aiko o cómo Daimhin acepta a Steven. No. El libro, como decía, habla de la guerra. Y esta vez Nerthus tiene mucho que decir al respecto.

Ojo. Esto no es una maratón de a ver quién se tira a quién antes. Ni de broma, por amor de Dios. Esto es una carrera contrarreloj por la maldita supervivencia.

Para acabar de abrir apetito, os diré que los hermanos deben separarse temporalmente. Carrik y Aiko deben ir a la Black Country - o lo que queda de ella - a convocar a los guerreros; y Daimhin, junto con Steven y los elfos, deben encontrar el objeto que los dioses han escondido para ella con nuestra pequeña Electra, el hada que ayudó a Noah y Nanna en su búsqueda, como única guía.

Daimhin... es un hueso muy duro de roer. No da su brazo a torcer prácticamente en ningún momento porque, al igual que su hermano, está muerta de miedo. Miedos infundados, al menos a ojos del berserker. Y es que ese chico es tan dulce, tan paciente, que a mí por poco no se me saltan las lágrimas. Él sabe cómo debe presionar a la vaniria para conseguir que reaccione, algo que no es tarea fácil, porque a la chica no para de comerle la oreja Roulatz, el maldito elfo estirado que, ¡gracias a Dios!, al final acaba por dejarla en paz. ¿Y por qué digo eso? Bueno, el elfo es todo un caballero, un tío antisexual - o eso dice él - que jura que la respetará y . bla-bla-bla

Os decía que en este libro no hay tiempo para florituras. Lena Valenti nos muestra la cara más dura de la guerra que ya se cierne sobre nuestros guerreros y lo hace de forma descarada. Hay jotuns por todas partes, los lobeznos y vampiros van a sus anchas por la Tierra y, ante todo, no hay un maldito lugar seguro. Todo es susceptible de ser destruido. Para colmo, por si todo esto fuera poco, Loki abre el mundo de los elfos oscuros. ¡Bravo, desgraciado, bravo! Mientras todo se rompe, mientras todo el mundo cae, Daimhin lucha con uñas y dientes contra sus instintos, diciéndose que ella lo que necesita es a alguien que la trate como si fuera una piedra preciosa. Permitid que me ría.

Me encanta. Sencillamente, me encanta. La forma cómo Steven rompe todas las barreras que lo separan de Daimhin, la manera cómo ella acepta que no hay una realidad diferente a la presente... y cómo luchan. Con uñas y dientes. Creedme si os digo que estos dos son, con diferencia, los más valientes de la saga. Saben que tienen todas las de morir y, aún así, pelean. Por ellos y por los suyos. Por lo que pueda pasar después, sin importar las consecuencias. Chapó a Steven, chapó a Aiko y chapó a nuestros bardos.

El final me dejó de piedra. No me esperaba que pasara lo que, efectivamente, pasó. Si bien es cierto que me molestó la actitud de Thor, el vanirio ; adoré cada palabra. Todo lo que implica, lo descorazonado de su argumento, lo pesaroso de su futuro... perfecto, sencillamente, perfecto.

Una vez más, aprovecho para decir que espero que caigan los jotuns y su asqueroso padre. No sé qué será del barco de Balder, ni siquiera sé cómo afrontarán Odín y Freyja la realidad; pero me muero de ganas por descubrirlo.

-¿Por qué crees? Tengo tu espada perforándome un pulmón, colmillos - se encaró con ella -. ¿Te vas a enfadar ahora por un mordisquito? ¡No ha sido para tanto!

Nada justificaba la muerte de un niño. Nada paliaba ese dolor.

Pero, como en todas las guerras, las minorías siempre perdían aplastadas por el poder de las mayorías. Las mayorías manipulables, ignorantes y codiciosas.

-Se lo debo - la joven alzó la barbilla -. Van a luchar junto a nosotros.

-O eso, o nos follan a todos - añadió Róta divertida -. Las Agonías no saben luchar. Solo saben succionar la energía... ¿comprendes?

-[...] Yo no encuentro otro modo mejor de morir que vivir cada instante como si fuera el último. No hay mejor muerte, guerrero, que morir en nombre de la vida y la libertad al lado de las personas que más nos importan.

Confiar. Qué palabra tan poderosa e importante. La palabra más traicionada de todas era la confianza.


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