Reseña #112:
Los años de peregrinación del chico sin color¡Hola, hola, hola! ¿Cómo va esa semana? ¿Estáis disfrutando de la entrada de la primavera? Venga, no seáis timid@s, ¿ya se os caen los mocos? A mí ya me empiezan a picar los ojos, así que empezamos la cuenta regresiva. ¡Yupi! *Sarcasmo* Dejando de lado los mocos – qué temas de conversación más bonitos, joder –, ¿cómo van las lecturas? ¿Muchas este mes? Yo la verdad es que poquitas pero todas maravillosas. Como el libro que os traigo hoy, sí, sí. ¡Dentro reseña!Ficha técnica
Título:Los años de peregrinación del chico sin colorAutor:Haruki MurakamiEditorial:Tusquets EdicionesNúmero de páginas: 320ISBN:9788483837443Precio: 19,95€SinopsisCuando Tsukuru Tazaki era adolescente, le gustaba sentarse en las estaciones a ver pasar los trenes. Ahora, con treinta y seis años, es un ingeniero que diseña y construye estaciones de tren, pero en el fondo no ha dejado de ver pasar los trenes. Lleva una vida holgada, tranquila, tal vez demasiado solitaria. Cuando conoce a Sara, algo se remueve en lo más profundo de su ser. Y revive, en particular, un episodio de su juventud: dieciséis años atrás, cuando iba a la universidad, el que había sido su grupo de amigos desde la adolescencia cortó, sin dar explicaciones, toda relación con él. Así empezó la peor época de su vida, hasta el punto de que acarició la idea del suicidio. ¿Ha acabado esa época? ¿Es posible que aquello le marcara más de lo que él cree? Tsukuru decide entonces ir en busca de cada uno de los miembros del grupo para averiguar la verdad. Con la pieza de Liszt titulada Los años de peregrinación como leit-motif, comenzará esa búsqueda, que le llevará a lugares tan dispares como la ciudad de Nagoya o Finlandia, o tan recónditos como algunos sentimientos. Decididamente, a Tsukuru le ha llegado la hora de subirse a un tren.Mi opinión Tsukuru Kazaki quiso morir. Así de sencillo. Estaba en la universidad, no había nada que lo atase a la vida y pensó muy seriamente en morir. Ahora bien, no murió. No se mató. El porqué es muy sencillo: vio que algo iba mal y lo arregló.Tal vez sea un modo un tanto brusco de empezar una novela, ¿no creéis? Un chaval que se arrastra como alma en pena de clase a su habitación y de su habitación a clase. ¿Qué tal si hablamos de sus antiguos amigos? El antiguo grupo del que formó parte y que, curiosamente, estaba compuesto por cuatro personas que acortaron sus nombres para que fueran colores.
Tsukuru, que así es como todo el mundo lo llama. Tsukuru, que significa “el que construye”. Me encantó. Así de fácil. Un personaje bien construido, con tantas inseguridades como cualquiera de nosotras, como cualquiera de nosotros. Ojo, yo no hablo de queramos matarnos, ¡ni mucho menos!, sino del hecho de no entender por qué, efectivamente perteneces a un grupo y no a cualquier otro, por qué te han aceptado como un miembro más y por qué te sientes como pez fuera del agua.Sí, amigas y amigos, Tsukurues un mar de inseguridades que se ha ido curtiendo a lo largo de los años, hasta ser un respetado ingeniero ferroviario – trabajo que me dejó flipada, pero eso ya no viene a cuento –. Un hombre cualquiera que quiere iniciar una relación seria con Sara, una mujer un par de años mayor que él.
Esto está muy bien, me diréis. Claro que sí, os contestaría, de no ser porque Tskuru primero debe enfrentarse a su pasado, saber por qué un día, sin venir para nada a cuento, el que era algo así como el portavoz del grupo, lo llamó y le dijo sin una sola floritura que no querían volver a verlo. Creo que no exagero si os digo que este es libro más extraño que he leído del autor, al menos hasta ahora. Hum. Tal vez eso no haya sonado todo lo bien que pretendía. Me refiero a que Los años de peregrinación del chico sin colores una historia curiosa, una que rompe los esquemas de tiempo, para hablarnos del antes, del después y el ahora. Una historia con una pluma magistral, y es que Haruki Murakami, como os he dicho otras veces, tiene el don de la palabra. Una innegable capacidad para hacer llegar sus personajes, sin duda, porque yo sufrí con Tsukuru los nervios previos a cada descubrimiento, así como el sosiego de su día a día.
No me gusta juzgar a la gente, al menos no sin fundamento– no me jodáis, todo el mundo se harta a criticar y, quién diga que no es verdad, es que es bastante mentiroso, o terriblemente hipócrita–; por eso no sé si es apropiado decir que en esta novela hay muchos personajes que tendrían que hacerse mirar lo suyo con más seriedad de la que podemos afrontar sin pasar por un profesional. Con esto quiero decir que, si bien es cierto que Tsukurutuvo que aguantar un desplante sin fundamento, los que fueron sus amigos no supieron gestionar de la forma correcta el “problema de base”. Ahí lo dejo. Volviendo a la trama, que es lo que nos ocupa, os diré que Sara le pide a Tsukuru que le hable de sus antiguos amigos, de ellos y del porqué ya no se ven. Una conversación normal y corriente, pero que marcará el punto de inflexión. Sara sabe que nuestro protagonista está muy jodido por dentro. Ahora bien, ¿será capaz de convencerlo para que se enfrente a los demonios de su pasado?
Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler
Que yo os recomiende un libro de Haruki Murakami no es ninguna novedad, lo que sí puede serlo es el hecho de que os recomiende no empezar por esta novela. Ojo, a mí me ha flipado, pero debo reconocer que es una novela pausada. Pausada, os digo (
Un buen momento para hablar de sus antiguos amigos, ¿verdad? Los chicos que, a diferencia de él, sí tienen color. Aka– rojo -, Kuro– negro -, Shiro– blanco - y Ao– azul -. Los colores esperados, al menos a mí juicio, pero eso no es relevante. Lo que sí importa es que esas cuatro personitas le dieron la espalda a nuestro protagonista cuando Shiro decidió inventarse que Tsukuru la había violado. Sí, sí, cómo lo leéis. Una ida de olla magistral, de aquí que os comentara más arriba que la chica necesitaba ayuda profesional. Contrariamente a lo que podáis pensar, no odié a sus amigos. Ni a ellos ni a al chico que conoce en la universidad. Cada uno tuvo sus motivos y, joder, eran tan comprensibles como cualquier otro. No quiero ahondar en el tema, dado que sería soltar un bombazo – sí, uno aún más grande que el motivo por el cuál dan la espalda a Tsukuru -, pero sí os diré que me gustó ver las metáforas a través de los colores. Ver cómo el color blanco, ese que habla de pureza, se torna oscuro, quebradizo y enfermizo; ver cómo el color gris genera balance y cómo los colores azul y rojo hablan de fuerza, entre otras muchas cosas. Todo esto son mis apreciaciones, ya que en ningún momento se haba de ello de forma directa, así que no os lo toméis demasiado en serio. Pasando a otros temas, os diré que Sara me cayó muy bien. Una mujer que sabe lo que quiere, alguien que no deja que la pisen y, ante todo, habla claro. La franqueza es una cualidad muy escasa, ¿sí? Pues os puedo asegurar que esta mujer no se calla ni una. Mi último comentario irá referido a la ambientación. Me pirran los libros ambientados en Japón. Me parece una cultura de lo más interesante, con sus más y sus menos, como cualquier otra; pero me gusta más todavía el hecho de que Murakami nos hable, además, de Finlandia. Sí, habéis leído bien, en la novela Helsinki es un lugar muy importante, uno en el que Tsukuru da la patada definitiva a sus demonios. Sólo os diré que esa parte me fascinó. El final es el típico que esperamos de Murakami. Uno abrupto. Uno que hace que te entren ganas de tirarte de los pelos, preguntándote qué narices le costaba al hombre regalarnos un epílogo. Si leéis el libro, ya hablaremos; de momento sólo os adelanto que, para mí, todo terminó bien.
Con todo, Los años de peregrinación del chico sin colores un libro maravilloso, cargado de temas duros, contados con una prosa deliciosa. Haruki Murakami es, sin duda, un autor que nunca falla. No sé a qué estáis esperando para conocer a Tsukuru Tazaki.
Nota: 5/5
Citas(…)-Aunque logres ocultar los recuerdos, o enterrarlos muy hondo, no puedes borrar la Historia – dijo Sara alzando la mirada hacia Tsukuru –. Más vale que te quede grabado: la Historia no puede borrarse ni alterarse. Porque significaría matarte a ti mismo.(…)
(…)Los celos – por lo que Tsukuru coligió de su sueño – son la prisión más desesperanzadora del mundo. Porque es una prisión en la que preso se confina a sí mismo. Nadie lo mete a la fuerza. Uno entra por voluntad propia, cierra con llave desde dentro y lanza la llave por entre los barrotes. Y nadie en el mundo sabe que está ahí recluido. Naturalmente, si se decidiera a salir, podría hacerlo. Porque la prisión está en su interior. Pero no se decide. Su corazón se ha vuelto duro como un muro de piedra. Ésa es la esencia de los celos.(…)
(…)-Todo tiene su molde. El pensamiento también. Pero así como no hay que temer a los moldes, tampoco hay que tener miedo de romperlos. Eso es lo esencial para ser libres: sentir respeto y aversión hacia los moldes. Las cosas importantes de esta vida siempre contienen cierta dualidad. Eso es todo lo que puedo decir.(…)
(…)-El mundo no se pone patas arriba tan fácilmente – le contestó Haida –. Las que están patas arriba son las personas. No lamento perdérmelo.(…)
(…)<<Difícil es de explicar no sólo a los demás, sino a uno mismo. Y cuando se fuerzan las explicaciones, a menudo se acaba mintiendo...>>(…)