Revista Cultura y Ocio

Reseña #137: Siega

Publicado el 01 diciembre 2018 por Alaluzdelasvelas


Reseña #137:
Siega¡Hola, hola, hola!
Sí, he programado la entrada. Después de dos semanas de estas de no llegar a publicar, he decidido que tenía que tomar medidas. ¿Y por qué no hay Wrap Up? Bueno, así para empezar porque no lo tengo hecho, pero la semana que viene lo tendréis sin falta.Me dejo de rollos y pasamos con la entrada de hoy. Estoy segura de que el título no os suena para nada (sarcasmo)… ¡Dentro reseña!
Ficha técnicaReseña #137: SiegaTítulo:(El arco de la guadaña 1) Siega Autor:Neal Shusterman Traductora:Pilar Ramírez Tello Editorial:Nocturna ediciones Número de páginas: 52ISBN:9788416858248 Preció libro físico: 16,15€ Precio formato electrónico:6,64Sinopsis
 Antes, las personas morían por causas naturales. Existían asesinos invisibles llamados enfermedades, el envejecimiento era irreversible y se producían accidentes de los que no se podía regresar. Ahora, todo eso ha quedado atrás y sólo perdura una verdad muy simple: la gente tiene que morir. Y esa es la tarea de los segadores. Porque en un futuro donde la humanidad controla la muerte, ¿quién decide cuándo y cómo sembrarla? Citra y Rowan acaban de ser seleccionados como aprendices de segadores. ¿Su objetivo? Superar las pruebas de su mentor, sean las que sean. Aunque en el proceso renuncien a todo lo que les hace humanos.Mi opinión

 La mortalidad ha muerto. Gracioso, ¿eh? Todo el mundo es inmortal, sólo porque se le puede revivir si, por ejemplo, decide que le apetece echar la tarde “despachurrándose”. Después de unos días en un centro de reanimación – y un helado delicioso si hay suerte -, puedes volver a tus cosas. Pero entonces el mundo estaría híperpoblado, y no queremos eso, ¿verdad? No hay problema. La Guadaña se encarga de que todo esté en orden. Los segadores tienen un cupo anual que cumplir, un número de personas a las que deben cribar para que todo siga su curso. Y lo hacen según unas normas estadísticas tan sencillas como, por ejemplo, la probabilidad que había en la era mortal de que un avión no llegara a tierra. Puestas y puestos en situación, vamos con las opiniones. Citra considera que los segadores son una panda de asesinos que hacen un trabajo vergonzoso. En consecuencia, cuando el segador Faraday toca a su puerta un día cualquier tiene las narices de decirle que haga el favor de cargarse a alguien y largarse. Rowan tampoco está contento con el trabajo de estas personas. Una mañana, mientras va al instituto, se encuentra con el mismo segador, con Faraday, y, sin comerlo ni beberlo, termina siendo testigo de una criba.Ahora bien, ¿quién garantiza a Citra y Rowan que, después de lo que ha pasado vayan a seguir siendo personas normales? Todo el mundo adora el libro. Yo, como siempre, he llegado tarde a la festa. Una fiesta de las buenas, al parecer, porque Neal Shusterman tiene una forma de volcarnos en la vida de estos dos pobres chicos que me ha llegado. Y mucho. Si bien es cierto que el sistema que plantea me ha dado un poco de mal rollo– vamos, a mí no me haría mucha gracia que tocaran a la puerta de mi casa para decirme que he sido seleccionada para la criba –, me encantan los entresijos que encierra.
 El autor nos habla de una forma de vivir en la que no hay preocupaciones más allá de la posibilidad de que te criben pero, ojo, porque durante esa, digamos, espera; puedes rejuvenecer hasta los veinticinco años, puedes obtener la inmunidad durante un año – con un beso al anillo de un segador – y… puedes despachurrartelas veces que te salga de las narices.
 Así las cosas, Citra y Rowan reciben una notificación para ir a ver una ópera a un palco privado. Supongo que no hace falta que os cuente quién está detrás de eso, aunque puede que sí os interese saber que los segadores pueden tener novicios. Ah, otra cosa más… ¿quién dice que todos los segadores sean buenos? No, no os puedo contar nada más, al menos no en esta parte de la reseña; y es que lo mejor que os puede pasar es leerlos el libro tan a ciegas como yo. Por amor de Dios, si ni siquiera quería leerlo. ¿Sabéis estos libros que, por mucha fama que tengan, no os llaman la atención? Pues eso me pasó a mí. Menos mal que cierta personita me obligó a apuntarme a la lectura conjunta – desde aquí, tres trillones de gracias para Luci –, ¡porque vaya joyita me estaba perdiendo!
 Otra cosa que quería aprovechar para comentaros, y que considero necesaria, es el hecho de que este libro es juvenil. Con esto no quiero decir que tengáis que mirar mal la novela, ni mucho menos; sólo que tenéis que tener en cuenta que el libro va dirigido para personas más jóvenes y, bueno, a veces los protagonistas pueden resultar exasperantes. Sin ir más lejos, Citra me cayó un poquito como el culo la mayor parte de la novela. ¿Y por qué? Pues porque a ratos me recordaba mucho a mí con su edad: cabezota a dolor, irreflexiva y absurdamente impulsiva. Que sí, está muy bien hacer las cosas sin pensar, pero hay límites y… bueno, digamos que la chica más de una vez tenía un señor guantazo.
 Rowan me ha gustado mucho. Esa faceta de chico tímido, con el peso de sentirse poco más que “el chico lechuga”– no os hacéis una idea de lo que me pude llegar a reír con eso – y… bueno, con el sinfín de desgracias a las que hace frente. Un diez de personaje y mi favorito, sin duda.
 Creo que puedo contaros una cosa más, sólo para que os muráis de ganas por leer el libro. Los novicios deben hacer frente a una serie de pruebas en los cónclaves de la Guadaña. Y el Nimbo, el todopoderoso Nimbo, no tiene jurisdicción ninguna. Por muchas locuras que se pidan, por ideas satánicas que puedan salir de la boca de ciertos segadores, el Nimbo no puede hacer nada. Y nuestros novicios tampoco.


 Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler

 Me pincháis y no me sacáis sangre. O sea, vamos a ver, desde que empieza hasta que acaba el libro es un “me va a dar un puto infarto” continuo. Así de crudo, sí, sí. Mirad que iba con las expectativas por los suelos, pero os prometo que es adictivo. Capítulos cortos de infarto, diarios intercalados para saber un poco mejor cómo funciona eso de ser segador y dos protagonistas que valen, y mucho. Todos los ingredientes, ¿sí? Bueno, pues sumadle drama. Del terrible. Hay toda una serie de ideas atroces que me han dejado muy tocada. De hecho, la que más me impactó fue la segunda, pero vamos primero con el detonante de una de las escenas más horribles de libro. Después del cónclave, Goddar, un segador que está para que lo encierren y al que le flipa cribar en masa con sus adeptos, al más puro estilo de las películas Anarchy; tiene una idea maravillosa. Una idea estupenda. Sí, sí, el colega debía de llevar un colocón de la hostia para proponer que Citra y Rowan fueran enemigos mortales. ¿Y esto por qué? Oh, muy fácil. Quien gane el anillo de segador, deberá cribar al contrario. Después de esta idea de mal gusto, llegan más problemas. Faraday, nuestro pobre Faraday, se ha cribado a sí mismo. Y ahora Citra y Rowan están solos. A no ser, claro, que aparezcan nuevas personas dispuestas a acogerlos bajo su tutela. Curie se queda con Citra… y Goddard con Rowan. No, no os voy a contar nada más. Después de todo lo que he dicho (escrito) tenéis material más que suficiente para querer sacaros los ojos y moriros por leer el libro. Después de ese instante, la cosa se pone tan turbia que cualquier aportación por mi parte es absurda, además de innecesaria. De lo que sí podemos hablar es de la pena que me dio Rowan. El chico era un cielo, un amor comparado con Citra, que era bastante más cabrona, ¿sí? Bien, pues nadie sale ileso de la manos de un pirado y, creedme, lo que ve y hace Rowan es de traca y media. El pobre chaval aprende por las malas lo que es el dolor, la traición y, cómo no, el precio a pagar por tener un corazón blandito. Citra se curte, pero de otra forma. Curie le lima el carácter, la convierte en una chica luchadora, sensata y tremendamente reflexiva. Porque nuestra chica dura pasa a ser una mujer muy a tener en cuenta, tanto que tuve que quitarme el sombrero ante su evolución.  Tengo mal ojo, cada vez lo veo más claro. Los personajes que más me gustan son siempre los que peor lo pasan y, joder, terminan por hacer que apriete los dientes y me haga esa pregunta, la de “¿y realmente vale la pena todo lo que estás haciendo?”. Porque sí, amigas y amigos, Rowan será buena persona, pero tiene sus momentos y, sinceramente, hubo un par de veces que no me quedó más remedio que dudar de él. Hasta que pasó algo que lo redimió por completo. Me gustan, como he dicho (escrito) ciento de veces, las decisiones arriesgadas en las novelas. Hace poco hablaba con una amiga de lo jodido que es que nos den lo que queremos, esos finales fáciles, idílicos, que no existen. Bien, Neal Shusterman se pasa por el forro de lo que vienen siendo los cojones ese ideal de “final feliz”. Nos da uno justo, bañado en sangre y con un toque amargo que, sinceramente, cuesta superar. Pero es perfecto. Jodidamente perfecto. Antes de acabar, quiero dedicar unos minutitos a un par de cosas que me han llamado la atención en la novela. Si bien es cierto que estamos frente a una novela juvenil, no estamos ante un libro que haga que digamos “ah, pues ha estado bien”. Neal Shusterman no desaprovecha la oportunidad para hablar de lo que pasa en nuestro tiempo, en nuestro presente real, con la religión, el fanatismo y la muerte. Y eso me encanta porque, como digo siempre, hace falta más gente que le eche narices para decir lo que piensa sin preocuparse del qué dirán. Que dejemos de ser idiotas y nos demos cuenta de las cosas. Si te lo dan mascado, es que algo falla.


Con todo, Siegaes una primera parte de trilogía con mucha fuerza. Un sistema que da que pensar, personajes que enamoran, ideas de mal gusto, sangre y traición. Lo tiene todo para que paséis un rato con el corazón en vilo. ¡Dadle una oportunidad!
Nota: 5/5
Citas(…)
Y, tal como yo lo veo, todos son inocentes, incluso los culpables. Todos somos culpables de algo y todos seguimos atesorando algún recuerdo de nuestra inocencia infantil, por muchas capas de vida que lo envuelvan. La humanidad es inocente; la humanidad es culpable, y ambos estados son indiscutiblemente ciertos.
(…)
(…)
-Tío, ya no eres la lechuga, eres la mortífera belladona. ¡Ahora eres un vegetal malo!
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<<La culpa es la prima idiota del remordimiento>>, le gustaba decir a Faraday.
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Soy leyenda. No obstante, todos los días desearía no serlo.
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-Al mundo se de la bien recompensar el mal comportamiento con el estrellato.
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Mi mayor deseo para la humanidad no es la paz ni la comodidad ni la alegría. Es que todavía sigamos muriendo un poco por dentro cada vez que seamos testigos de la muerte de otro. Porque sólo el dolor de la empatía evita que perdamos la humanidad. De lo contrario, no hay ninguna versión de Dios que pueda ayudarnos.
(…)

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