Revista Cultura y Ocio

Reseña #150: La cigarra del octavo día

Publicado el 18 mayo 2019 por Alaluzdelasvelas


Reseña
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La cigarra del octavo día


 ¡Hola, hola, hola!

 Otro sábado y… por fin he acabado los trabajos. Los trabajos y las clases de inglés. Sí, sí, queda la peor parte; pero vamos a respirar hondo. A fin de cuentas… sólo es sábado, ¿verdad? ¿Qué tal está siendo vuestro mes de mayo? Espero que maravilloso.  Hoy os traigo la reseña de uno de los libros que, estoy segura, recordaré mucho pero que mucho tiempo. Sí, sí, uno de esos libros con un puntito gore que hace que te preguntes qué narices haces leyéndolo. Pero no me enrollo más, ¡dentro reseña!


Ficha técnica
Reseña #150: La cigarra del octavo día
Título:La cigarra del octavo día Autora:Mitsuyo Kakuta Traductores:Fernando Cordobés y Yoko Ogihara Editorial:Galaxia Gutenberg Número de páginas: 240 ISBN:9788416072446 Preció libro físico: 17,10€ (Tapa duraPrecio libro electrónico:10,44
Sinopsis Agarra el pomo de la puerta. Está congelado como un trozo de hielo, una frialdad que parece advertirla de que ya no hay marcha atrás. Kiwako sabe que los días laborables, a partir de las ocho y diez de la mañana, el apartamento no está cerrado con llave durante unos veinte minutos. No hay nadie. En este intervalo dejan solo al bebé. Sin vacilar gira el pomo. 'No voy a hacer nada malo. Sólo quiero verlo un momento. Sólo me gustaría ver a su bebé; eso es todo. Después pondré punto y final. Lo olvidaré todo y empezaré una nueva vida.' Kiwako pasa por encima de los futones para acercarse a la cuna. El bebé llora, mueve los brazos y las piernas. Tiene la cara roja. Kiwako alarga una mano temerosa, como si fuera a tocar un explosivo, y la mete por debajo de su espalda. Lo toma entre sus brazos. El bebé tuerce la boca; a pesar de sus ojos llorosos sonríe. Sí, claramente ha sonreído. Kiwako es incapaz de moverse, está paralizada. El bebé se ríe aún más, empieza a babear, a estirar sus extremidades con golpes secos. Kiwako lo abraza contra su pecho. Acerca la cara a su pelo suave, respira hondo para impregnarse de su olor. Kiwako murmura como si estuviera hechizada: 'Te protegeré. Voy a protegerte para siempre'. En sus brazos el bebé juguetea como si la reconociera, como si la consolara y al mismo tiempo la perdonara. Kiwako se ha desabrochado el abrigo para meter dentro el bebé, como si lo envolviera. Después ha empezado a correr a ciegas. Desde ese día, Kiwako y el bebé robado vivirán una huida sin fin. La lucha desesperada de Kiwako por vivir su maternidad atrapa al lector sin que pueda abandonar la lectura hasta un final que se lee con un nudo en la garganta.
Mi opinión
 Kiwako sólo quería ver a la niña. No quería cogerla en brazos, pero tuvo que hacerlo. La niña no paraba de llorar. Kiwako coge a la niña y, sin pensarlo dos veces, decide llevársela. Sabe que está mal. Sabe que van a pillarla. Pero quiere hacerlo. Esa niña va a llamarse Kaoru… y va a ser su hija.
 No conocía de nada esta novela, pero esa portada rallando en lo siniestro me atrapó totalmente. Quise saber qué se escondía entre las páginas de esta historia y, por qué no, tenía ganas de leer un libro diferente. La cultura nipona es una de mis(muchas) debilidades y, joder, ha sido una maravilla de historia.Mitsuyo Kakuta tiene una forma de escribir directa, para nada florida. Es cierto que es una prosa pausada, pero no por ello excesiva y necesariamente descriptiva. La historia necesita un ritmo a ratos frenético, a ratos excesivamente tranquilo. Como una buena persecución.
 Antes de que me preguntéis, la respuesta es sí. No soporté a Kiwako en ningún momento. Que robase una niña, que se justificase y que pretendiera ser su madre me pareció terrible. Hay que estar muy podrida para hacer algo así y tener los ovarios de creer que es correcto. Pese a todo, hubo ratos en que su angustia generaba esa empatía que sólo podemos sentir con los buenos personajes, los que nos perfilan con esa escala de grises que tan bien casa con las historias agoreras. No quiero entrar en demasiados detalles, pero sí os daré unas pinceladas. Desde el principio sabemos que Kiwako no es una persona estable. Nos cuenta, muy por encima, que le pasó algo con un hombre. El padre de la niña, para más señas. Pero nada más. No sabemos hasta qué punto ella podría llegar a tener, entre muchas comillas, una excusa para haber perdido el norte. Y no lo sabemos porque la autora juega muy bien sus cartas. Nos presenta a una delincuente asustada, y todas, todos, sabemos que la cabra tira al monte.

 Hace un par de años me topé con bastantes libros que hablaban de movimientos sectarios. Después de hacer un trabajo para una de mis asignaturas de la universidad sobre el tema, decidí que quería alejarme de todo eso. Acabé saturada, sí; y por eso me sorprendió que La cigarra del octavodía tenga pinceladas. Lo siento, no puedo deciros (escribiros) nada más sin joderos la historia. Vale la pena, eso seguro. Me gustó más la segunda parte de la novela que la primera. Sé que es cruel lanzar la piedra y esconder la mano, pero os cuento esto para que no desesperéis si decidís darle una oportunidad al libro. Yo levanté las cejas y pensé “mierda, ahora viene la parte aburrida”. Nada más lejos de la verdad. Aunque pueda parecer increíble, la novela nos habla del amor, de la amistad y de la maternidad frustrada con muchísimo tacto. Sin duda, la autora se va de cabeza a mi lista de seguir leyendo su obra.

 Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler
 Suspiré de alivio cuando por fin hicieron clic. Me refiero a sus vecinas, las mismas mujeres que dieron trabajo a Kiwako. Y es que su odisea, ese peregrinaje, la huida eterna; me tenía realmente preocupada. Kaoru no era más que una niña pequeña a la que, sin saberlo, le estaban destrozando la infancia. Y ojo, porque Kiwako realmente quiere a la niña. De un modo extraño, perturbador y casi tóxico; pero la quiere. Os contaba párrafos más arriba que la segunda parte de la novela me gustó mucho más. Es cierto. Meternos de lleno en la cabeza de Erina me flipó. Y me flipó porque la chica, nuestra antigua Kaoru, demuestra tener mucho temple y tanto auto-control que sólo puedo inclinarme ante su fuerza. Es la niña robada y lo será hasta el fin de sus días, pero lucha por su anonimato y nos cuenta sin dramas su historia. La que empieza cuando la arrancan de su secuestradora. Chigusa me pareció muy tierna. Recuperar un personaje de su pasado con tanto tacto fue… precioso. También la relación que se establece entre ellas. Lo que más me gusta de la literatura es la sutileza con la que podemos hacernos con una historia, esa forma cómo las autoras, los autores, nos dicen mucho sin decir nada. Para mí el final son Chigusa, Erina y la isla. La autora nos introduce lo que podríamos considerar la lectura del caso, usándolo como si fueran los extractos del libro que está escribiendo Chigusa sobre las mujeres con las que vivió en Angel Homeo la Casa. Me encantó, porque hay un trabajo bien hecho ahí. La forma como la gurú de ese movimiento sectario disfrazado de paraíso de mujeres, se hace con las mentes de sus adeptas. Chapó por esa parte. Y chapó por cómo lo analizan nuestras chicas. El final es tierno. Tengo que reconocer que casi me dio pena ver cómo acaba Kiwako. Casi. Luego pensaba en lo que había hecho y me preguntaba si realmente había justicia en su final. Pese a todo, Chigusa y Erina se quedan conmigo. Son maravillosas. Sólo por ellas dos vale la pena leer el libro.


La cigarra del octavo díaes un libro lleno de sombras. Una niña robada y una mujer que huye, creyendo ser su madre. La persecución contada con una prosa magistral hace las delicias de la lectura. Vale la pena, no dudéis en darle una oportunidad.
Nota: 4/5

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