Reseña
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Ethan Frome
SinopsisUn empleado de una compañía eléctrica ha sido enviado a estudiar la zona de un pequeño pueblo de Massachussets. Allí será cobijado, en una noche de tormenta, por Ethan Frome que a lo largo de la velada le explicará cómo casado con Zeena, una mujer huraña y enferma, se enamoró de Mattie, la prima de Zeena que se alojó en su casa para cuidar de ella y que le correspondió en su amor.Mi opinión En Starkfield (Massachussets), todo el mundo sabe que a los Frome no les va precisamente bien. Gente pobre. Muy pobre, de hecho. Tanto, que pedir es lo más cercano a lo ordinario en lo que puede pensar nuestro bienintencionado Ethan. Quién no sabe nada de todo esto es el enviado de la compañía eléctrica. Nuestro primer protagonista, para más señas. El mismo que llega a casa de la señora Hale y empieza a interesarse por esos rumores, los cotilleos que desencadenan que, ¡casualidades de la vida!, un día se cruce con Ethan. Un hombre demacrado, el señor Frome. Alguien que ha sufrido mucho. Y muy misterioso. Tanto que nuestro protagonista quiere conocer su historia. Cueste lo que cueste. ¡Y vaya, si le cuesta! Porque Ethan es hombre de pocas palabras. Hermético, con ese aire melancólico; siempre taciturno, cumpliendo con sus obligaciones sin ser apenas consciente del frío, el maldito frío que lo envuelve todo, el mismo que hace que los habitantes digan que muy poca gente llega a Starkfield para quedarse. ¿Pero qué hay de Frome? ¿Qué hay de verdad en esos ojos apagados, en esa mueca carente de significado? ¿Dónde empieza el hombre taciturno… y dónde el de los sueños rotos? Me gustan las historias que cuentan historias. Supongo que soy una de esas idiotas enamoradas de la literatura, o puede que sencillamente haya algo melancólico, casi bucólico, en el hecho de que una historia la susurre otra. Es el caso, si me lo preguntáis. Nuestro ingeniero tarda bastante en conseguir que Ethan se abra, eso es cierto. Pero cuando lo hace, cuando cada palabra da vida a una historia olvidada susurrada entre los coletazos de una tormenta de nieve; es una maravilla.
Si queréis mi opinión, Ethan Fromees la tragedia de un hombre que nunca supo lo que quería de esta vida. Es una constante, si lo pensáis: gente que se levanta cada día y ejecuta sin pensar la rutina preestablecida. Acción, reacción; pero sólo por comodidad. En el caso de Ethan, el detonante es la mala salud de su familia. Una primera señora Frome que deja la vida terrenal bajo las atenciones de un hijo consumido por la pena y una Zeena que, desgraciadamente, llega para quedarse. La nueva señora Frome. La eterna enferma. La eterna mentirosa. La tragedia de Ethan no empieza con la muerte de su madre y lo que, sin lugar a dudas, es un matrimonio que nace de la sencilla necesidad de escuchar una voz más y no sólo la suya. No, la tragedia de nuestro señor Frome llega cuando su mujer, en su sempiterno papel de “enferma” egoísta, cabrona y mentirosa; decide acoger en su casa a su prima. Mattie Silver, la dulce Matt, que sólo quiere un lugar en un mundo que no la quiere. La misma Matt que parece hacer que todo vuelva a brillar en la vieja granja. Matt, que es luz para Ethan… e incertidumbre para Zeena. No os quiero contar nada más, porque la historia es terriblemente corta. También adictiva. Pese a todo, debo advertiros de una cosa: Zeena es uno de esos monstruos que se esconden en la oscuridad. Sí, sabéis a cuáles me refiero. Ese susurro velado, el “¿por qué a mí?” que hace que nos preguntemos qué cojones estamos haciendo mal. Porque Zeena es mala. Y muy mentirosa. ¿Qué, preparadas y preparados para la tragedia? Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER
Recuerdo que hace mucho tiempo, bauticéa una mosquita muerta especialmente repelente como“la chica de cristal”. Era la típica cabrona que usaba siempre la misma excusa para que todo el mundo creyera que era una santa. La típica cabrona, me vais a perdonar, que no se soporta a sí misma y, por tanto, decidióhacer daño al resto para reafirmar una autoestima sencillamente inexistente. ¿Y a qué viene esto?, os preguntaréis. A que Zeena me ha recordado tanto a ella, tanto, que ha llegado a darme náuseas.
Una manipuladora. Un monstruo. Alguien que vive por y para joder a los demás. A su marido, para el caso, al que tiene sometido a la ley del silencio. Porque ella siempre está demasiado mal, por supuesto; porque ella tiene todo el peso– de sus gilipolleces, como mucho – sobre sus escuálidos hombros. ¡Una quejica! Eso es Zeena. Una llorona que se monta películas de terror para estar todo el día llorando cuál alma en pena. La mujer de un hombre pobre, por si la señora no se ha enterado todavía; que ha convertido a su marido en el esclavo de una serrería que no funciona, y a su prima en una víctima que traga mierda a cambio de un poco de comida y una cama en la que dormir.
Una tragedia, decía párrafos más arriba. Una que nace de la necesidad. El silencio, la incertidumbre y el miedo hacen que Ethan atesore sus sentimientos hacia Mattie como algo sucio y prohibido; pero la verdad es que sólo es un chico– un chico de veintisiete años, por amor de Dios – que no entiende por qué narices no hay amor en su vida. Porque Zeena no le quiere, eso que quede bien claro. Esa desgraciada tiene bastante con comportarse como una enferma terminal– no es una faltade respeto ni nada, para las personas que, desgraciadamente, sí están en esa situación… –. También como una déspota.Venga, voy a preguntaros algo: ¿quién es la persona a la que le calzabais una hostia bien grande de lo cabrona, desgraciada e insufrible que es? Estáis pensando en alguien, ¿verdad? No os molestéis en negarlo. Todo el mundo piensa en alguien, cuando se le hace la pregunta. Pues así es Zeena. Palabrita Mattie y Ethan son un imposible, eso lo saben hasta ellos. Puede que por eso actúen cómo lo hacen. Ojo, porque a mi juicio hacen una tontería a la altura de ciertas tragedias de las que no os hablaré para que no adivinéis por dónde van los tiros. Una tontería que hace que toda la historia cobre sentido, pese a todo. Tiene momentos dulces, eso también. La forma cómo Ethan ve a Mattie me pareció no sólo tierna, sino también desgarradora. Para él, ella es la luz, la jodida luz en medio de un puto pozo oscuro. Y puede que la idealice. Claro que es posible que lo haga. Pero ella hace lo mismo. Ethan le habla como se le habla a una persona, no a una niña bonita sin cerebro. Porque hay un error de cálculo elemental en eso: Mattie será preciosa, pero no es estúpida. Mattie será muy torpe, pero no es una inútil.
La novela es opresiva, tanto a que ratos una se pregunta por qué de golpe parece que sea más difícil respirar. Esa cocina cargada de malos presagios, el susurro incesante de que la pobreza está consumiendosus malditas vidas.Porque es así: son pobres, mucho para todos los gastos – inútiles – que se procura Zeena. Porque es una perra egoísta, por supuesto, la mujer despechada que decide que tiene la obligación moral de apartar a Mattie cuando, en su eterno delirio de narcisista aburrida, decide que tiene que reducir un poco más las opciones. Qué no haya felicidad en su casa. Amén, Zeena. Objetivo conseguido.
El final es… horrible. No me podía creer lo que leía. Era un constante “no, joder, no”, al que seguía en silencio mientras Ethan… hacía lo que se le pedía. Como siempre. Y duele. Claro que duele. Ver la caída de alguien bueno, la caída en desgracia por no haber sabido dar voz a unos sueños lícitos y perfectamente realizables. Qué puta es la vida a veces… y qué bien sabe eso nuestro señor Frome. Desgarradora, con una prosa delicada a veces y opresiva a otras, Edith Wharton nos dibuja la vida de Ethan Frome, un hombre que sufre demasiado y vive muy poco. No sé a qué narices estáis esperando para lanzaros a leerla.
Nota: 5/5