Reseña
-
Claus y Lucas
¡Hola, hola, hola!
¡Y otra semana que se nos va! ¿Cómo van los propósitos de año nuevo? ¿De momento se cumplen? Espero que sí. Yo estoy en ello. De momento estoy leyendo con calma. Y eso mola. Así que no me quejo. Como tampoco me puedo quejar de traeros la reseña de un libro que ha hecho que el 2020-lectorno pueda empezar mejor. ¿Qué, vamos a ello? ¡Dentro reseña!Ficha técnicaTítulo:Trilogía de los gemelos 1 a 3– Claus y LucasAutora:Agota KristofTraductora:Ana Herrera y Roser BerdaguéEditorial:Libros del asteroideNúmero de páginas: 304ISBN: 9788417007744Preció libro físico: 23,70€ (Tapa blanda – trilogía completa) Precio libro electrónico:13,29€ (Versión Kindle para la trilogía completa)
Sinopsis
En un país en guerra ocupado por un ejército extranjero, dos hermanos, Claus y Lucas, han sido abandonados por su familia y puestos al cuidado de su abuela, a la que sus vecinos llaman la Bruja. La barbarie del convulso mundo en el que viven les lleva a emular la crueldad que ven en él. De una inteligencia superior, serán capaces de utilizar cualquier recurso para sobrevivir, pero una vez asegurada su supervivencia intentarán poner remedio a muchas de las dramáticas situaciones que les rodean. Los distintos caminos que terminan eligiendo al final de la guerra marcarán sus vidas para siempre.
Formado por las novelas El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira, el tríptico Claus y Lucas es un retrato poliédrico de la complejidad humana, un libro extraordinario sobre los horrores de la guerra y los totalitarismos.
Basado en las vivencias infantiles de su autora, una exiliada húngara que lo escribió en francés, este libro que se publicó por primera vez a finales de los años ochenta es un auténtico clásico moderno.
Opinión Claus y Lucas tienen que quedarse a vivir con su abuela. Es una solución temporal. Ha empezado la guerra y ya nadie está seguro, segura, en la ciudad. Una ciudad sin nombre, por cierto; ya que la autora mantiene en el anonimato – pese a que podamos suponer por dónde van los tiros – el contexto. Así que se quedan con la abuela, la misma que no los ha visto hasta ahora; la misma que, maldita suerte, odia a su hija. Pero no puede negarse a acoger a los niños. Esos a los que, con la boca llena de veneno, llama “hijos de perra”, “inútiles”, etc.
Claus y Lucas son gemelos. Dos niños idénticos, iguales en extremo. Dos niños que tienen que acostumbrarse a una mujer, “una vieja”, como ellos la llaman; que no les quiere. Porque la abuela es una castigadora, una mujer que sólo les deja comer si trabajan. Una que ni siquiera tiene una cama para ellos. Se ha hablado mucho, de avaros y avaras, ¿cierto? Esta gente que prefiere no tener ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca mientras pueda mirar con ojos codiciosos, casi salivando, jodidos montones de monedas. Eso es la abuela de los chicos. Y precisamente por eso, necesitan un plan de acción.
No os quiero contar nada más, porque esta novela es una jodida maravilla. Una tan sumamente impresionante, tan brillante, que no puedo más que aplaudir a Agota Kristof por el trabajo que ha hecho. Y es que Claus y Lucasno es una novela al uso – y sí, sé que la edición recopila la trilogía entera, pero voy a seguir hablando de la novela como una sola unidad, porque para mí ha sido así y, oídme, ¿quién dice cómo debemos sentir lo que leemos? –. Con una prosa directa, rozando en lo soez, en lo obsceno; Kristof nos dibuja una realidad de pesadilla, salpicada de pobreza, guerra, pederastia y maltrato. Una novela que cabrea, y mucho; porque todo lo que pasa es sencillamente atroz.
La abuela es conocida en el pueblo como “la loca”, “la bruja” y demás lindeces que, bueno, más de una vez merece. Porque es una persona horrible, las cosas claras; y, pese a todo, Claus y Lucas deben lidiar con esa doble moralidad: el hecho de saber que deberían quererla y el reconocer para sí mismos que no pueden hacerlo. La llaman “la loca”, os decía, también se dice que fue ella quién asesinó a su marido. Así que en el pueblo repudian a nuestros pequeños protagonistas. Pero no pasa nada. No, nada. Porque ellos… ellos tienen un plan. Esto sería, a groso modo, las primeras páginas de la novela. Ajá, el principio. Y hasta ahí puedo leer. Creedme, os estoy haciendo un favor. Contar más es tan injusto como innecesario. Pese a todo, no puedo pasar a la zona spoiler sin deciros que… bueno, que la autora tiene una manera muy peculiar de narrar. Directa, os he dicho. También hay un punto mordaz y muy cruel, en su obra. Porque, aunque no sabes qué narices está pasando, te hueles que algo está cociéndose… y vaya, si se está cociendo.
Tiempos de guerra. La frontera cerrada. Nadie puede salir. Nadie puede entrar. Claus y Lucas, encerrados en ese ambiente asfixiante, preparan el contraataque. Porque nadie más va reírse de ellos. Se van a hacer respetar y quién cometa el error de olvidar que ellos se bastan y se sobran para hacerle frente a todo… bueno, tal vez tenga algún que otro problema del que, a lo mejor, no puede hacerse cargo. Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER
Supe que la autora se estaba descojonando de nosotras y nosotros como lectoras y lectores, cuando empecé a fijarme en las cosas que pasaban. No tanto en leerlas sin más, si no el hecho de pensar hasta qué punto tenía sentido todo lo que pasaba. Y es que había cosas extrañas, como esos castigos que se imponían a sí mismos, esa manera de masticar una y otra vez la soledad. Porque hay mucha soledad, entre las páginas de Claus y Lucas. Tanta que, cuando un personaje dice que hay libros muy tristes y vidas más tristes que los libros más tristes; no pude más que asentir con la cabeza pensando, “joder, qué razón tiene”.
Una locura. Una completa y absoluta locura. Una brillante, por cierto; en la que Agota nos da pequeñas pinceladas de una vida que tienen pequeños vacíos de información. Porque sin decir nada, nos dice mucho. Y es que la vida de Lucas, la vida de Claus… y luego la verdad, esa cruda, dura, cruel; hacen del libro una maldita sesión de pesadilla que, pese a todo, tiene un punto de dulzura que subyace a toda la ponzoña con la que viene aderezada. ¿Dulzura? Sí, dulzura. Porque Lucas, en el fondo, sólo quiere encontrar a su hermano. Quiere encontrarse con él de cara. Quiere, joder, decirle que sí, que es él, que sigue aquí, que puede contar con él, que el viaje se ha acabado porque por fin están juntos. ¿Pero y su hermano? ¿Puede él realmente aceptar eso… y pueden encontrarse?
Si me preguntáis qué parte me gustó más, sin duda me quedo con la segunda. Una historia salpicada, esta vez sí, de pequeños momentos emocionales. Porque la primera carece totalmente de ellos y es que se centra en una objetividad – al menos aparente – tan opresiva que no puedes más que boquear en busca del oxígeno del que la maldita historia, la jodida historia más triste que he leído en mucho tiempo, te priva. Así que sí, la segunda es, a mi juicio, la mejor.
El final es brutal. La autora consigue dejarnos con un palmo de narices y es que, aunque me olía qué iba a pasar, no puedo más que aplaudir la forma cómo durante toda la novela juega con nuestras ideas, diciéndonos primero que sí, luego que no, para seguir con ese “tal vez” en el que, al final, nuestra cabeza es un hervidero de pensamientos incoherentes. Chapó, Kristof, por una novela tan brillante. Supongo que no está de más aclarar algo. La novela no es para todo el mundo. Me explico. Hay escenas realmente asquerosas, escenas que hacían que arrugara la nariz del asco y me preguntara, muy seriamente, qué narices hacía yo leyendo algo así.Pero vale la pena. El dolor, el desgarro que provoca la novela; sólo lo convierte en algo que rompe esquemas. Porque la autora no escatima en crueldades, mucho menos en bofetones de realidad que hacen que nos preguntemos de qué sirven realmente las guerras. Matar por matar. Matar por un pedazo de tierra. Matar por ideales que, en el fondo, no existen. Matar, por el mero hecho de matar. Y todo lo que implica. Porque hay muchísimo machismo, homofobia, misoginia y racismo; detrás de todo esto. Crueldad. Odio. Todo eso nos enseña Agota Kristof. Y sólo por eso, por ver la verdad sin ambages… el dolor de leerlo, vale la pena.
Claus y Lucas es una de esas novelas que, una vez acabadas, se quedan contigo. Dura, cruel, obscena a veces, soez otras; dibuja una realidad atroz. Una en la que seremos partícipes de hasta dónde estamos dispuestos, dispuestas, a llegar cuando todo parece venirse abajo.
Nota: 5/5