RESEÑA #62: LA PRINCESA DE HIELO Y FUEGO
¡Hola a tod@s! ¿Cómo va la semana? ¿Os trata bien este tipo que está completamente loco? Yo por mi parte me declaro completa y absolutamente indecisa. Ya no sé si ponerme una camiseta de lana o una camiseta que sea casi papel para fumar. ¡Que se ponga de acuerdo el tiempo, por Dios! Hoy os traigo una reseña que tenía muchas pero que muchas ganas de subir, porque ha sido uno de los mejores libros que leí durante enero. ¡Dentro reseña!
Ficha técnicaTítulo:La princesa de hielo y fuegoAutora:Svend MorthensEditorial: DestinoNúmero de páginas: 283ISBN: 9788408145233Precio: 14,95€SinopsisAya, una hacker adolescente que se viste y comporta como los personajes de los videojuegos, se enfrenta a un complot internacional contra ella. Su padre, el ciberactivista Magnus Sturluson, le ha revelado la existencia de unos documentos clasificados como alto secreto antes de ser asesinado. Viktualia, una organización secreta, intentará impedir por todos los medios que Aya los consiga y los divulgue. Mi opinión
Aya es hija de un conocido ciberactivista, Magnus Sturluson, así como de una periodista de éxito. Debido a la profesión de su padre, no permanecen demasiado tiempo en el mismo lugar. Drumleaks, la organización que su padre, junto con muchos otros colaborados, rige, está en pleno apogeo cuando, en un viaje de negocios, padre e hija asisten a una conferencia del gran Kristinn en Suiza. Durante el evento, el gobierno intenta apresar a Kristinn, un gran portavoz, pero Aya, hacker consumada, sabotea el intentoEl hecho de que haya logrado “vencer” una vez no significa que los Sturluson estén seguros. ¡Ni mucho menos! Esa misma noche, durante la cena, un brutal incendio asola el hotel, dejando a Aya y Magnus en fuera de juego. Con la inventiva y resolución de nuestra protagonista, logran acceder a una habitación. Cuando se creen a salvo, unos golpes en la puerta hacen que la vida de Aya Sturluson dé un giro de ciento ochenta grados. ¿Y por qué? Oh, eso habrá que esperar para saberlo.
La historia la retomamos tiempo después, cuando la familia Sturluson se muda a Reykjavik, Islandia. Para entonces Aya sufre una fuerte agorafobia, patología que le obligará a asistir al instituto islandés más famoso, Menntaskólinn Gullinbrú, de forma, digamos, “semi-presencial”. Gracias a un favor que le debían a su padre, o por simples contactos, nuestra protagonista dispone de un robot de última tecnología que puede moverse a sus anchas – dentro de toda una serie de limitaciones – por el centro. Así conocerá a personas de dudosa fiabilidad, como el director del centro; personas que cuestionan los fines de su padre y…. Agnar, ese chico que, aún paseándose como un robot por la escuela, accede a “ser su amigo”. La aparente normalidad, sólo quebrada por las escapadas de Aya a mundos virtuales, se ve truncada por dos sucesos claves. El primero de ellos, su ingreso en la pequeña sociedad de “Los Siete Enanitos” - conformada por siete consumados hackers que se toman la justicia como algo muy personal –; y, la segunda, la llegada de un misterioso hombre con una “X” en el rostro. Un hombre aparentemente ciego que intimida a Magnus. Un hombre frío, calculador. Malvado. Nuevo autor, gran descubrimiento. Me gustan las sorpresas y este libro, sin duda, lo ha sido. No esperaba que Svend Morthens fuera a sorprenderme tantísimo con esta historia cargada de intrigas y traiciones, dos elementos que, si bien suelen coronar muchas grandes novelas, en esta historia, conforman sólo la punta de un iceberg cargado de informática, sufrimiento, amor y, en cierto modo, magia. No os mentiré: no suelo fijarme en los thillers y, el hecho de que esta novela esté catalogada como tal, en cierto modo, me hacía dudar. Una vez leído, sólo me queda recomendaros encarecidamente que le deis una oportunidad. No os arrepentiréis.
La partida de ese extraño hombre deja a Magnus en un letargo más que evidente: se vuelca por completo en la programación, hasta que una noche va a la habitación de su hija y le hace entrega de un disco duro en el que, dice, está todo “lo que ellos andan buscando”. Viktualia. Una organización peligrosa. Entonces se marcha. Y Aya sabe que no volverá a verlo. Sólo nos queda una pregunta, ¿estará nuestra protagonista a la altura de su legado? Y ahora, bienvenidos a la Zona Spoiler
No mentiré: odié a la madre de Aya desde el minuto cero. Es mujer fría y calculadora, demasiado frívola como para preocuparse por su marido o su hija, sólo vaticinaba problemas. ¡Y vaya que si hubo problemas por su culpa! El hecho que metiera a Kristinn en casa nada más murió su marido me dejó complemente descolocada, ya no hablemos del hecho de que no le preocupe lo más mínimo la verdadera naturaleza de la muerte del que fue su cónyuge. Si hay algo por lo que me quito el sombrero en esta novela, es por como Aya hace frente a su agorafobia una vez muere su padre.Por él cruza la puerta que la separa del mundo exterior, la fina línea mental que la aparta de la vida; para sentirse desfallecer en mitad de la nieva, en ese idílico paraje que es Islandia. Por él. Por su legado. Por su vida.
Después de verter los archivos de su padre en una red de ordenadores infestados por virus, a buen recaudo, decide asistir presencialmente a las clases en el Gullinbrú. Se somete al acoso escolar, brutal y devastador, de Hjalti, hijo de un abogado de prestigio nacional; y sus secuaces. Se enfrenta al director, ese hombre osco y pretencioso, obsesionado con la tradición de Astrid Karlsdottir – mujer que liberó el centro de los malos duendes –. Se funde con Agnar, ese chico simplemente adorable, espiritual, creyente de las energías… Pero, sobre todo, se esfuerza al máximo por desentrañar todas y cada una de las pistas que su padre le dejó sobre el secreto de Viktualia. Me ha gustado mucho como Morthens teje esa tela de araña en la que todos son inocente, todos son culpables, todos saben mucho y nadie sabe nada. Era desesperante y, en más de una ocasión, me encontraba a mí misma frunciendo el ceño, juzgando todas y cada una de las palabras de los personajes, buscando mensajes subliminales, segundas intenciones y traiciones. Algo que ningún autor había logrado conmigo: mantenerme enganchada a un libro de estas características. Simplemente genial. Me dolió en el alma ver lo que sucedió a la familia de Agnar, pero me dolió más aún ver a nuestra protagonista brutalmente humillada por Hjalti y sus secuaces, a favor de Viktualia. Desacreditarla, tacharla de loca y agredirla me pareció, cuanto menos, una burrada innecesaria. Cerdos. Eso es lo que son tanto él como todos sus patéticos amigos. Una panda de desgraciados que se comportan como marionetas de un juego mucho mayor, un juego que ni siquiera alcanzan a comprender, un juego en el que ellos se creen dioses. Una vez la madre de Aya decide irse durante un par de semanas, momento en el cual Kristinn ya forma “parte de la familia”, la novela coge un ritmo trepidante. Él quiere saberlo todo acerca de ella, quiere el secreto de Magnus. Pero nuestra protagonista es más lista. Y huye. Sabremos entonces quién es realmente el hombre que visitó a Magnus, qué sucedió aquella noche en el hotel suizo, qué se trae entre manos Viktualia y, por supuesto, quién es nuestro director de instituto.
No quiero desvelar nada más, porque los finales son finales por algo y yo no soy quién para desvelaros un secreto tan sumamente delicioso. Lo que sí diré, esta vez haciendo referencia al amor presente en el libro, es que nunca algo tan inocente, tan puro, tan minimalista, me había parecido tan bonito. No se torna pesado en ningún momento y es perfectamente creíble. No sé si la novela tendrá segunda parte, pero, de ser así, espero poder leerla.
Con todo, La princesa de hielo y fuego es una novela redonda. Con una prosa exquisita y una trama escalofriante y trepidante, Svend Morthens nos sumergirá en el mundo de Aya, esa hacker de dieciséis años que hará lo imposible por lanzar luz sobre los sucesos que rodean a Viktualia.
Nota: 4.5/5
Citas
(…) He oído que hay secretos capaces de enfermar a quien los guarda y que escribirlos es una forma de liberarse de ellos. (…)
(…) De pronto, sentí esa mirada, la típica mirada de reproche de uno de esos puretas que nunca han echado ninguna partida en un videojuego. ¡Y se vanaglorian de ello, los muy estúpidos! La gente así considera que jugar es una pérdida de tiempo. ¡Al contrario, no hay tiempo mejor empleado! Jugar me ha enseñado a tener más coraje, más ambición y a comprometerme hasta el final en todo aquello que me propongo. Ojalá la vida se pareciera a los videojuegos. Pero lo cierto es que existen diferencias. La principal es que en los videojuegos conoces las reglas y, en cambio, en el mundo real no están nada claras.(…)
(…) A veces tenía la sensación de estar encerrada en una jaula de cristal. Y la condena consistía en ver cómo mi vida real se echaba a perder sin que yo pudiera hacer nada para remediarlo. Me torturaba pensar que fuera había millones de personas haciendo cosas que yo jamás compartiría. De pronto, esa idea se me hizo insoportable.(…)
(…) La mayoría de las personas perdían todo su interés después de una simple búsqueda en Internet.(…)
(…) Según ellos, el mundo era una enorme escuela que les enseñó que la realidad era más misteriosa y desconocida de lo que creían. (…)
(…)-Me gustaría… pero no tengo ni idea de lo que es el joik… – dije mostrando mi absoluta ignorancia sobre el tema. En serio, en esos momentos me hubiera gustado ser toda una experta en joik, fuera lo que fuese.-Verás, es el canto ritual de los sami, el único pueblo nómada que queda en Europa. No utilian cámaras de vídeo ni fotográficas para plasmar la belleza de un paisaje, un animal o una persona. Para ellos sería como intentar enlatar las sensaciones. En vez de eso, improvisan una canción.(…)
(…) En otra circunstancias lo hubiera vivido como un triunfo, pero en ese momento solo sentía el frío del invierno y de la muerte.(…)
(…) Es es la prueba más evidente de que estás muerto, ¿no? Cuando la gente empieza a recordar lo bueno que eras.(…)
(…) Cerré los ojos. A través de su voz sentí a papá en mi interior. Deseé que, allí donde estuviera, Magnus pudiera experimentar lo mismo. No, no habían arrancado a mi padre de mí. Eso no lo conseguirían jamás. Al revés: nos habían unido para siempre. Sus ojos verían a través de los míos y su experiencia guiaría mis pasos. El paso del tiempo acaba convirtiendo a las personas en recuerdos que se olvidan. Pero, mientras yo viviera, no iba a dejar que eso ocurriera con mi padre. (…)
(…) Vivir en sociedad consiste en observar y ser observado.(…)
(…) Un policía busca indicios. Un drogata busca camellos. Y un superviviente, posibles vías de escapatoria.(…)
(…)-Diría que los hijos somos una foto del pasado. Si algo unió a nuestros padres, el tiempo se ha encargado de borrarlo. No resulta extraño que algunos padres piensen que sus hijos son un error que podrían haberse ahorrado. ¿Y quién cuida de un error? Los errores se lamentan y procuran olvidarse. – No sé si era la respuesta más adecuada a esa pregunta, pero fue lo que se me ocurrió en ese momento.(…)
(…) Es curioso, cuando piensas en una persona y en que le dirías esto o aquello, suele ocurrir que a la hora de la verdad te quedas en silencio sin saber qué contarle.(…)
(…) Siempre me han jorobado esas personas que observan a los demás como si ellas poseyeran el secreto de lo que es normal y lo que no.(…)
(…) No me gustan las despedidas. Es como si un pedazo de ti muriera al decir adiós a alguien. Y en ese caso debía multiplicar la sensación por siete.(…)
(…) Había visto esa mirada antes. En el rostro de mi padre. Duró apenas un segundo. Acababa de recibir una paliza a manos de unos individuos que cruzaron sus coches ante nuestra camioneta familiar cortándonos el paso. Por aquel entonces vivíamos en Australia. Yo tenía unos siete años. Fue la primera vez que descubrí que mi padre era vulnerable. Hasta aquel entonces estaba convencida de que Magnus era el ser más y fuerte y poderoso del planeta. Pero esa creencia se desmoronó al igual que un castillo de naipes. Él también podía sangrar y retorcerse de dolor.(…)
(…) ¡Dios, cómo odio a todos aquellos que se refugian en el anonimato de una aglomeración para dar rienda suelta al psicópata que llevan dentro!
(...)