Reseña #79: sombra
Publicado el 11 marzo 2017 por Alaluzdelasvelas
RESEÑA #79: SOMBRA ¡Hola, hola, hola! ¿Cómo ha ido la semana? ¿Muy movida? La mía la verdad es que ha sido rara, en general. Pero bueno, ya estoy aquí para traeros la entrada de la semana. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que con una reseña de una novela que llevaba tanto tiempo queriendo leer?
¡Dentro reseña!Ficha técnicaTítulo: SombraAutora: Elena P. MelodiaEditorial: Roca EditorialNúmero de páginas: 350ISBN: 9788499182780Precio: 17,00€Sinopsis Sola, aterrorizada, perseguida por los Master y en el centro de unos misteriosos asesinatos sin respuesta es como dejamos a Alma en Oscuridad. Ahora, alguno de aquellos interrogantes se empezarán a resolver. Sin embargo, por el momento Alma se siente cada vez más aislada. El instituto, sin Morgan, le parece un edificio vacío. Nada de lo que sucede a su alrededor le produce alegría, ni siquiera la recuperación de su amiga Seline, y siguen sus preguntas existenciales. Poco a poco, Alma descubrirá que las respuestas están en su verdadero origen y lo verá al reconocerse en una fotografía expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo. Es ella misma, ahí está, con los ojos fijos ante la cámara. Aunque en realidad, la chica retratada es la hija del fotógrafo, quien murió tres días antes del accidente de Alma, aquel accidente del que salió ilesa, pero que le cambió la vida… Reseñas de libros anteriores(Myland 1) OscuridadMi opinión Hacía tanto tiempo que quería leer esta segunda parte, que ni siquiera soy capaz de recordarlo. De hecho, todavía tengo presente aquel sentimiento de expectación que me embargaba al pensar que algún día por fin caería en mis manos. Supongo que eso es lo bueno de tener paciencia, ¿no? Que al final las cosas que tienen que pasar, simplemente acaban pasando. El caso es que me topé de pura casualidad con esta segunda parte. Estaba paseando por la biblioteca (sí, se puede hacer eso) cuando reconocí la primera parte. Me hizo mucha gracia y, a la que me agaché para verlo mejor, me di cuenta de que el segundo libro, ¡el que llevaba tantísimo tiempo buscando!, estaba ahí, a su lado. Lo primero que quiero aclara es que esta segunda parte, desgraciadamente, no me ha gustado, y no me refiero a que no me ha gustado tanto como la primera; sencillamente, no me ha gustado. Me explico, el libro empieza prácticamente donde termina el anterior, con el único “inconveniente” de que hay un pequeño salto del que no se nos informa. Nuestra protagonista, Alma, acaba de ver cómo uno de los odiosos Master ha matado al hombre-ángel, el señor que regentaba la papelería en la que obtuvo su pluma. ¿Y qué hace ella? Pues correr y rezar porque nadie la relacione con semejante atrocidad. Si soy totalmente sincera, el libro empieza bien. Muy bien, de hecho. Sigue existiendo esa atmósfera asfixiante, gris, opresiva… que lo convierte todo en un vacío tan grande como la propia Ciudad. Os he comentado alguna vez lo importante que es lograr que el paisaje, los escenarios, sea, en cierto modo, un personaje más de la historia.Pues bien, Elena P. Melodia lo logra. No es un prosa sentimentalista, ni siquiera romántica, la suya. No. Esta señora escribe de una forma tan cruda, tan decadente, que no te puedes desembarazar de la sensación de incertidumbre y desamparo.Cada palabra es un grito al desapego, a la banalización de lo más bonito. Y es que no hay nada que logre que nuestra Alma se ablande. Comenté hace tiempo lo mucho que me había gustado la protagonista. Y me reafirmo. Alma es una persona brutalmente independiente y consecuente con sus pensamientos. No es una chica que necesite que le digan qué hacer y cuándo. Es intrépida, incluso temeraria, pero muy certera con sus premoniciones.Y con ello no hablo sólo de los relatos de su cuaderno – algo francamente tétrico, si me permitís mi opinión –, sino también del modo cómo ella se anticipa a los pasos del resto, cómo logra ver sin ver.La chica es, además, valiente a dolor. No importa cuántas veces la suerte le dé un bofetón en la cara, cuántas veces caiga la desgracia sobre ella… se levanta y lucha con uñas y dientes. Como tiene que ser. El caso es que Alma sigue con su vida de siempre. Con Morgan desaparecido, Agatha entre rejas y el juicio inminente de Naomi y Tito, la pobre no tiene tiempo de hacer nada más que intentar mantenerse al día de las últimas noticias sobre el homicidio del hombre-ángel, asunto que concierne al teniente Sarl, ese pobre hombre que, azares del destino, cada vez pasa más tiempo con Jenna. Antes de pasar a comentar con más detalle el libro, quiero hacer dos menciones especiales. La primera de ellas es para Adam, personaje que en el primer libro no contaba, precisamente, con mi simpatía. Aunque creáis que estoy loca de remate, me retracto. Ese chico es, para mí– al menos ahora mismo –, uno de los mejores personajes de la trilogía. Alguien que merece una segunda oportunidad… alguien que, como no vea de una vez a lo que se enfrenta, va a acabar muy pero muy mal. La segunda mención será para lo que de verdad abre este segundo tomo, el suceso que hace que nuestra protagonista se dé cuenta de lo mal que va todo. Una foto en una exposición, hecha por Markos, un importante fotógrafo. Una estúpida foto, diréis. Tal vez, pero, ¿quién no se asustaría si viera su maldita imagen en una foto que no es suya? Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler Estoy decepcionada, aunque no tenga tantos motivos como, en cierto modo, debería. Quiero decir, sabía que el libro contaba con toques fantásticos y, en parte, era gracias a éstos que la novela me tenía tan enganchada. Mi opinión no cambió hasta que, pasado más de la mitad del libro, sucedió ese algo que da un giro de 180º a toda la vida de Alma. Después de este pequeño avance, sigamos dónde lo hemos dejado. Alma descubre que es idéntica a la chica que posa en la foto. Tras investigar, descubre que la chica se llama Larissa. ¿Y qué hay de ella? Nada. Se suicidó con sus amigas tres días antes del accidente de Alma. ¿Casualidad? Por supuesto que no. Como no puede ser de otro modo, nuestra protagonista decide ir a ver al fotógrafo. Y aquí llega mi primer momento de “levanta la ceja”. ¿Cómo es posible que todo sea tan idílico para el hombre? Quiero decir, delante de sus ojos aparece la viva imagen de su hija muerta y él cede a contarle todo lo que pasó y, ¡ojo!, sólo pide a Alma una foto. ¡Una maldita foto y adiós! ¡Venga ya! Tal vez no entendáis mi enfado con la novela. Es normal, ni siquiera yo acabo de aclararme. Supongo que las expectativas me han jugado una muy mala pasada. Eso o que últimamente estoy un poco más escéptica de lo recomendable. El caso es que, si tuviera que definir el libro con una sola palabra, escogería irreal.Tengo la sensación de que la idea de partida es buena, muy buena, pero la autora quiere ir por un camino que, sintiéndolo mucho, hace que el libro pierda credibilidad, que caiga en tópicos absurdos. Que le lluevan etiquetas que una historia como la de Alma no merecen. Porque no hace falta un nuevo mundo para que esta trilogía sea maravillosa. No hace falta un nombre que a mí me suena a película de Disney Channel. Sólo hacía falta seguir por el buen camino. Rompo una lanza a favor de la historia y es que el asunto de Agatha, junto con la terrorífica casa en la que vivía con su tía– esa a la que prácticamente dejó congelada en la cama –, me pareció de diez.Es, sin duda, el colmo de lo truculento. La chica, sin duda, necesita ayuda y, pese a todo, tiene momentos de lucidez en los que colabora con Alma. Porque, claro, sabe mucho más de lo que dice. Lo mismo para Adam. Jamás pensé que alguien como él fuera a parecerme maravilloso y, sin embargo, aquí me tenéis, diciendo que él es cien veces mejor que Morgan. Morgan. Podríamos considerarlo un sinónimo de mal gusto de la palabra perfección. Él lo sabe todo, es casi omnipresente. Pero para mí no es más que un ente cubierto de una película que nada tiene que ver con la realidad. Perdonadme, pero él no quiere a Alma. No como sí lo hace Adam.Supongo que el listón estaba demasiado alto en la primera novela pero, ojo, el chico se lapida a sí mismo. Pasa a ser altivo, incluso peligroso para sí mismo. Una persona que siente un apego tan fuerte por una causa no es buena compañía. Mucho menos una persona que prácticamente se mea sobre otra como si fuera un perro, para marcar el territorio. Supongo que es hora de hablar de qué es lo que comentaba hace un rato. El escenario, decía, ¿sí? Pues aquí llega su antagonista. My land. El Leviatán. Los No-Nacidos. Un porrón de conceptos que, sintiéndolo mucho, no casan con lo que ya estaba establecido. Si Elena P. Melodia quería una historia entre dos mundos perfecto, pero no así. Maldita sea, yo adoraba esta historia y, ahora… creo que está corrompida por algo que no pega con lo que había. Iré por partes, porque no quiero dejarme nada. La única opción que a mí me parece válida o, al menos, salvable, es la del Leviatán. Me gusta que se use ese nombre, esa mitología encarnando algo tan diabólico como el propio Mal. Sin embargo, cuando eso se edulcora hablando de padres malignos, de dominios acuáticos, dragones marinos y No-Nacidos… me pierdo y me enfado muchísimo. El Leviatán tenía que ser algo simbólico, algo que no existe, algo que sencillamente simboliza.Por el amor de Dios, de la virgen y de todo lo que queráis, ¿a qué persona se le ocurre semejante idiotez? Y sí, he dicho idiotez, porque algo tan surrealista, tan edulcorado, no merece que cierre la boca. Si la vuelta de Morgan ya me resultó francamente insoportable, no os podéis imaginar el cabreo que me cogió cuando el señor decidió explicar a nuestra querida Alma qué era un No-Nacido. Pues otra idiotez, por supuesto, porque de eso el libro va bien servido desde la página 300 más o menos. Lo peor de todo es que estoy tan enfadada como decepcionada.¿Nunca habéis oído eso de “prefiero que me grites, no soporto tu silencio”? Para mí esta lectura ha sido precisamente eso. Ha sido como si, en cierto modo, la voz de la autora se acallara, dando paso a un final que no venía para nada a cuento, que no ha hecho más que destrozar una historia que era buena.Porque lo era, ¡maldita sea, lo era de verdad! Más de lo mismo para las cosas que se quedan en el tintero. El rencor de Evan, el dibujo de Lina, Roth… toda una serie de “afortunados olvidos” que sólo logran que yo me envare más si cabe. Y, hablando de cosas que se olvidan. Los espejos. Me pareció un acierto cuando lo leí. Sí, hablo del hecho de que Alma viera a Larissa en el espejo y se muriera de miedo. ¿Y en qué lo convierte Elena P. Melodia? En un caso aislado, en un burdo intento de enfocar la historia al lado paranormal; y digo burdo no porque me parezca mal – era lo correcto –, sino porque ella misma, sin ningún tipo de remedio, condena una historia de diez a una decepción mayúscula. El final ni siquiera es un final, es sólo una excusa para proyectar a Alma hacia ese lugar del que se nos cuenta más bien poco, aunque lo suficiente como para que yo ya no quiera saber nada más. Consideraré esta novela como el final, aunque no lo sea. De todas formas, para mí ya carece de sentido seguir con ella. Con todo, Sombra es una segunda parte que baila entre la esencia del libro anterior y algo demasiado distorsionado. Con personajes que siguen llegando y escenarios grises, Elena P. Melodia nos presenta una segunda parte que, pese a sus puntos fuertes, a mí me ha dejado con un sabor demasiado agridulce.
Nota: 2/5Citas(…) A todos los que hacéis de la razón un credo, que racionáis los sentimientos en porciones de supervivencia y que pensáis que seguís un camino prefijado, a los que sostenéis que conocer el futuro condiciona las decisiones del presente y que olvidar el pasado nos hace libres, quiero contaros cómo prosigue mi historia. Deseo mostraros cómo el destino, indiferente ante cualquier ilusión, conduce nuestra vida en la dirección que él determina. Y cómo nosotros, almas rebeldes que intentan escabullirse de su red, no podemos hacer otra cosa que intentar cambiar su trayectoria. El día llegará, inexorable, en que nos demos cuenta de que el camino está marcado y de que no podemos hacer otra cosa más que seguirlo. Pero para mí, por ahora, ese momento aún no ha llegado. Yo soy un alma rebelde.(…)(…) ¿Cuánta fuerza tiene una mirada, aunque esté vacía?(…)
(…) Un filósofo cuyo nombre no recuerdo escribió un día que cada uno de nosotros puede decidir si quiere vivir o limitarse a mirar la vida. Yo me pregunto si es posible ver la propia vida; quizá no, tal vez el mero hecho de observarla bloquea la propia acción de vivir.(…)
(…) Inmovilidad equivale a muerte.(…)
(…) Es curioso lo que ayuda participar de los problemas de lo demás para relativizar los propios.(…)
(…) Cada uno de nosotros tiene una superficie, que con demasiada frecuencia refleja con una precisión exagerada lo que los demás quieren ver, y un fondo por el que se mueven y en el que se encajan los verdaderos sentimientos, esos que no nos atrevemos a confesar.(…)
(…)No sé por qué el regreso siempre parece más breve que la ida.(…)
(…) La venganza es así: te la imaginas, te imaginas su sabor, pero luego, cuando llega el momento, no te deja en la boca más que un gusto amargo. Y entonces toda la rabia, el odio que has gestado se vuelve contra ti, te envuelve y desaparece en tu interior, manteniendo viva una pequeña semilla maléfica, preparada para germinar con nuevas fuerzas a la primera ocasión.(…)