Revista Cultura y Ocio

Reseña #95: rebelión en la granja

Publicado el 30 septiembre 2017 por Alaluzdelasvelas
RESEÑA #95: REBELIÓN EN LA GRANJA
¡Hola, hola, hola!¿Qué tal os ha tratado la semana? Espero que bien, porque yo me moría de ganas porque llegara el fin de semana. ¡Por fin un par de días para dormir y leer tranquilamente! Sí, lo sé, lo sé, qué triste pedir sólo eso. Ay, la vida. Pero no me enrollo más, que hoy os traigo algo que, a mi juicio, es una joyita.¡Dentro reseña! Ficha técnicaRESEÑA #95: REBELIÓN EN LA GRANJATítulo:Rebelión en la granjaAutora:George OrwellTraducción de:Marcial SoutoEditorial: DeBolsilloNúmero de páginas: 143ISBN: 9788499890951Precio: 6,95SinopsisEsta sátira de la Revolución rusa y el triunfo del estalinismo, escrita en 1945, se ha convertido por derecho propio en un hito de la cultura contemporánea y en uno de los libros más mordaces de todos los tiempos. Ante el auge de los animales de la Granja Solariega, pronto detectamos las semillas del totalitarismo en una organización aparentemente ideal; y en nuestros líderes más carismáticos, la sombra de los opresores más crueles.
Mi opiniónDespués de leer 1984– podéis consultar la reseña haciendo clic aquí – tenía muchas ganas de dar una segunda oportunidad al autor. Si el primer contacto fue más que maravilloso, ¿por qué no iba a serlo el segundo? Pues porque era imposible que no lo fuera, así de sencillo. George Orwell es un escritor que vale, y mucho, la pena.Si bien en la primera novela nos sumergimos de lleno en el terrorífico mundo del Gran Hermano, en esta otra nos muestra la Granja Solariega, dirigida por Jones, un hombre injusto, terriblemente cruel, alguien que no merece ningún respeto, pues él es el primero que no lo tiene hacia los animales. ¿Y quién los culpa de querer rebelarse?
Una novela curiosa, Rebelión en la granja. Una sátira en toda regla, con toques no sólo oscuros, sino terriblemente viscerales. Me ha maravillado. No hay más. Me ha maravillado cómo Orwell juega con nuestras cabezas, mostrándonos primero la cara amable de la rebelión. La que habla de justicia, la que, en el fondo, no es más que un juego al que siguen muchas desgracias.Pero vayamos por partes, ¿sí?El Comandante es el cerdo más viejo de la granja, un porcino que sabe lo que dice cuando habla de liberarse contra la humanidad. No en vano es el que les enseña la canción <<Bestias de Inglaterra>>, canción que todos los animales aprenden. Como decía, se trata de un cerdo viejo, y es por eso que, tras su muerte, son Bola de Nieve y Napoleón los cerdos que siguen hablando de rebeliones futuras. Rebelión que llega un día. Sin más.
Tal vez penséis que la rebelión, en la que acaba conociéndose como la Batalla del Establo de las Vacas es un día feliz. Tal vez penséis que Napoleón y Bola de Nieve tienen algo bueno que aportar. Y, al menos al principio, así es. Dije en mi última – y única – reseña del autor que era todo un revolucionario. Lo mantengo. George Orwell es un máquina. Un hombre que sabe lo que dice y cómo lo dice. Alguien que toca las teclas indicadas, que denuncia todo lo injusto que baila por el mundo. Un hombre que no pregunta, sentencia. Y, qué queréis que os diga, una vez más no me queda más remedio que inclinarme ante su maravillosa prosa.
La antigua Granja Solariega, ahora llamada Granja Animal, trae consigo muchos prejuicios. Los humanos de las granjas vecinas tienen miedo, miedo de verdad. Ahora bien, no son los únicos que deben tener miedo. ¿Quién les dice a nuestros animales que están a salvo en manos de los cerdos?Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler

Tenía las expectativas muy altas y, si bien es cierto que lo que más me gustó de 1984fue precisamente la desazón, la forma descarnada cómo Orwell nos hablaba de la sociedad; en esta novela lo que me ha cautivado es la forma tan directa en que se cuentan las cosas. Rebelión en la granjahabla del totalitarismo, de cómo un líder de apariencia afable termina por convertirse en un asqueroso dictador. Alguien despreciable que no duda en acometer las más lamentables de las bajezas.
Napoleón y Bola de Nieve tienen ideas muy diferentes. El primero habla de trabajo duro y una comunidad unida, mientras que el segundo habla de máquinas modernas y horas de descanso. Cuando nuestro cerdo Bola de Nieve decide plantear la construcción del Molino de Viento, empiezan los verdaderos problemas. Problemas que encarna nuestro otro porcino, Napoleón. ¿Y qué hace, el cerdito? Pues echa a patadas a Bola de Nieve de la que pasa a ser sugranja. Me ha fascinado como el autor juega con la labia de uno de los cerdos, Chillón. Me ha recordado mucho al “doble-pensar” del que se hablaba en 1984, porque, como nos dice el cerdo, lo que parecía una cosa era otra y la que pasaba a ser otra se convertía en una nueva. Una locura de incongruencias que usan como cebo la ignorancia del resto de animales. Muy pocos logran aprender a leer y muchos se limitan a acatar las órdenes.Mención especial, llegados a este punto, para Boxeador y Benjamín. Ambos han sido, con diferencia, los personajes que más me han gustado. El primero es un caballo bonachón, un pobre animal más bien sumiso que acata todas las normas con sus dos máximas: <<Trabajaré más duro>> y <<Napoleón siempre tiene razón>>. Palabras descorazonadas que sólo buscan la supervivencia, si queréis mi opinión. Nuestro segundo animal es un burro, un pobre burro que sabe que, mande quién mande, están bien jodidos. Así de sencillo.
Napoleón es un dictador con todas las de la ley. Transgrede, uno a uno, todos los mandamientos que plantean tras la Revolución. Si primero se dice que “los animales no beberán alcohol”, luego se explica que “los animales no beberán alcohol en exceso”. ¿Entendéis por qué decía lo del “doble-pensar”? Pequeños cambios, sutiles arreglosque lo único que buscan es hundir más y más la moral, convertir al resto de animales en frágiles sumisos. Si tuviera que quedarme con una sola parte, sería el último capítulo. Me encantó. Me maravilló cómo Orwell nos hablaba, una vez más, de lo sucio que puede llegar a estar todo cuando hay dinero de por medio. Porque los ricos tienen la barriga llena, en esta novela. Y no hablo ni de obesidad ni de tendencias estéticas. Hablo de algo evidente: los pobres no comen, los ricos sí. Los cerdos duermen en camas, pese a que se había dicho que no debía hacerse; los cerdos comen por cinco o seis animales, beben alcohol y… el colmo: andan a dos patas. La máxima de “¡cuatro patas sí!, ¡dos patas no!” queda obsoleta. Y es que la tiranía de Napoleón llega tan lejos que los animales terminan por no saber qué es peor: si lo que tenían o lo que tienen. Descorazonador, decía, porque esos animales se ponen en manos de alguien que dice que va a cuidarles, alguien que jura que será justo, que no transgredirá las normas. Alguien que pisa una y otra vez los valores establecidos. Alguien despreciable. Y es que el poder corrompe y, si a eso le sumamos la asquerosa hipocresía, lo que tenemos es a un monstruo.Sólo quiero decir una cosa más. Una que, a mi juicio, puede invitar a la reflexión. George Orwell siempre hace hincapié– al menos en lo que he leído yo hasta el momento – en que la ignorancia nos convierte en blancos fáciles. Y es cierto. Napoleón encarna a ese ente, a ese ser que está por encima de nuestra jurisdicción y deja que nos alimentemos de todo tipo de basura, obviando lo importante. Esa persona que deja que seamos una panda de borregos, sólo porque le interesa que lo seamos. Y ahí es dónde Orwell rompe. Lo importante es hacer frente a esa demanda, darle una buena patada. Porque no somos borregos. Porque tenemos elección. Pero, sobre todo, porque la verdad nos hace libres.

Con todo, Rebelión en la granjaes una novela maravillosa. Con una prosa cuidada, George Orwell nos sumerge en el truculento mundo de la Granja Solariega, un lugar de apariencia apacible que esconde muchos demonios.
Nota: 4/5

Citas
(…)Anunciaron que los animales practicaban el canibalismo, se torturaban unos a otros con herraduras al rojo vivo y compartían sus hembras. Eso era lo que pasaba por rebelarse contra las leyes de la naturaleza, decían Frederick y Pilkington.(…)
(…)Parecía, de alguna manera, que la finca se había enriquecido sin hacer más ricos a los propios animales… excepto, claro está, a los cerdos y los perros.(…)

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