Revista Cultura y Ocio

Reseña - Amante confeso

Publicado el 22 febrero 2020 por Alaluzdelasvelas


RESEÑA

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AMANTE CONFESO

¡Hola, hola, hola!


¡Dentro reseña!
FICHA TÉCNICA
Reseña - Amante confesoTítulo:La hermandad de la daga negra 4 – Amante confesoAutora:J.R. Ward Editorial:De Bolsillo Número de páginas: 488 ISBN: 978 84 90629062 Precio libro físico: 9,45€ (Tapa blanda) Precio libro electrónico:4,74€ (Versión para Kindle)
SINOPSIS Butch O'Neal es un luchador nato. Un duro ex policía de homicidios y el único al que se le ha permitido el acceso a la Hermandad de la Daga Negra. Y quiere adentrarse más aún en ese mundo, para comprometerse con la guerrera contra los restrictores. No tiene nada que perder. Su corazón pertenece a una mujer-vampiro, una hermosa aristócrata que está fuera de su alcance. Si no puede tenerla, entonces al menos puede luchar junto a los Hermanos.
 El destino lo maldice con lo que más quiere. Cuando Butch se sacrifica para salvar a un vampiro civil de los restrictores, cae preso de la fuerza más oscura de la guerra. Abandonado a su suerte, lo encuentran de milagro y la Hermandad llama a Marissa para traerlo de vuelta, aunque tal vez ni siquiera su amor por él consiga salvarlos.
OPINIÓN He tardado mucho en animarme con esta cuarta parte, sencillamente porque a lo largo de las tres entregas anteriores Marissa consiguió llevarme a puntos de desesperación bastante importantes. Siempre he tenido un problema con la gente que deja que la pisen. Me quema. Sí, me quema que haya gente tan sumisa, gente que “ponga la otra mejilla” sólo porque “no vale la pena pelear”. Siempre vale la pena, joder. Pero eso es otro tema.
 El caso es que Marissa ha conseguido salirse del molde. Después de un inicio muy cuestionable, tengo que decir, y lo hago muy feliz, que la chica me cae bien. Mejor que bien, de hecho. Ya era hora de que dijera basta al idiota piojoso de su hermano, ese clasista de mierda que, me vais a perdonar, tiene un par de guantazos. O tres, qué narices.
 Butch está jodido. Muy jodido. Harto de todo. De la rutina, de la monotonía tóxica que parece exudar cada uno de sus poros. La Hermandad no le deja participar en las peleas, Marissa no le hace ni caso y él se siente como un maldito niño grande al que mantienen por lástima. Nada es suyo. Ni su ropa, ni su coche, ni su cosa. ¿Y su dignidad? ¿Dónde ha quedado el policía de métodos cuestionables que se partía el lomo? ¿Y por qué parece tan apetecible salir al callejón a buscarse una buena pelea con esos niñatos que se dedican a comerciar con droga?
 J.R. Ward tiene una forma muy curiosa de enredarnos en sus historias. Todo empieza de forma inocente, casi de pasada. Coges el libro porque quieres algo ameno, liviano, puede que divertido. De repente, estás totalmente embebida de la historia. Sólo piensas en rascarle unos minutos al reloj para saber qué va a ser de esta panda de malditos chalados pandilleros. Porque son muy pandilleros, en la Hermandad, sobre todo Butch y Vishous. Y a mí me encanta, ojo. Creo que he dejado claro en todas y cada una de mis entradas que no me caracterizo por ser correcta ni modosita hablando. No sabéis lo mucho que me gustan esos personajes que te lanzan la verdad a la cara, así, ¡zas!; y ya la encajas como puedas o te dejen.
 Marissa no entiende qué narices ha pasado. Butch tampoco. Porque Vishous está frenético. Su amigo, su hermano, joder; está mal. Peor que mal. Y el diagnóstico pinta mal. Sólo era una pelea de camellos del tres al cuarto… una en la que se enredaron restrictores. ¿Por qué diablos se llevaron a Butch? ¿Y por qué, joder, por qué no lo mataron?
 No puedo contaros nada más. Tampoco quiero. Me explico. La gracia de estas novelas es disfrutarlas desde el principio. Empaparse de la decadencia de una noche en blanco, dejar que el aire viciado de odio cale hondo. Porque hay mucho odio, en las páginas de estas novelas. También mucha ternura. Es una combinación sencillamente maravillosa; un cóctel que hace las delicias de la lectura, porque si bien es cierto que la Hermandad tiene métodos poco ortodoxos– para que os hagáis una idea: llegan, sueltan unas cuantas hostias, dejan que a Rhage se le vaya mucho la olla y a casa a dormir… y a lo que no es dormir, qué narices –; hay honor en su código. No se deja a nadie atrás. Pase lo que pase. Y lo van a cumplir. Vaya, si lo van a cumplir. No importa que no sepan qué diablos está pasando con Butch. Él vuelve a casa… oh, ¿y alguien sabe por qué diablos Marissa parece tan desesperada por encontrar un sitio en el que quedarse?


Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER

 Casi me dan como cincuenta infartos. Así de salida, Vishous va a conseguir acabar con mi salud mental. Ese chico está jodido. Más jodido que Zsadist, y eso ya es decir. Tanto que no entiendo cómo es posible que haya sido capaz de vendernos la moto durante tres historias. Porque es un tío listo, Vishous, una jodida máquina perfectamente engrasada que piensa por seis o por siete. El problema es que no duerme. Piensa de forma casi errática y está nervioso, muy pero que muy nervioso. Porque, aunque le duela, ve que todos sus hermanos construyen vidas mientras él sigue estancado, sumido en un caos de sexo anónimo que, bueno, no aporta. No aporta nada. No sé qué leches va a ser de él, pero vaticino desastre.
 Butch y Marissa me han encantado, las cosas como son. Él es terriblemente dulce, tanto que a ratos no podía más que reírme de que alguien tan rudo, tan sumamente pandillero, fuera poquito más que un cachito de pan. Porque Butch es un tío sencillo: sabe lo que quiere y por qué lo quiere. Pero tiene miedo. Como todo el mundo. Miedo de no ser suficiente, de no dar la talla, de vivir “de prestado” en una vida que, en el fondo, no merece. Marissa… bueno, lo de ella es para darle de comer a parte. Después de tres jodidos libros siendo un grano en el culo, uno sumiso, callado; dice basta. Y lo dice a lo grande. Me encantó su evolución. Por fin vemos a una mujer que lucha por su libertad y sus derechos. Porque ella va a poner a todos los cabrones misóginos del consejo de Prínceps en su sitio. Vaya, si va a hacerlo. Me reí mucho. Muchísimo. Os hablo del mítico momento en que Marissa se entera de “cómo va eso de estar cachonda”. Es gracioso, porque no había pensado en lo reprimida que puede estar una persona que vive en una pesadilla de normas sociales y modales que apestan a rancio. Así las cosas, la chica aprende muchas cosas. Sí, sí, muchas. Os prometo que casi me hago pis de la risa cuando se enteró de que, ¡sorpresa, sorpresa!, su cuerpo funciona. Pero bueno, ya me he acostumbrado a las salidas de tiesto, harto bizarras, de Ward con el sexo. Esta señora no se deja ningún caso curioso, palabrita.
 Lo mejor de la novela, a parte de la trama, es la amistad inquebrantable de Butch y Vishous. Sus bromas, su confianza absoluta en el contrario… me encanta. Ojalá las chicas tuvieran algo así porque, dejando de lado momentos estelares, están relegadas a un segundo plano. Protagonistas de sus historias. Y poco más. De todas formas, los pocos momentos que nos regala la autora de ellas con sus parejas son muy tiernos, tanto que, me vais a perdonar, yo quiero un segundo libro de Zsadist y Bella. Por pedir, que no sea…
 Nos ponemos serias, serios. Butch tiene algo dentro. Algo que le permite absorber restrictores. Algo malo, que corrompe su sangre. Algo que, joder, va a acabar por matarlo. Por favor, qué no se vaya Vishous, qué se quede, él es el único que puede ayudarle cuando esa mierda empieza. Y duele. Por Dios que duele. Marissa ya no sabe cómo decirle que pare, que se quede en casa, que espere. Pero Butch lleva esperando treinta y siete jodidos años para vivir. Y eso duele casi tanto como no saber qué diablos le pasa a su cuerpo.
 Me gustan las metáforas. Me gustan mucho. No tanto porque en House Trece y Foreman las explotaron todas; sino por la verdad que esconden. Supongo que por eso me pareció tan bonito que Ward las usara para hablarnos de la soledad, de perder a la familia de sangre en favor a otra que nos haga felices de verdad… y de la aceptación. Lo he dicho muchas veces, en el blog, pero lo primero a lo que deberían enseñarnos es a querernos a nosotras mismas, a nosotros mismos. Con lo bueno y lo malo. Joder, sobre todo con lo malo. ¿A quién no le pasa, que algunos días se siente poca cosa? ¿A quién no, por favor, si todo el mundo tiene días de mierda? Con Butch, Marissa y Vishous se va a hablar mucho del tema y sólo por eso… mierda, sólo por eso vale la pena que dejéis que os enamoren con sus personalidades arrolladoras.
 Hay un componente feminista muy bueno en la novela. Marissa decide crear una casa segura para todas las víctimas de violencia de género. Y eso mola. Mola mucho, porque me gusta que la autora analice los pros y los contras de esas relaciones más bien dependientes – mucho, creedme – de las que habla con su sociedad vampira. Así que sí, Marissa es una Señora. Y punto. El final me encantó. Como siempre, Ward nos deja con una sonrisa enorme en los labios y unas ganas muy pero que muy bárbaras de seguir con la saga. Por cierto… ¿os he comentado que hay ciertas profecías que están empezando a cobrar sentido? Tal vez Butch tenga mucho que aportar a la Hermandad… y tal vez alguien debería empezar a preocuparse por Vishous…


Divertida, dulce, terriblemente emotiva, Amante confeso es una cuarta parte que vale, y mucho, la pena. Las sonrisas están aseguradas con Marissa y Butch. No sé a qué narices esperáis para darle una oportunidad a esta saga.
Nota: 4/5

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