Ciertamente en este blog no es que seamos demasiado religiosos que digamos (pues no tenemos ya las rodillas de antaño como para ir arrodillándonos por ahí). El caso es que de vez en cuando nos gusta rezar a los dioses y darles las gracias por los tebeos, por los patitos recién nacidos y por los posters de “intimisssimi” de la parada del bus. Pero sobre todo oramos para que cada uno de los lunes molones que nos reunimos en casa de Kiko (otro insigne colaborador de este blog) nos bendigan con alguna película lo suficientemente decente como para que no nos deje catatónicos. Algo malo habremos hecho en una vida anterior, porque la peli de ayer fue penitencia pura.
Y es que desde principio de la tarde cuando Kiko dijo que para este lunes tenía preparada una peli española y otra japo, ya nos dejó un poco cartulina. Ciertamente que te den a elegir entre una u otra peli de esas nacionalidades es como que te digan si prefieres que te torturen arrancándote las uñas de los pies o que te extraigan los dientes de cuajo con unos alicates. Y como bien me suponía en mis elucubraciones previas, esto fue un pufazo muy serio.
Y es que si hay dos cosas en esta vida que un servidor se pasa por el forramen son el cine oriental y la comida japonesa. Y es que el cine de esta nacionalidad tenía su gracia hace unos años con la moda de películas como The Ring, The Eye, La Maldición, Llamada perdida, étc… Pero al final llega un momento en el que uno acaba hasta el ojete de ver el sempiterno estereotipo de la típica niña chunga peinada con el flequillo “to p’abajo” que va por ahí asustando al populacho.
Puede que el film que nos ocupa no nos ofrezca ese manido cliché de este tipo de películas, pero es que hasta que empieza a pasar algo mínimamente decente te tiras casi 75 minutos viendo un largometraje que es como mirar el salvapantallas del Windows (y lo peor es que cuando empieza a ocurrir algo, la cosa empieza a degenerar en una paranoia tal que no te queda más remedio que preguntarte bajo qué tipo de fármaco o alucinógeno estaba el director cuando se puso a rodar esto).
En cuanto al argumento, pues la cosa tiene poco que comentar salvo que trata sobre un menda que pierde a su mujer por una enfermedad, y como pasado cierto tiempo se siente solo y tal, pues decide que es momento de enganchar por ahí a alguna buena moza para arrimar cebolleta. Así que con la ayuda de un amigo, que vive del mundo del cine y con la excusa de una supuesta película, convocan una audición para elegir a la posible candidata para el papel protagonista, y ya de paso echar el ojo a alguna de las chavalas que pasen por el casting (malditos viejos verdes). De esta forma, tras ojear los curriculums y presenciar la audición se encapricha de una tal Asami, una dulce y misteriosa chica que le pone burraquísimo, y por tanto pretenderá hacérsela.
Ciertamente las pelis japonesas tienen fama de lentas y tal, pero es que lo de este film que nos ocupa es algo exagerado, pues se tira más de una hora contándonos algo que se podría haber resumido en mucho menos tiempo (y donde uno nota cómo le crece la barba por momentos debido al tortuoso e inexorable paso de los minutos). Al menos nosotros nos divertimos con el hecho de que el protagonista (Ryo Ishibasi) era “clavao” aJackie Chan cuando se ponía de perfil, pero cuando le mirabas de frente no. También fue divertido ver a otro menda que era un Elton Johnfondonaco en versión nipona, y a la “sin sangre” de la protagonista (Eihi Shiina) ataviada en una escena con lo que parecía una batamanta. También fue curiosa la escena en la que estaban cenando en un restaurante que tenía aspecto y decoración de peña del Rayo Vallecano. Todo esto puede parecer una paranoia por nuestra parte, pero insisto en que si no evades tu mente durante esta parte del film sacando el lado divertido del asunto, te expones a morir de sopor.
Pero vamos, que en los compases finales del film uno se espera que todo lo que ha tenido que tragarse hasta el momento empiece a dar sus frutos y el asunto mejore un poco al final, pero se te queda un poco cara de pánfilo viendo cómo la cosa empieza a pasar del aburrimiento más absoluto a una auténtica paranoia en plan “me he fumao un par de petas”. No sé si habrá alguien con los suficientes arrestos como para ver este film, pero si alguno se atreve esperamos que nos comente la escena del camarero preparando un cocktail (que por cierto, era “clavao” al Pinki Winky de Humor amarillo).
En definitiva, Audition nos ha parecido una peli lenta, rara, paranoiesca y sobre todo chunga, muy chunga. Mucho dirán que es el típico film apto para gafapastas de esos que van por la vida alardeando de ver este tipo de cine para dar imagen de tíos con clase y estilazo, pero que realmente se quedan con la misma sensación que cualquier persona normal de “¿pero qué coño me estás contando?”. Eso sí, lo que da muy mal rollo y mucho que pensar es la moraleja que nos deja el film de que las mujeres modositas que parece que no han roto un plato en la vida son las peores (así que cuidadito con esas).
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