CLAUS Y LUCAS
Título: Claus y Lucas.
Autora: Agota Kristof (Csikvánd, Hungría, 1935 - Neuchâtel, Suiza, 2011). Por motivos políticos tuvo que exiliarse de su país para, en 1956, instalarse en Suiza. Tras cinco años trabajando en una fábrica de relojes, Kristof decidió aprender francés, lengua en la que escribió en 1986 su primera novela, El gran cuaderno, primera pieza de la trilogía protagonizada por Claus y Lucas, a la que seguirían La prueba (1988) y La tercera mentira (1992). Ha escrito otras obras de teatro y de narrativa, entre las que se encuentra el relato autobiográfico La analfabeta (2004), en el que Kristof recoge una breve parte de su intensa vida. Sin embargo, la trilogía de Claus y Lucas se sigue considerando su obra maestra, por la que recibió importantes galardones como el Alberto Moravia en Italia, el Gottfried Keller y el Friedrich Schiller en Suiza y el premio austriaco de Literatura Europea. (Fuente: Editorial).
Editorial: Libros del Asterioide.
Idioma: francés.
Traductoras: Ana Herrera y Roser Berdagué.
Sinopsis: en un país en guerra ocupado por un ejército extranjero, dos hermanos, Claus y Lucas, han sido abandonados por su familia y puestos al cuidado de su abuela, a la que sus vecinos llaman la Bruja. La barbarie del convulso mundo en el que viven les lleva a emular la crueldad que ven en él. De una inteligencia superior, serán capaces de utilizar cualquier recurso para sobrevivir, pero una vez asegurada su supervivencia intentarán poner remedio a muchas de las dramáticas situaciones que les rodean. Los distintos caminos que terminan eligiendo al final de la guerra marcarán sus vidas para siempre. Formado por las novelas El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira, el tríptico Claus y Lucas es un retrato poliédrico de la complejidad humana, un libro extraordinario sobre los horrores de la guerra y los totalitarismos. Basado en las vivencias infantiles de su autora, una exiliada húngara que lo escribió en francés, este libro que se publicó por primera vez a finales de los años ochenta es un auténtico clásico moderno. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
Brutal, adictiva, sincera, violenta, obscena, con un poso autobiográfico, controvertida, impactante, escatológica, plagada de imágenes imposibles de olvidar, con personajes que tampoco consigues sacarte de la cabeza, diferente, única, un arrollador torrente emocional en el sentido más amplio de la palabra, maravillosamente dividida, construida y planificada, espeluznante, terrorífica... Como habéis podido comprobar, esta es con diferencia la reseña en la que más adjetivos he empleado para describirla, y aún así, siento que me quedo corta. Y es que no es para menos. Todo comenzó con un simple anuncio en redes sociales, cargado de entusiasmo eso sí, pero que podría haber pasado perfectamente desapercibido de no haber sido por el contenido de dicha noticia y porque, también en los mundos del Twitter y del Instagram, existen bibliófilas y bibliófilos empedernidos que saben distinguir un buen libro a la legua. Esa maravillosa novela iba a volver a estar de actualidad gracias a Libros del Asteroide, editorial nada sospechosa de haber publicado y reeditado en los últimos años autenticas joyas de la literatura, algo que los lectores aprobaron y aplaudieron a rabiar. De pronto su título estaba por todas partes: en las conversaciones internautas, en los foros, en los muros de algunos de los portales literarios más importantes o como protagonista de las historias de cientos de bookstagramers. Y en todos ellos, alabanzas tales como: "El libro que tenéis que leer antes de morir", "si no lo leéis ya estás tardando", "lectura obligatoria", "imprescindible", "su lectura te cambiará la vida"... Yo misma compartí la buena nueva, a pesar de que la sombra del escepticismo acechaba sobre cada uno de aquellos gritos de júbilo, sin ser consciente de que, un tiempo más tarde, estaría subscribiendo y dando la razón a cada uno de ellos. Es evidente que esta novela - aunque lo correcto sería decir "novelas" - no ha modificado ni un ápice de mi realidad cotidiana, pero os puedo asegurar, a riesgo de ser demasiado entusiasta, que Agota Kristof - bendito descubrimiento - ha conseguido que me reencuentre con el género autobiográfico, que me demuestre como éste también puede ser extraordinariamente trasversal, que me haya devuelto la esperanza respecto a la posibilidad de encontrarte con literatura de calidad sin necesidad de recurrir a los clásicos, y lo más importante, que se convierta en uno de mis referentes literarios en lo que a escritura se refiere. Con estas palabras nos adentramos en la oscuridad aberrante del ser humano, en los otros desastres de la guerra y sus correspondientes consecuencias para reseñar el que sin duda ha sido uno de los libros que como lectora y autora más me ha marcado este año. Claus y Lucas: el sueño de la razón produce monstruos y totalitarismo.
Para empezar, como ya he señalado en el anterior párrafo, Claus y Lucas no es el título de una novela, sino el que engloba a una trilogía compuesta por: El gran cuaderno (1986), La prueba (1988)y La tercera mentira (1992). Novelas que Libros del Asteroide ha tenido la genial idea de juntar en una reedición que, sin duda, llega en un momento clave y crítico respecto al panorama político europeo. Un contexto en el que la ultraderecha ha pasado de ser un fantasma del pasado a ser una realidad formando parte o apoyando gobiernos - como sucede en Italia, Austria, Polonia, Hungría y España - o simplemente entrando con fuerza en los parlamentos de países como Alemania, Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca o Finlandia. Por no hablar que en Estados Unidos, una de las naciones más poderosas del mundo, está actualmente gobernada por un empresario especulador procedente de la jet set americana que no duda en atacar a las mujeres, a los inmigrantes, a los homosexuales, y en definitiva a todo aquel que representa una supuesta "amenaza" para el país. En esas estábamos - y seguimos estando - cuando a principios de febrero salió a la venta Claus y Lucas, calificada por los críticos como una de las denuncias más demoledoras hacia el totalitarismo de cualquier signo y escrita por una autora - Agota Kristof - que paradójicamente se exilió por culpa de la proliferación de estos sistemas políticos en la Europa del este tras la Segunda Guerra Mundial. Suiza fue su país de acogida, país al que huyó con su marido y una hija de cuatro meses, en el que encontró un trabajo en una fábrica de relojes que le permitiría un sustento y algo de tiempo para dedicarse a la escritura y que fue testigo de la publicación - en francés - de los libros por los que será eternamente recordada. Con una ambigüedad autobiográfica (lo cual hace más aterradora la experiencia lectora) Kristof nos narra El gran cuaderno la historia de dos niños gemelos - cuyos nombres se corresponden con el de la trilogía - a los cuales su madre, incapaz de alimentarlos en una ciudad constantemente amenazada por las bombas, entrega a su abuela. Una mujer terrible, perversa, violenta, sospechosa de haber asesinado a su marido y que desconocía la existencia de sus nietos. Entre protestas e insultos, la abuela acoge a los niños en su casa a las afueras de un pueblo sin nombre tratándoles, desde el minuto uno, como si fuesen escoria, basura, perros. A partir de este momento, el lector será testigo de las brutalidades, la miseria, el pillaje y de la dura disciplina de aprendizaje - autoeducación con los pocos medios que disponen a su alcance y ejercicios extenuantes para fortalecer su cuerpo y ocultar sus emociones - que tanto Klaus como Lucas se autoimponen para sobrevivir en una sociedad cada vez más envilecida y martirizada por sus gobernantes, invasores y sus presuntos liberadores.
Como ya comenté en su momento, y para que os sirva de orientación, una servidora experimentó asco, odio, rabia, impotencia, pena, repugnancia, fascinación y un nudo en el estómago imposible de describir. Y tan sólo llevaba cuarenta páginas leídas. Cuarenta páginas en las que advertí no sólo un excepcional talento narrativo, también la singularidad de una historia tantas veces contada pero nunca desde esa extrema frialdad. Leer El gran cuaderno es como tocar directamente el hielo, sin protección alguna, y sentir como se te congela la sangre a medida que los personajes van descendiendo en su particular infierno moral. Jamás había leído escenas tan duras, esas que si fuesen reales apartarías inmediatamente la mirada, esas que retratan al ser humano en la horrorosa desesperación, en su apogeo más monstruoso, esas que aún me producen escalofríos con solo rememorarlas. Claro que la brevedad de sus capítulos - los cuales rara vez superan las dos hojas de extensión - unido a unos giros en la trama totalmente inesperados y al uso de unas frases muy cortas desde un "nosotros" correspondiente a la voz de los hermanos y a sus anotaciones en el cuaderno, hacen de esta experiencia lectora más inversiva si cabe. Mención especial merecen todos y cada uno de los personajes, empezando por sus protagonistas - los cuales al final se acaban convirtiendo en seres sin escrúpulos capaces de soportar cualquier calamidad - y acabando por Cara de Liebre - no os hacéis una idea del shock que supuso leer lo que le sucede al final de la novela - sin olvidarnos, por supuesto, de la abuela. Terror en estado puro. Esa bestialidad, esa potencia, ese titán de la maldad hecha mujer con rostro ajado por el paso del tiempo merece un lugar privilegiado entre los mejores personajes literarios de la historia. Señalar, que duda cabe, el importantísimo papel que juega la naturaleza, el pueblo y la sucia y destartalada casa de campo - situada cerca de la línea fronteriza - en la que conviven abuela y nietos durante todo el transcurso de la guerra, metáfora de la sequedad y brutalidad tanto de lo cotidiano como del conflicto bélico.
Tanto críticos como lectores no dudan en señalar a El gran cuaderno como la mejor y más lograda entrega de toda la trilogía. Sin embargo, los dos títulos que la completan, aunque menos interesantes en cuanto a su estilo narrativo, su contenido no es para nada desdeñable. Si la primera entrega nos narraba la traumática infancia de Claus y Lucas, en La prueba - sin capítulos y contada desde un narrador omnisciente - Agota Kristof nos cuenta la historia de los dos hermanos tras su separación, ahondando en las diferencias entre el entorno rural y el de la gran ciudad y en como lo acontecido en la primera parte de la trilogía condiciona de forma salvaje algunos aspectos de su vida. Tales como el trabajo, el amor, la familia, el compromiso político o su relación con el pasado. A continuación, en La tercera mentira - desde una interesante primera persona y dividida en dos partes - el lector asiste a un desenlace de altura, al esperado reencuentro muchos años después y al cuestionamiento de los hechos anteriormente narrados a base de revelaciones sorprendentes que caen como bombas antes de ese final digno de enmarcar. Si bien es cierto que El gran cuaderno podría perfectamente existir sin el sustento de los otros dos libros - dada su singularidad y calado emocional - tanto La prueba como La tercera mentira en su conjunto nos proponen las claves esenciales para entender las motivaciones que llevaron a su autora a escribir esta trilogía, las cuales acaban agrupadas y resguardadas bajo el paraguas de la mayor de las inquietudes: la de una desnuda denuncia a la herida de las guerras, a la puñalada social que supuso el nazismo y el comunismo de la Unión Soviética y a la huella que todo aquello dejó en la población, especialmente en los que, como Claus y Lucas, no conocieron otra realidad durante gran parte de sus desdichadas vidas. Dicho esto, ya sólo me queda exponer tres cuestiones. En primer lugar, contener la respiración al mismo tiempo que instar a seguir luchando para que una parte de nuestra historia más reciente, la más oscura, no se vuelva a repetir ni a materializar en hombres y mujeres que resuciten discursos de los años 30 y 40. En segundo lugar, dar las gracias a ese lado arbitrario de la vida por haber permitido toparme con Agota Kristof cuando menos lo esperaba y, casualmente, en el momento que más lo necesitaba. De ahora en adelante siempre estaré a tus pies. Y en tercer lugar, por favor, por vuestro bien y en nombre de la buena literatura, haceos con un ejemplar. Me lo agradeceréis de por vida. No, no son palabras vacías, sino verdades como puños, como los de esa terrible abuela, como los de esos niños a los que la guerra y el totalitarismo cambió para siempre.
Claus y Lucas: una historia de abusos, canalladas, abandonos, autodidactismo, voluntades férreas, venganzas explosivas, relaciones tóxicas, palizas, humillaciones, perspectivas, paso del tiempo... La triada del mal, de la supervivencia y del recuerdo.
Frases o párrafos favoritos:
“La abuela es la madre de nuestra madre. Antes de venir a vivir a su casa no sabíamos que nuestra madre aún tenía madre. Nosotros la llamamos abuela. La gente la llama la Bruja. Ella nos llama “hijos de perra”. La abuela es menuda y flaca. Lleva una pañoleta negra en la cabeza. Su ropa es gris oscuro. Lleva unos zapatos militares viejos. Cuando hace buen tiempo va descalza. Su cara está llena de arrugas, de manchas oscuras y de verrugas de las que salen pelos. Ya no tiene dientes, al menos que se vean. La abuela no se lava jamás. Se seca la boca con la punta de la pañoleta cuando ha comido o ha bebido. No lleva bragas. Cuando tiene que orinar, se queda quieta donde está, separa las piernas y se mea en el suelo, por debajo de la falda. Naturalmente, eso no lo hace dentro de casa”.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Libros del Asteroide