A lo largo de la saga Los pilares de la tierra de Ken Follett, hemos asistido a la historia de Kingsbridge y sus habitantes, desde su fundación. Ahora, con La armadura de la luz toca conocer la suerte de los vecinos de la localidad ficticia de Kingsbridge a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el conflicto internacional que supuso la revolución francesa, los cambios políticos y la industrialización. Una época muy agitada que Follett nos da a conocer a través de los ojos de una comunidad formada por jornaleros, tejedores, aristócratas y, cómo no, oprimidos y opresores. Otro cachito de la historia novelado por este aclamado autor, con una trama aceptable, pero a años luz de otros de sus libros. Te cuento más en esta reseña.
Y es que Ken Follett sigue estirando el chicle de Los pilares de la tierra, y repitiendo la fórmula que ya usase en esta novela de ficción histórica, consistente en desarrollar determinadas épocas de la historia, como la Edad Media, a través de la perspectiva de personajes inventados, vecinos de la (ya mítica) localidad inglesa de Kingsbridge. Yo no critico en absoluto esta tendencia del autor, puesto que formo parte de ese grupo de lectores que sí disfrutan volviendo a esta añorada historia (a pesar de que ninguna de las entregas de esta saga le hace sombra a la primera), y me encanta volver a visitar Kingsbridge cada vez que Follett nos lo permite.
En La armadura de la luz nos encontramos, como es evidente, una población mucho más avanzada en la que las clases proletarias viven sobre todo del trabajo de fábricas como las textiles. Pero esta forma de ganarse el pan está empezando a peligrar con la introducción de nueva maquinaria como telares a vapor, un progreso que, sin embargo, crea mucho malestar entre trabajadores y empresarios. En estos nuevos tiempos no todo es color de rosa, ni mucho menos. A pesar de que el feudalismo ha sido abolido, la opresión y la explotación industrial están a la orden del día, los trabajadores deberán luchar duro por sus derechos y el clima de tensión vivido por los conflictos bélicos que ha traído consigo la revolución francesa, no hace más que empeorar estos convulsos momentos de cambio.
Como es habitual en la obra de Ken Follett, toda esta transición política y social la viviremos a través de ciudadanos pobres como Sal quien, tras una injusticia que provoca la muerte de su marido, debe huir a Kingsbridge con su hijo para empezar de cero como hilandera en una nueva empresa. A lo largo de su vida, la mujer asistirá a nuevas injusticias, perderá amigos, liderará revueltas y recibirá duros castigos, pero también logrará allanar el camino para mejorar algunos derechos de los trabajadores y prosperar.
En general, la historia de La armadura de la luz me ha gustado, me ha tenido bastante entretenida y me ha enseñado más acerca de la revolución industrial en Inglaterra. A pesar de su extensión (más de 800 páginas), he podido leer este libro casi del tirón, ya que, como me suele pasar, me he enganchado pronto a la vida de los personajes y, en su conjunto, la lectura ha sido bastante ágil y amena. Pero creo que a la novela le sobran unas 150 páginas, que son las dedicadas a las batallas contra el ejército napoleónico como la de Waterloo, en las cuales aparecen personajes que, de una manera un tanto traída por los pelos, el autor se ha llevado a luchar sin mucho sentido ni interés para la narración.
Si eres fan de Los pilares de la tierra y dominas la historia de esta saga hasta el punto de conocer el origen del nombre de Kingsbridge, sí te recomiendo que leas La armadura de la luz. Puedes esperar una novela de ficción histórica aceptable y entretenida, sin llegar ni de lejos a la altura de la primera novela, uno de mis libros preferidos que releo cada cierto tiempo. Ahora, la pregunta es si habrá más entregas de la saga (ya que cada nuevo libro afirma ser la conclusión y luego siempre llega otro), en cuyo caso me parece que ya entraríamos en el siglo XX, o todo terminará aquí. Ya veremos…
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