Reseña El devorador de libros – Rebecca Makkai

Lucy Hull, una joven resignada a trabajar como bibliotecaria en la sección de libros infantiles en un remoto pueblo de Misuri, ayuda habitualmente a su lector preferido Ian Drake, un niño de diez años obsesionado con la lectura a escoger libros a escondidas de su autoritaria madre, que pasa por la censura todo lo que el niño quiere leer. La inercia existencial de Lucy a lleva a tener una vida de pocas emociones, hasta que se topa con un dilema moral cuando conoce el plan que ha preparado Ian para escapar del control de su madre.

El devorador de libros es una historia bien escrita, la autora destila humor, libros y se nota que no le importa posicionarse en temas religiosos o en lo que haga falta. Nos encontramos con una Lucy en primera persona que nos presenta pruebas y situaciones para intentar expiar sus culpas, su pequeño alegato final, su manera de redimirse.
Una Lucy sarcástica, revolucionaria (como buena rusa), con ganas de cambiar algo, aburrida de sus días monótonos como bibliotecaria de la sección infantil de un pequeño pueblo… y después está Ian. Con diez años hace de esponja: lee todo lo que le pongan delante; pero su madre, que a parte de parecer anoréxica, es muy religiosa, prohíbe leer al niño casi todo lo que no tiene que ver con Dios, por lo que Ian lee a escondidas y Lucy es su “camella”.

Todo podría haber seguido así, haber quedado como esa anécdota que contaría Lucy muchos años después mientras se toma un vino y explica con aire soñador, cómo le daba libros “prohibidos” a un pequeño niño en la biblioteca y este se los guardaba debajo del anorak, o donde podía. También podría haber sido algo que recordase Ian: cómo aquella joven le salvó de sí mismo a través de la lectura, o puede que ya al final no recordase ni su nombre. Todo podría haber transcurrido así de no ser porque Ian se escapa de casa y va a parar a la biblioteca, allí donde Lucy decide llevarle en coche a su casa, o a casa de su abuela, o en busca de respuestas… y lo que iba a ser una devolución del menor a sus progenitores, desemboca en una huida de una semana.

No os voy a engañar, cuando vi la portada y leí el título pensé en otro tipo de historia. Una historia más llena de historias, donde los libros fueran el escenario principal y llenaran toda la novela, y lo que me he encontrado ha sido más bien lo contrario, los libros están, aparecen claro, pero más como un telón de fondo, un eje en el que sostener todo, pero no son los protagonistas. El protagonista es Ian, también es Lucy, es el coche, es las ganas de cambiar algo, de iniciar una pequeña gran revolución, de aceptar las cosas tal y como son y de no querer cambiarlas, de ser fiel a uno mismo. La historia se apoya en los libros, sobre todo al principio y un poco más al final, pero entre medio, la historia pasa de ser la de “un devorador de libros”, a una historia de un viaje que puede cambiarlo todo… o no cambiar absolutamente nada. La bibliotecaria “secuestradora” con urticaria, y el niño probablemente gay al que no dejan leer al escritor ese tan famoso, sí hombre, Harry Potter; los dos raritos a lomos de cuatro ruedas, dos incomprendidos que no tienen nada más en común que la pasión por la lectura.

Pese a sostenerse más de medio libro en un viaje en carretera, los escenarios van cambiando y van apareciendo personajes variopintos: desde el mafioso padre de Lucy, hasta un señor con gafas un tanto raro que van haciendo de teloneros de los tres protagonistas, Ian, Lucy y su viaje.

Pasada la mitad del libro empecé a aburrirme un poco, el comienzo es realmente bueno pero la cosa va in decrescendo durante toda la lectura, cosa que le resta muchos puntos. Cuando el comienzo es bueno, o muy bueno, tienes que ir aumentando o por lo menos no dejar que la historia decaiga, pero Rebecca Makai deja que pierda fuelle, ritmo y con el final, a mi parecer, ya se derrumba del todo. No me malinterpretéis, es un libro bonito, lleno de mensajes y demás, pero a mi parecer la autora no intentaba contar la historia de un devorador de libros, sino más bien crear una especie de “denuncia” hacia todos aquellos que intentan cambiar a niños, adolescentes y demás solo por salirse de lo “normal”, de lo no planeado, de las estadísticas y los tópicos, apoyándose en uno de esos viajes de aventuras tan conocidos en la literatura. Y lo ha conseguido. Pero yo me esperaba algo más, algo más profundo, que me hiciera click, una oda a la literatura, una de esas historias mágicas que atrapan de principio a fin.

En definitiva, El devorador de libros es una historia sin pelos en los dedos, bien escrita, llena de mensaje, con unos protagonistas dignos de ser recordados.

El devorador de libros queda más que aprobado porque si bien no era lo que esperaba, es una historia bien contada, llena de humor, de aprendizaje y es imposible no cogerles cariño a los personajes que en él cobran vida. Un libro de esos especiales, raros, que se recuerdan con cariño pero que le ha faltado un algo para ser de los del puerco rey.

¿Lo habéis leído? ¿Pensáis hacerlo? ¿Os llama la atención?

Maisha