A partir de este momento cuando entre en un bar, vea a una niña de la mano de un anciano, escuche el nombre de Miguel Strogoff o vea un cucurucho, no podré evitar sonreír cómplice. Porque yo tengo un secreto. Yo sé algo que vosotros no sabéis, ni siquiera intuís. Yo soy parte del Gran Juego.
Misterioso, callado y taciturno, de Jorge Perotti se decía que había heredado una gran fortuna. Sin embargo, ninguno de los parroquianos que lo saludaban todos los días en el bar de la calle La Luna había intimidado demasiado con él. Su única amiga era una niña de diez años, hija de los propietarios del bar, a quien él llamaba tiernamente Cucurucho. Cuando Perotti murió, ya centenario, sus últimas palabras fueron: << El Gran Juego. Sólo quiero volver al Gran Juego>>. Y el Gran Juego es la herencia que dejará a la pequeña Cucurucho: una serie de pistas encadenadas que la niña deberá resolver en compañía de su hermano mayor, Cosme, y que a la postre se convertirá en la gran aventura de su vida. Combinando con sorprendente maestría la delicadeza de la memoria generacional y la emoción de la novela de aventuras, la fantasía y la cotidianidad, Leticia Sánchez destila en El Gran Juego, su segunda novela, un homenaje a esas apasionantes lecturas de todas las épocas y para todas las edades –desde Lewis Carroll a Julio Verne– que en algún momento nos contagiaron el placer de leer.
Cucurucho, cucuruchito, la nena, la que huele a frito, a bar, la hija de los dueños del bar de la calle La luna, la hermana de Cosme, la única amiga del viejo rico Perotti, la de la trenza torcida, la que hace los deberes sobre una lata de aceitunas, la que no tiene nombre, nuestra protagonista. Pero ella no nos contará la historia, lo hará su hija. Quizá decir que Cucurucho es la protagonista sea un tanto precipitado. En esta novela todos tienen su papel, me atrevería a decir que los mismos lugares de la historia también son protagonistas. Desde el bar de la calle de La Luna, pasando por el desván de Perotti y el de su vecina Tilda, esa que colecciona palabras, hasta las calles de una ciudad sin nombre le dan vida al libro tanto como lo hacen todos los personajes allí congregados. Y es que si algo destaca en el libro, a parte de la genial y acertada idea de que narre la historia la hija de Cucurucho, son los personajes. Y es que éste es uno de esos libros reales como la vida misma, llena de individuos de carne y hueso a los que puedes ponerles caras fuera de las páginas.
Es “fácil” contar una historia sobrenatural (con imaginación, claro), lo difícil es contar una historia realista y conseguir lo que ha conseguido Leticia en esas 412 páginas. Con una base cotidiana que podría haber sido mía o vuestra hace unos cuantos años, la autora crea todo entramado de historias que culmina con un final, que si bien me hubiera gustado más extenso y algo menos precipitado, ata todos los cabos y te emociona.
Con capítulos cortos, cortísimos, iremos profundizando en el legado de Perotti; El Gran Juego. Y a medida que Cucurucho y su hermano Cosme se van adentrando en las calles y en las personas para descubrir el tesoro, la vida corre y somos testigos también de ella.
Cucurucho, Cosme, Perotti, Ulises, Martin, Gabriela, Mágico García, Falla, Tilda, Vázquez, Guillermo, Ángel, Riera, Olegario, Elías, Ausencia, los padres de cucurucho y muchos más personajes que iréis conociendo hacen falta en la novela, todos y cada uno de ellos aportan su magia y si alguno de ellos faltara, no sería lo mismo.
Mi madre, mientras tanto, hojeaba unos cuentos de hadas que había sobre una pequeña mesa caoba. Le gustaba aquel sitio que olía a polvo. Le recordaba a la buhardilla de Tilda y, de alguna forma, también a la de Perotti. Tal vez Miguel Strogoff estuviera allí, perdido entre las estanterías. Mi madre se imaginó entonces que los libros trotaban, que se removían en sus estantes porque las personas que estaban dentro golpeaban las portadas queriendo salir.
La autora ganó con esta historia el XVI Premio de novela Ateneo Joven de Sevilla de 2011 y con su anterior y primer libro "Los libros luciérnaga", el IX Premio Internacional Emilio Alarcos Llorach y con su novela corta "El precio del tiempo” el premio IV Premio Tétrada Literaria de Novela Corta. Tres de tres. Eso ya dice mucho de Leticia Sánchez Ruiz, yo os diré mas: tiene una forma de contar, de emocionar, de intrigar, de hilar, de componer puzles extraordinariamente extraordinaria.
Normalmente cuando leo un libro pienso “el autor podría haberle sacado más chicha a esto o a aquello” “se ha pasado con X” “no ha innovado mucho” y cuando he leído éste he pensando que no le cambiaría absolutamente nada: cada coma, cada punto, cada nombre, cada historia y cada porqué están porque deben estarlo.
Si fuera de favoritos, este entraría de cabeza al top ten. Pero como no lo soy, os diré que se ha ganado un hueco en mi memoria, un trocito de mi corazón y toda mi admiración.
Desde aquí os invito a leerlo, a perderos en sus páginas y a volver a ser niños. Yo misma tenía el libro por casa y no me había puesto con él porqué no acaba de llamarme, no acababa de decirme nada, pero una vez empezado me maldije por no darle una oportunidad antes. Dádsela, que se lo merece.
-Nada cambia, Cucurucho, nada cambia – empezó a decir el anciano intentando doblar con cuidado el pañuelo de hilo –. La gente piensa que cuando ellos no estén, el mundo va a detenerse. Pero no pueden estar más equivocados. El mundo continúa su rumbo, es un barco que jamás naufraga.
Y si tuviéramos un 6 en el ranking también se lo daría, pero como sólo llegamos hasta cinco pues con el puerco rey se queda, que hace tiempo que no salía a saludaros.
Una historia mágica, entrañable y genialmente escrita que os evocará otros tiempos y sin duda os hará soñar. No os lo perdáis, de verdad. En mi próxima excursión a Casa del Libro buscaré "Los libros luciérnaga" porque me he quedado con ganas de leer más de la autora, ya os contaré.
Maisha