El escritor español Mikel Santiago saca al mercado su segunda novela “El mal camino”. Gracias a “La última noche en Tremore Beach” este autor se ha convertido en un auténtico fenómeno internacional ya que en tan solo 4 meses consiguió llegar al top 10 de los más vendidos en España; numerosos países ya han comprado los derechos de traducción y las ofertas siguen llegando. Es mi suponer que muchos escritores ansían que su historia sea llevada a la gran pantalla, Mikel tal vez consiga disfrutar de ese sueño en muy poco tiempo, ya que los derechos han sido vendidos a la productora de Alejandro Amenábar. Le deseamos que esta segunda historia tenga tan buen camino como su predecesora.“En una carretera rural del sur de Francia, un hombre surge de la oscuridad y desencadena una serie de extraños acontecimientos, convirtiendo en una pesadilla las vidas del escritor Bert Amandale y su amigo Chucks Basil, una estrella de rock en horas bajas.”
Bert Armendale encabeza el ranking de escritores que matan a sus personajes principales, a sus amigos y familias, escribe novelas donde hay personas de mal carácter que asaltan casas y matan a sus habitantes. Ahora ha decidido cambiar de aires, yéndose a vivir junto con su familia a un idílico pueblo de la Provenza, intentando partir de cero. A pesar de que su vida hasta ahora no era perfecta, da la sensación de que va por el buen camino de conseguir encauzarla. Pero pronto todo se tuerce. El amigo íntimo de Bert atropella a un hombre en la carretera, o eso es lo que él afirma, porque las pruebas dicen todo lo contrario, ya que ni siquiera hay un cadáver que lo demuestre. A partir de aquí todo es confusión y caos. Es cierto que existe una macabra conspiración o todo está en su cabeza motivado por las drogas. Los datos se van acumulando para pensar que todo es imaginado, pero unas frases mas adelante te hacen dudar o al menos temer que hay algún secreto que descubrir, aunque tal vez no, al menos del alcance que nuestro protagonista cree.
Para una novela de intriga no encuentro placentero, ni que ayude a meterte en escena, el hecho de que sea el propio protagonista el que nos relate sus infortunios, como es el caso. Cabe decir que Santiago solventa positivamente la cuestión, de manera que favorece al desarrollo de la trama, añadiendo un extra el hecho de que solo conozcamos los hechos según los va viviendo el narrador, dándonos una visión sesgada y totalmente subjetiva, creando un ambiente más asfixiante para el lector. La acción se desenvuelve principalmente hacia el final; Santiago se servirá del resto de la narración para situarnos en la vida de nuestros personajes y plantar las bases con las que hacernos dudar de casi todo. Podríamos compararla, o al menos a mí se me viene a la mente, al escritor americano Ira Levin y esa particular manera que tenía de introducirte en la historia, acelerándose a medida que nos acercamos al final, cogiendo una velocidad vertiginosa en las últimas páginas. En ambos también se le da vital importancia a las miradas y a esos pequeños gestos que marcan la diferencia. Esta manera peculiar de narrar puede generar opiniones contrapuestas según que tipo de lector seamos, ya que algunos pensarán que no compensa unas páginas de acción, el tener que leerse todo el libro, mientras que para otros esa manera de ir embarullándolo todo le ofrece un plus.Santiago te va entreteniendo con los detalles, la vida tranquila y las buenas intenciones de los vecinos y casi sin darte cuenta estás enredado en una espiral de confabulaciones, o tal vez no, ya que supongo que este tipo de historias nunca terminan como te las esperas. Tanto el lector, como el propio protagonista, se verán inmersos en una red de dudas, confundiendo la realidad y tergiversando los hechos. Una historia engañosa que sin duda sorprenderá, no solo con ese inquietante final sino también en el desarrollo.
De esta reseña se ha hecho eco CULTURAMAS