Reconozco que nunca había leído nada de Marc Levy, no sabía cómo serían sus letras, su sello personal, y una vez adentrada en su pluma he de decir que me he quedado con ganas de leer más cosas suyas.
El protagonista de El pequeño ladrón de sombras es un niño, sin nombre, que vive sólo con su madre en un pequeño pueblo de Francia hasta que un día descubre que tiene un don: nuestro protagonista puede hablar con las sombras y a través de ellas descubrir los miedos y sueños de la gente...un don que le puede ayudar a ayudar a los demás y también a sí mismo… Una historia de amor con el sabor de los cuentos de siempre. El amor incondicional de una madre por su hijo... el amor que sentimos la primera vez y que el tiempo no puede borrar... el amor que se acaba... una amistad para toda la vida.
Nuestro protagonista no tiene nombre ni descripción física alguna, cosa que no me molesta, cosa que agradezco. Un libro, en mi opinión, te da el camino pero tu imaginación lo recorre y puede ir fantaseando con el paisaje; por eso mismo nunca me ha gustado que me sobrecarguen de información, me gusta darme el placer de hacer cosas de una novela totalmente mías. Nuestro protagonista para algunos será Pablo, para otros será Carlos, o quizás ninguno de los dos,… otros se lo imaginarán rubio, algunos moreno, para mí nunca fue igual; a veces me lo imaginaba como Manolito Gafotas, en otras ocasiones era como el Principito, rubio y preguntón, en otras solo era un niño cualquiera que hablaba con las sombras. Porque nuestro pequeño desconocido habla con las sombras, sin querer, se solapan a la suya y le roban el puesto y entonces ve como su sombra no es suya, es otra, y esa misma sombra le cuenta sus penas, y él solo es un niño ¿qué puede hacer? se entristece, huye, intenta evitarlo. A través de los años le acompañaremos, conociendo a sus amores, a los amores que marcarán su vida, a la amistad, a las sombras, creceremos junto a él.
A veces somos niños que se culpan de que su padre les haya abandonado, en otras ocasiones solo queremos dejar de estar solos, hay instantes en que nos presiona el matón del colegio y hasta le podemos llegar a entender; nos enamoramos, claro está, y nos desilusionamos para después poner tiritas con forma de reproche en un árbol y así poder seguir adelante. Pasa el tiempo y hemos dejado atrás la infancia, somos adultos, estudiamos medicina y nos debatimos entre la comodidad y la felicidad, se parecen tanto pero son tan distintas, ¿verdad? Y seguimos así, recorriendo el camino de la vida, al principio solos y desorientados, más tarde acompañados o no, porque la soledad no es algo que se pueda llenar de presencias, es algo más hondo.
Marc Levy nos deleita con una narración en primera persona en la que es el “yo adulto”, el que nos relata los hechos que acontecieron en su vida (o esa conclusión he sacado yo) haciéndonos partícipes de esta pequeña gran historia.
Me ha encandilado la pluma del autor, su forma de narrar, de hacer sentir, de reflexionar, todo eso que va dejando aquí y allá durante la novela para que lo cojas, esos momentos que te acarician y que te hacen levantar la vista del libro preguntándote qué acaba de pasar; y otros, más especiales, más íntimos, desgarradores quizás, en los que miras al techo, tratando de que las lágrimas mueran antes de nacer.
De una sentada conocí la historia del pequeño ladrón de sombras, es una novela corta (246 páginas) y muy ágil de leer, con los adornos justos y necesarios.
Así es como cambió mi vida radicalmente, un mes de agosto cualquiera. Basta conocer a una Cléa para que las mañanas ya no sean las mismas, para que ya nada sea como antes, para que la soledad se desvanezca.
Es una historia sencilla, sin demasiadas pretensiones, un viaje a la infancia y a los recuerdos en el que el Marc Levy va acunándonos a través de las páginas, cogiéndonos de la mano y acompañándonos a través de los días y las noches de nuestro pequeño desconocido, que como no sabemos quién es, incluso podrías ser tú, quién sabe.
Los personajes están definidos, pero no ahondamos demasiado en todos ellos, a algunos les conocemos más que a otros, unos pasan por nuestra vida para convertirse en una anécdota, un recuerdo tal vez, que a veces evocas y sonríes o con el que frunces el ceño pero al instante lo olvidas de un plumazo. Otros dejan huellas imborrables y otros no llegan a convertirse en nada porque siempre han estado ahí, bien cerca.
A la historia pocos “peros” he de ponerle, alguno sí: el final seguramente peca de precipitado, se resuelve todo en pocas páginas y no da tiempo a digerirlo, el autor podría haber alargado un poco más la extensión de su obra para dejar paladear en mayor medida el desenlace de los acontecimientos, algo más elaborado. Otro de los “peros” es que me imaginaba más intervención por parte de las sombras, más chicha, y la verdad es que no es algo en lo que haya recaído demasiado peso, aún así no deja de ser una historia que hay que conocer.
El pequeño ladrón de sombras se lleva un 4 por todo lo que lleva implícito entre sus letras, por hacer sentir, por dejar ese espacio a la imaginación y por esa historia que no ha necesitado muchos aderezos para ser de esas que me gusta tildar de especiales.
¿Lo habéis leído? ¿Pensáis hacerlo? ¡Os leemos!
Maisha