El marido de nuestra protagonista es un medico muy prestigiado y el hermano de ella también, ambos llegan a la misma conclusión y dicen que ella está sufriendo una depresión nerviosa temporal y por ello se van a pasar unos días en una mansión colonial pero la historia se centra principalmente en un cuarto que tiene un feo papel amarillo en las paredes, con dibujos irregulares, con un patrón extraño que no se sabe donde comienza ni donde termina.Nuestra protagonista debe pasar todo el día en aquel cuarto y no debe trabajar, por más que ella quiera, ya que según su marido le hará bien. Incluso no puede hacer nada que requiera que ella deba usar su cerebro, ninguna actividad intelectual le está permitida, por eso le tiene terminantemente prohibido escribir.Es interesante ver, como a medida que vamos avanzando en la historia, uno como lector no sabe qué pensar de la narradora, porque al leer las constantes descripciones sobre el tapiz, y cómo es el dibujo y escuchar sobre las partes que tiene rasgado, y analizándolo muy detenidamente te hace dudar mucho de su cordura.Su análisis llega a tal punto en que puede ver que en el tapiz hay una mujer que mueve con todas sus fuerzas el dibujo que está en frente de ella.Esta escena me heló la sangre, y debo decir que a este relato lo escuché a las 2 de la mañana, y cuando dijo eso abrí los ojos re grandes al imaginarme eso.
A medida que vamos avanzando la protagonista saca más conclusiones a partir de ese tapiz que no les podría contar para no revelar nada, pero que más allá de la situación tan desesperante que se genera, hay un claro mensaje feminista detrás de este relato, ya que en gran medida está basado en una experiencia que tuvo la escritora.
Este relato es de esos que siempre escuchaba nombrar pero que nunca leía, y un día vi que la escritora Victoria Marañon Rodriguez opinó muy bien de él y me dieron muchas ganas de leerlo.
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