¡Hola lectores gatunos! He desaparecido durante un tiempo ¡pero ya estoy de vuelta! Os traigo una reseña recién salida del horno que espero que os guste.¡A disfrutar!
Junio 1941, Kaunas, Lituania. Lina tiene quince años y está preparando su ingreso en una escuela de arte. Tiene por delante todo lo que el verano le puede ofrecer a una chica de su edad. Pero de repente una noche, la policía secreta soviética entra violentamente en su casa y obliga a su familia a subir a un camión que los llevará a Siberia con otros refugiados. Junto a su madre y a su hermano menor, se ven separados de su padre que es destinado a un campo de concentración. En Siberia, el frío y el hambre son atroces, pero Lina y su familia consiguen salir adelante gracias al espíritu fuerte y solidario de su madre, que logra infundirles esperanza. La única vía de escape de Lina es no dejar nunca de dibujar, habilidad para la que tiene un talento excepcional.
Gracias a este don, Lina decide empezar a pintar para hacer llegar a su padre los dibujos a través de una infinita cadena de presos, con el fin de hacerle saber que aún están vivos. Es el inicio de un largo viaje que Lina y su familia tendrán que superar valiéndose de su increíble fuerza y amor. ¿Pero es suficiente el amor para mantenerlos vivos?
Hace tiempo descubrí que las historias ambientadas en la época de la Segunda Guerra Mundial me encantaban. Tienen siempre una esencia tan especial y única, a pesar que el tema parece estar más masticado de lo normal y que no nos van a contar algo que no sepamos, que es inevitable que me gusten a la vez que me emocionen. Consiguen hacerme reflexionar, pensar, y disfrutar con situaciones imaginarias pero ambientadas en hechos que ocurrieron en realidad. Estaba acostumbrada a leer (o ver películas) sobre historias ambientadas en la Alemania Nazi, campos de exterminio o el papel de EEUU en toda la guerra. Sin embargo, Entre tonos de gris nos sitúa en Lituania en 1941, justo en el momento en el que el gobierno de Stalin comienza su invasión en los Países Bálticos. No es novedad las millones de personas que murieron en manos directas de Stalin, tampoco aquellas que fueron tratas como criminales sin razón justificada y que, años después, cuando volvieron a sus casas, lo habían perdido todo, los soviéticos se habían apropiado de todo, incluso de sus vidas. Cuando volvían de los campos de Siberia, veinte años después (no fue hasta los años 50 que fueron liberados de los campos siberianos) tenían prohibido hablar del exterminio y de las penurias pasadas, algunos rusos incluso negaron tales actos e hicieron como que nunca había ocurrido.
"Mi mayor esperanza es que las páginas que aquí encuentre despierten, en lo más hondo de su corazón, su compasión por el género humano. Espero que lo muevan a hacer algo, a contárselo a alguien. Solo así podremos evitar que vuelvan a ocurrir atrocidades como estas."
Y después de esta pequeña clase de historia, vuelvo al libro. Como ya he dicho, nos situamos en 1941 en plena Invasión a Lituania. El libro nos narra los primeros 440 días de deportación y trabajo en los campos siberianos en condiciones infrahumanas a través de las palabras de Lina, una chica de quince años que acaba de entrar en la Escuela de Arte y a quien una noche, de pronto, se la llevan junto a su hermano y su madre en camisón, alejándola de su vida y de todo su mundo.
No sé qué me ha gustado más. La historia, los personajes, la prosa o todo en su conjunto. Lina me ha parecido un personaje de los que ya apenas se ve. Fuerte, decidida, con personalidad. Con sus fallos y sus virtudes, pero sobretodo, con su esencia única e inquebrantable. Jonas, el hermano de Lina, me ha robado el corazón. Poco a poco cada uno de los personajes ha ido quedándose con un trocito de mi corazón que se estrujaba cuando pasaban por algún mal momento o se emocionaba cuando eran capaces de encontrar un poquito de felicidad dentro de ese infierno.
"¿Qué era más difícil, morir o ser el que sobrevive?"
El libro es duro. Muy duro. Cabe recordar que está narrado por una niña secuestrada y obligada a vivir en condiciones insalubres, maltratada y humillada. Quizás esto echa para atrás a gente, pero a mí precisamente lo que me gusta es que la autora no haya tenido pelos en la lengua a la hora de narrar todas y cada una de las escenas que se relatan, duras o no. Al fin y al cabo, fue lo que ocurrió y de nada sirve cerrar los ojos ante una realidad que aunque no lo creamos, es más cercana de lo que nos pensamos.
He reído, he llorado, me he emocionado y he descubierto una parte de la historia de la humanidad que suele pasa desapercibida. A pesar de todo, en esta realidad también hay hueco para el amor, ese amor puro y único que nos brindan los libros y que en ocasiones, traspasan las hojas y crean parejas maravillosas. No sólo en términos románticos, sino el amor fraternal, el amor por un hermano, amigo, vecino o compañero. La amistad, el espíritu de supervivencia, el compañerismo, el arriesgarse por ayudar al otro, aun sabiendo lo que ello pueda suponer para ti.
"A veces la torpeza esconde tanta belleza... Es una manera de intentar expresar amor y emoción, pero al final todo queda en simple torpeza. ¿Lo entiendes?"
No puedo calificar este libro con una nota, Para mí ha sido uno de esos libros que una vez acabas, te planteas de nuevo el sentido de la vida, el porqué de las cosas, y el cómo.
El libro está basado en hechos reales, si bien la historia central es totalmente ficticia, algunos hechos que se narran ocurrieron en realidad. Después del epílogo, la autora dedica un par de páginas a explicar cómo ha investigado el tema a fondo entrevistando a supervivientes y familiares para documentarse sobre lo que ocurrió.
¿Alguien lo ha leído? ¿Os ha gustado? ¿Me recomendáis algún libro inspirado en esta época?Espero que os haya gustado la reseña, pero cómo no puedo despedirme sin una pequeña reflexión... Ahí va la que saco de este maravilloso libro: